"Estamos librando una guerra contra horribles crímenes relacionados con la droga que están amenazando la supervivencia de nuestra nación; me gustaría aclarar que una ejecución no es una cosa agradable, no es un trabajo divertido", ha señalado a la prensa el fiscal general indonesio, Muhammad Prasetyo.
"Nuestra legislación debe ser respetada porque nosotros también respetamos la de otros países", ha afirmado el presidente indonesio, Joko Widodo.
Yakarta asegura que cada día mueren 30 indonesios debido a las drogas, aunque expertos independientes consideran la cifra inflada.
Indonesia ignoró las insistentes súplicas de clemencia provenientes de Gobiernos y familiares y fusiló anoche a los ocho condenados, siete de ellos extranjeros.

Australia, la más beligerante en sus intentos de posponer la ejecución, ha retirado a su embajador de Indonesia como gesto de protesta.
El primer ministro australiano, Tony Abbott, ha calificado la ejecución de "cruel e innecesaria" y aclarado que no "es un asunto cualquiera".
Canberra había insistido en que los dos condenados se habían reformado desde que fueron detenidos diez años atrás y que en la cárcel habían enseñado inglés y arte al resto de internos.

"Nosotros importamos más de Australia, por lo que ellos perderán más si se congelan las relaciones comerciales", ha asegurado a la prensa local.
Dos australianos, un brasileño, un indonesio y cuatro africanos fueron ejecutados anoche en un claro de la jungla.
Un pastor que les acompañó en los últimos momentos ha revelado que rechazaron la venda en los ojos y cantaron himnos religiosos como "Amazing grace" antes de morir.