El negocio era sencillo: las facciones brasileñas proporcionaban drogas a cambio de armamento automático, valorado en unos 300.000 dólares, el cual resulta difícil y costoso de conseguir en Brasil debido a las fuertes restricciones para su venta y distribución en el país amazónico.
Esa misma ciudad del estado sureño de Rio Grande do Sul habría sido el destino de las armas antes de ser redistribuidas dentro de Brasil, siendo el principal cliente el Comando Vermelho, lo cual explicaría la preferencia por armas ligeras de tipo automático como las pistolas 9mm modelo Browning, Beretta, Ithaca, Smith & Wesson 357, Jericó y la ametralladora ligera de fabricación israelita, UZI 9mm.
Este sistema permitirá el control de los 17.000 kilómetros de las 10 fronteras de Brasil por medio de una red integrada de satélites, drones, vehículos blindados y puestos avanzados de coordinación que evitarán operaciones caras y aparatosas como la Operación Ágata que el mes de marzo de 2014 movilizó a 30.000 soldados del Ejército brasileño, logrando incautar 19.000 kilos de droga.
En este contexto, Paraguay y Uruguay son los principales puntos de entradas de armamento y droga en Brasil, muchas veces bajo la supervisión de facciones criminales como el Primero Comando Capital (PCC) y el Comando Vermelho (CV) que mantienen redes activas y parte de sus miembros en ambos países.
Según la Secretaria Nacional de Seguridad Pública de Brasil, en la última década 226.000 armas fueron recuperadas por la policía brasileña, de las cuales la mayoría, el 18,8%, fueron recuperadas en el estado fronterizo de Río Grande do Sul y entre los narcotraficantes de Río de Janeiro (16,4%).
La Secretaría calcula que en Brasil existen al menos 16 millones de armas de fuego de las que 7,6 millones(47%) están siendo utilizadas de manera ilegal, siendo curioso el "efecto boomerang" ya que el 80% fueron fabricadas en Brasil de forma legal y regresaron de forma ilegal a través de redes mafiosas de contrabando.