Herzog, nacido en Tel Aviv hace 54 años (el 22 de septiembre de 1960), empezó la campaña con pocas expectativas de convertirse en el próximo jefe del Gobierno israelí, pero en las últimas semanas ha conseguido consolidarse en los sondeos.
Sus maneras frágiles, su poco carisma, el nerviosismo que desprendía en los primeros encuentros con la prensa y su parodiada voz fina y algo nasal han dificultado mucho que los israelíes lo vieran como alguien capaz de liderar Israel.
En este país, la cuestión de la seguridad está siempre presente y el electorado medio suele preferir a hombres de apariencia fuerte y discurso contundente, como Netanyahu.
Pero el hartazgo sobre la figura de Bibi –diminutivo con el que se conoce a Netanyahu- y la falta de medidas de su gobierno para paliar los problemas sociales y reducir el alto coste de la vida en Israel han ido dando alas a Herzog.
Hay que sumar también la buena campaña de la coalición que lidera, la Unión Sionista –integrada por el Partido laborista y Hatnua (El Movimiento, centro)- y el programa esencialmente social que ha presentado.

Herzog ha tenido que esforzarse por demostrar que también es capaz de garantizar la seguridad de los israelíes, y ha recordado que llevó a cabo el servicio militar en una unidad de espionaje de élite del Ejército israelí.
También ha hablado sobre el programa nuclear iraní, y ha dicho compartir las inquietudes de Netanyahu pero no las formas, y ha logrado llevar el centro de la campaña a temas más sociales.
También se ha mostrado dispuesto a negociar con los palestinos, pero los ha criticado duramente por haber tomado medidas como la adhesión a la Corte Penal Internacional (CPI).
No obstante, consiguió ganar el liderazgo del Partido Laborista en noviembre del 2013 con la priorización de la seguridad y la resolución del conflicto con los palestinos, frente a la anterior líder, Shelly Yachimovich, que se focalizó en cuestiones sociales.
Herzog, prácticamente un desconocido en el extranjero, era percibido en Israel, hasta ahora, como un diputado de la Kneset de perfil bajo.
Pero su nombre tiene pedigrí, ya que pertenece a una familia de políticos, militares y religiosos ilustres: es hijo del sexto presidente de Israel, Chaim Herzog, nieto de Isaac Halevi Herzog, el primer jefe de los rabinos de Israel, y sobrino de Abba Eban, ministro de Exteriores de Israel en los 60.
“Crecí en una casa donde servir al país era un modo de vida, no una manera de conseguir objetivos personales”, escribió en un artículo.
Su padre nació en Irlanda y su madre en Egipto; sus familias procedían de Europa oriental (Polonia, Rusia y Lituania).
Su madre Ora, y una tía –cuya lengua de uso común era francés- fueron las responsables del apodo "Buyi", resultado de la mezcla de la palabra 'muñeco' en hebreo y francés, según explicó él mismo en una rueda de prensa.
Con su ilustre familia, Herzog no tiene que probar su sionismo ni tampoco que no es ningún revolucionario, factores que le pueden ayudar a la hora de atraer a votantes de centro.
Pero es cierto que su imagen de ashkenazi –judíos del este y el centro de Europa– no casa con el tipo de político duro, elocuente y derechista que votan muchos judíos mizrahíes –de países orientales–.
Herzog ha hablado mucho de reparar las “dañadas relaciones” con el aliado principal de Israel, EEUU.
El candidato laborista tiene numerosas conexiones en Nueva York, donde estudió en la escuela secundaria cuando su padre era embajador israelí en la ONU.
Herzog, cuya campaña le presenta como “un líder mesurado y responsable”, ha sido ministro de Asuntos Sociales, Vivienda y Turismo.
Es diputado en la Kneset desde 2003 y se ha ganado fama de tener aptitudes para mediar y reconciliar a grupos en conflicto, así como de ser muy trabajador y un buen gestor.
Abogado de la firma fundada por su padre, Herzog, Fox & Ne’eman, ha recibido el apoyo del expresidente de Israel Shimon Peres y del antiguo primer ministro, Ehud Barak.
"Mi objetivo más importante es reemplazar a Netanyahu, trato de ganar y ganaré, seré el próximo primer ministro y no existe otra opción", aseguró recientemente en un encuentro con medios extranjeros.
Casado, con tres hijos y residente en su barrio de toda la vida, en Tel Aviv, Herzog ha conseguido salvar a los laboristas de una caída en picado en los últimos años.
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