Brasil es el país de América que más refugiados sirios acoge con el índice de 1.800 de personas, según datos del Comité Nacional para los Refugiados, dependiente del Ministerio de Justicia.
"Escogí Brasil porque los países vecinos a Siria viven una situación complicada y en Europa, Canadá o Australia es mucho más difícil conseguir un visado. Aquí, como refugiado, es fácil", asegura Talal, que se beneficia de la generosa y accesible ley de refugiados brasileña 9474 de 1997.
La norma otorga facilidades para obtener documentación a todos los extranjeros que salgan de una "persecución por motivos de religión, nacionalidad, grupo social u opiniones políticas" o para aquellos que en sus países tengan amenazado el cumplimiento de los derechos humanos.
Formado en ingeniería mecánica y con un trabajo desde hace 14 meses en su área en Sao Paulo, Altinawi asegura que antes de llegar a Brasil sólo había oído hablar sobre el país de "Río de Janeiro, el Amazonas, el café y el fútbol".
"Me gusta Brasil, pero quiero salir de Sao Paulo porque hay mucha gente viviendo en la calle. En Siria hay mucha pobreza, pero nadie vive en la calle", dice este vecino del barrio Brás, que escogió porque hay "muchos musulmanes y personas que hablan árabe". La mayoría de refugiados viven allí.
Altinawi no piensa en volver a su país porque cree que "Bashar Asad va a continuar gobernando". Aunque no vivió situaciones de guerra en Damasco, donde vivía, fue detenido al ser confundido con otra persona y empezó a sentirse perseguido por el Gobierno.
"Muchos llegan con una formación cualificada en el área de sanidad o tecnología pero les cuesta validar el diploma y encontrar trabajo cualificado, así que la mayoría acaban en restaurantes o trabajos de renta más baja".