La primera ministra británica, Theresa May, responsabilizó directamente a Rusia del incidente y anunció, como represalia, la expulsión de 23 diplomáticos rusos y la cancelación de todos los contactos de alto nivel entre ambos países. A las acusaciones se sumaron EEUU, Canadá, Australia y la mayoría de países europeos.
Moscú, que rechazó todas las acusaciones por infundadas, exigió en respuesta la salida de 23 empleados de la Embajada británica, además de anunciar el cierre del Consulado británico en San Petersburgo y de la oficina del British Council en Moscú.
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