Si bien un empate es un resultado electoral usualmente impensado en la mayoría de los países del mundo, en el caso de EEUU se trata de un desenlace posible dada la compleja naturaleza del sistema electoral del país por el polémico Colegio Electoral.
Concebido en la Convención Constitucional de 1787, el Colegio Electoral es, a la vez, el término para designar al sistema electoral y el nombre que se le da a las personas que, aproximadamente un mes después de las elecciones generales, elegirán a quien será el próximo presidente.
A pesar de que en teoría EEUU es una república democrática, la elección del presidente y vicepresidente no se da por voto directo, sino que el Ejecutivo es decidido por este grupo de individuos.
De acuerdo a la ley electoral, el Colegio Electoral se compone de 538 compromisarios, distribuidos entre los 50 estados que conforman EEUU y el distrito de Columbia. Si bien el criterio para repartir estos electores es uno de sus muchos aspectos polémicos del sistema, en líneas generales se puede afirmar que el peso de cada estado en la elección del presidente y vicepresidente está vinculado a su número de residentes.
De ello se desprende que los estados más poblados como California, Texas, Florida y Nueva York son los que más número de electores tienen, con 50, 40, 30 y 28, respectivamente. Los más deshabitados y pequeños como Vermont y Hawái (que representan 3 y 4 electores) tienen así menos peso en el balance final.
Para triunfar en las elecciones se deben ganar la mayoría de los electores, por lo que el candidato que alcance primero un total de 270 votos electorales (de 538 posibles) es ungido automáticamente como el ganador, sin importar si obtiene menos sufragios en las elecciones generales que su adversario.
Esto ha sucedido 5 veces en la historia del país, más recientemente en los comicios del 2016, en los que la candidata demócrata Hillary Clinton perdió pese a obtener casi 3 millones más de votos que el magnate republicano Donald Trump.
¿Qué pasa si hay un empate?
Considerando la paridad de la intención de voto entre Donald Trump y Kamala Harris, así como los números que arrojan los sondeos en los 7 estados en disputa, hay una posibilidad real en este ciclo electoral que las elecciones terminen con un empate, algo que no ha ocurrido en el país norteamericano desde el siglo XIX.
Esto significa que si, como muchas encuestas lo vaticinan, Harris obtiene Pensilvania, Michigan y Wisconsin, mientras que Trump se impone en los estados de Carolina del Norte, Nevada, Georgia y Ohio, y se queda además con todos los votos electorales de Nebraska, el resultado podría ser de 269 para la actual vice candidata demócrata y el mismo número para el expresidente y abanderado republicano.
Si eso ocurre —los recientes comentarios de Trump de que tenía planeada una “sorpresa” con el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, indican que es un escenario que no está lejos de la mente de los candidatos—, la elección pasaría directamente al Congreso, con los votos de los ciudadanos descartándose y ambas Cámaras eligiendo a los ganadores.
En ese sentido, mientras el Senado se encargaría de votar por el vicepresidente, la Cámara de Representantes elegiría al nuevo mandatario, en un proceso que se conoce como "elección contingente".
De esa manera, cada una de las delegaciones representando a los 50 estados que conforman EEUU emitirían un solo voto, con la salvedad de que cada sufragio sería emitido por el partido que tiene la mayoría en cada bloque legislativo estatal de la Cámara baja.
Vale aclarar además que, aunque el distrito de Columbia, que incluye a la capital Washington, centro de poder del país, tiene tres votos electorales en las elecciones presidenciales, no tendría voto en la Cámara en una elección contingente porque técnicamente no es un estado.
Llegado ese momento, el delegado estatal tiene total libertad para votar al candidato de su elección, pudiendo elegir entre al abanderado de su partido, pero también por su adversario, escenario que abre las puertas para potenciales situaciones de transfuguismo político.
Actualmente, el partido Republicano es el que tiene mayoría en la Cámara de Representantes, pero dependiendo de los resultados de estos comicios, en los que se renuevan todas las bancas del Legislativo (además de un tercio del Senado), los demócratas podrían volver a tener el control de la Cámara Baja, como lo hicieron durante los primeros dos años de la presidencia de Joe Biden, lo que hace todavía más impredecible el desenlace de estos comicios.
Sin embargo, este no es el único escenario posible de haber un empate en el Colegio Electoral. En caso de que las delegaciones estatales no elijan a un presidente antes del 20 de enero (día oficial del traspaso del poder), ya sea porque ningún candidato ha obtenido la mayoría votos o porque las autoridades no han certificado a los triunfadores del Legislativo, el vicepresidente elegido por el Senado se convertiría en el presidente temporal hasta que la Cámara de Representantes designe al mandatario.
Si la Cámara alta tampoco pudo elegir a un vicepresidente antes de esa fecha, ya que al tratarse de un voto por senador y ser el número de bancas 50 se podría también dar una situación de empate, el entonces presidente de la Cámara de Representantes —el actual republicano Mike Johnson, un fuerte aliado de Trump— se convertiría en el presidente 46 de la historia del país, por lo menos hasta que el Legislativo se ponga de acuerdo y elija a un nuevo jefe de Estado.
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