Desde la salida del Metro Coyoacán, una peregrinación avanzaba a paso lento por el costado de la controvertida plaza Mítikah, un enorme centro comercial impuesto al pueblo de San Sebastián Xoco, para llegar al recinto improvisado desde el que Juan Gabriel interpretaría, una vez más, las casi 30 canciones que presentó hace más de 10 años en el Palacio de Bellas Artes.
Hubo quienes acudieron ataviados con brillantes prendas similares a las que el artista de origen michoacano lució a lo largo de su carrera. Otros tantos cargaban paraguas por los amagos del cielo de una eventual lluvia.
Como quizá no había ocurrido en los 13 años de servicio tras su reinauguración en 2011, la Cineteca Nacional acogió cientos de personas que atendieron a una modesta convocatoria emitida en redes sociales con motivo del aniversario de la Independencia de México. Los primeros en llegar lograron hacerse de un lugar para tomar asiento, mientras que el resto permaneció de pie.
Es de reconocer que una figura tenga tal poder de convocatoria que supere las barreras de la edad. Desde niños hasta adultos mayores esperaban entre el ocio, el cansancio y breves conversaciones el comienzo de la proyección. Fue alrededor de las 7:00, media hora antes de lo pactado, que dos canciones fueron despertando el ánimo del auditorio ya desbordado hasta la calle.
El silencio vino de nuevo. "No se vaya, ya va a empezar lo bueno", le dijo una joven a una señora que se disponía a abandonar el recinto, que en días comunes proyecta películas poco comerciales. Como si fuera una conjura, pocos minutos después las luces se apagaron y en la pantalla apareció un sonriente Juan Gabriel, conmovido quizá por el cariño vertido a ocho años de su partida.
El comienzo fue, sin embargo, anticlimático. Las bocinas, acostumbradas al sobrio sonido de las películas que habitualmente se proyectan en la sala al aire libre, poco hacían por llevar el ritmo de la orquesta y el mariachi a los espectadores más alejados. Fueron los versos de Caray los que por fin explotaron el ambiente que eventualmente buscaría emular al de un concierto.
Latas de cerveza clandestinas, refrescos y el inconfundible aroma de la marihuana empezaron a brotar desde distintos puntos de la multitud. "Qué bueno, qué bueno, qué bueno, lero lero", cantó Juan Gabriel desde la pantalla y fue recibido por eufóricos gritos de quienes alcanzaban a escuchar el tenue jolgorio.
Los codazos no tardaron en llegar, así como los gritos y los empujones de asistentes de último momento que intentaban encontrar algún espacio desde el cual pudieran ser partícipes del evento. La vigilancia del evento solo fue posible desde el techo de las salas aledañas al patio de proyección. "Esto podría ser una tragedia", dijo uno de los asistentes a su acompañante. No lo fue.
26 de enero 2022, 19:35 GMT
Lo único que hubo para lamentar fueron los cientos de historias de desamor que coincidieron en el lugar y que hallaron un eco en las letras de uno de los mejores compositores latinoamericanos. Así, como pasó en Bellas Artes hace más de una década, Juan Gabriel pasó el micrófono a la multitud que, a una sola voz, cantó "se me olvidó otra vez que solo yo te quise".
Fue esta sintonía la que eventualmente permitió que una organización imperfecta, pero eficaz se estableciera entre los espectadores, quienes se unían para pedir silencio cuando las canciones más quedas pudieran ser escuchadas por la mayoría. Solo una sombrilla abierta a mitad del pasillo amenazó con romper con el tenso equilibrio alcanzado. "Apaguen ese pinche paraguas", gritaron desde la calle, el escenario alterno en el que incluso la cabina de una camioneta sirvió como una plataforma improvisada para mejorar la visibilidad.
Incluso, una figura de cartón del Divo de Juárez se alzó desde Real Mayorazgo para recibir una ovación general. La vana esperanza de un milagro comenzó a anidar entre algunos de los asistentes, que gritaban a la pantalla la petición de una canción o un rotundo "¡otra!, ¡otra!". Nada varió incluso en la ya encapsulada presentación del michoacano.
La tarde transcurrió así, con un repaso del inmenso repertorio de Juan Gabriel, desde Querida, Abrázame muy fuerte, a la emotiva interpretación de Isabel Pantoja de Así fue, llegando también a su característica sacudida de copa con licor, al son de ¿Por qué me haces llorar?
El final ya anticipado fue El noa noa, compuesta en honor a un salón de baile con el mismo nombre en Ciudad Juárez. "Este es un lugar de ambiente" fue posiblemente la frase que mejor encapsuló la jornada en la Cineteca Nacional. El festejo fue patente incluso después del final, cuando varios asistentes vistieron al Juan Gabriel de cartón con una colorida camisa, se tomaron fotografías con él, y entonaron otros tantos de sus éxitos.
Este 14 de septiembre se tenía prevista una segunda proyección, la cual fue pospuesta "para garantizar una mejor experiencia".
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