La palabra 'vate', que es sinónimo de 'poeta', proviene del latín 'vates', que también significa 'profeta' (de ahí 'vaticinar', es decir adivinar). En ese sentido se puede afirmar que Juan Gabriel fue un profeta, un poeta, en su tierra, que no es solo la de la geografía, sino esa otra mayor que es la de los sentimientos. Pues en las canciones de Juan Gabriel, en perfecta simbiosis con melodías inolvidables, habita la poesía, esa de la que el poeta español Jorge Guillén excluye la anécdota y a la que le exige rigor lingüístico para contener los desbordes tropológicos.
El último romántico
Como en el Romanticismo decimonónico, las canciones de Juan Gabriel abarcan todas las facetas del amor sensual: del que se prodiga al que hiere, del que conoce el frenesí al que languidece en el hastío; como en el Romanticismo, la versificación de sus temas adopta métricas disímiles; como en el Romanticismo, sus canciones están llenas de pasión y lirismo a partir de las vivencias del yo, un yo exaltado y andrógino que se replica en subjetividades y empatías transgéneros, razones que explican el éxito de sus temas más allá de la nostalgia que suscitan, más allá de las emociones que evocan en cada oyente.
Asomaba a sus ojos una lágrima
Yo voy por un camino, ella por otro;
('Rima XXX') |
Tú eres la tristeza de mis ojos,
('Amor eterno') |
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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