La inflación dejó de bajar en Argentina. Pese a la draconiana recesión que atraviesa la economía —al calor del ajuste fiscal impulsado por el Gobierno de Javier Milei—, agosto registró un alza de precios del 4,2% mensual, superando al valor de julio. El cuarto mes consecutivo, con un incremento superior a los cuatro puntos, confirma una señal de alerta: la inflación se estabiliza en niveles altos pese al derrumbe del consumo.
Si bien el número dista del inflamable 25,5% que arrojó diciembre —tras la devaluación de la moneda—, el dato del octavo mes del año configura un complejo escenario. Según informó el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, en lo que va del año la inflación acumulada fue del 94,8% —es decir que entre enero y agosto los precios prácticamente se duplicaron—, mientras que la interanual arrojó un 236,7%.
Si bien el 4,2% de inflación mensual constituye uno de los valores más bajos de los últimos dos años, la cifra se inscribe en un marco signado por el desplome del consumo y de la actividad económica. Según informó el Gobierno, en agosto la industria siguió funcionando por debajo del 60% de capacidad instalada: prácticamente, las fábricas funcionan con la mitad de la maquinaria porque no hay a quién vender lo producido.
Para un partido que llegó al poder bajo la promesa de "terminar con la inflación", que esta se estabilice en niveles elevados aun cuando la actividad económica no termina de caer constituye un problema. "Hay una estabilización de la inflación en un valor muy alto, aun siendo menor que los del año pasado. Sin embargo, el objetivo principal del Gobierno es que no haya un 'rebote' y vuelva a trepar", dijo a Sputnik el economista Francisco Cantamutto.
Según el investigador, el obstáculo central que afronta el Ejecutivo consiste en que su premisa para controlar el aumento de precios consta de un solo punto: bajar la actividad económica. "El Gobierno no tiene un plan alternativo para domar la inflación. Su única receta es la recesión, que está mostrando que no funciona para mantener el sendero descendente en los precios", remarcó.
Consultado por Sputnik, Isaac Rudnik —director del Instituto de Investigación Social Económica y Política Ciudadana— consideró que "el aumento de precios de este mes estuvo por encima de lo que esperaba el Gobierno y pone en riesgo el programa económico basado en bajar la inflación paralizando el consumo".
"Los precios no están bajando, a pesar de que estamos frente a una caída dramática de las ventas en los comercios. Esta es la principal señal de alarma para el Gobierno", afirmó Rudnik.
El costo social
Un segundo dato termina de pintar el panorama socioeconómico que vive Argentina. Nuevamente, la Canasta Básica Total —que determina la línea de pobreza— subió por encima de la inflación general, registrando un alza del 4,4%. La cifra encierra un problema: el costo de vida para no ser pobre subió más que el promedio de los precios.
En un país en el que más de la mitad de la población no tiene satisfechas las necesidades básicas, el alza informada complejiza el escenario social. Según Rudnik, "esto va a llevar a un aumento de la pobreza, que aún no se detiene. En los barrios populares hemos relevado un aumento de precios mayor al promedio, lo que significa que esta inflación golpea con más fuerza a los sectores vulnerables".
"El Gobierno busca continuar el ajuste fiscal aumentando el precio de las tarifas de energía y transporte, y eso afecta mucho a los estratos populares. La canasta básica sube por encima del promedio porque hay un claro aumento superior de los servicios por encima del de los bienes", precisó el sociólogo.
El caso de los alimentos ilustra la complejidad del panorama. Si bien el rubro registró un alza menor al promedio (3,6%), aún acumula una suba superior al resto de los precios: en los últimos 12 meses se disparó un 236,9%. Esto ha llevado a un cambio en los hábitos de consumo de las familias: "hay una clara migración hacia las segundas marcas, lo que significa que las familias están resignando la calidad de la alimentación", sostuvo Cantamutto.
"Ocho de cada 10 personas están resignando el consumo de carne, y eso refleja la crisis que sucede en estos productos básicos", resaltó el economista.
Un horizonte de incertidumbre
Consultado acerca de la probabilidad de éxito del programa económico, Cantamutto apuntó que "nadie sabe qué va a pasar. Lo cierto es que hay un reacomodamiento de precios relativos, con una fuerza centrífuga que va achicando a la clase media de la sociedad".
"Hay una creciente desigualdad entre aquellos sectores vinculados a salarios más elevados y el resto de los trabajadores, que acumulan una fuerte licuación de sus ingresos, y eso deteriora el tejido social", expresó.
Por el momento, el Gobierno continúa destacando el saneamiento de las cuentas públicas al calor del ajuste fiscal. Según expresó Milei, el resultado de la política económica restrictiva debería surtir efecto "dentro de entre 18 y 24 meses". El escenario continúa abierto.
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