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La lucha artística de Poniatowska por recuperar la tradición de la rebeldía de izquierda en México

No sólo nació en la familia de la última monarquía de Polonia, sino que su raíz mexicana también se ubica en la aristocracia, en la línea de la también novelista Guadalupe 'Pita' Amor.
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Se trata de la novelista y periodista mexicana Elena Poniatowska, quien pese a su origen aristocrático y su nacimiento en París, Francia, ocurrido el 19 de mayo de 1932, hace 90 años, ha hecho de la discusión de la historia política de izquierda en México una de las orientaciones centrales de su obra.
Así, dedicó novelas a la fotógrafa italiana Tina Modotti, ligada al Partido Comunista Mexicano (PCM), y al luchador laborista Demetrio Vallejo, defensor del movimiento ferrocarrilero y también militante del PCM; además de escribir desde diferentes enfoques sobre el muralista mexicano Diego Rivera, también militante comunista y defensor de la lucha obrera en el seno del Estado mexicano.
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Sputnik conversó con el poeta y divulgador de la historia política de izquierda Óscar de Pablo a propósito de este interés de Poniatowska en la vida social mexicana.
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Enamorarse de México desde fuera

"Elena Poniatowska es descendiente del último rey de Polonia, o sea, de la familia real polaca del siglo XVIII y llega a México y encaja con una familia aristocrática mexicana, los Amor", recuerda De Pablo.
"Pero me parece que en esa exterioridad, o sea, en ese llegar a México un poco desde fuera, pese a que llegó muy joven y conoció México perfectamente bien, yo creo que le permitió de alguna manera verse libre de los prejuicios consustanciales a la élite específicamente mexicana, quizás si no hubiera tenido este pie afuera de México no hubiera podido ver la realidad mexicana, enamorarse de la realidad mexicana con esta especie de objetividad", matiza el también escritor.
Uno de los primeros fenómenos mexicanos que atrajo su atención, apunta De Pablo en diálogo telefónico, es el personal de servicio de su entorno aristocrático, pues la élite mexicana de aquellos años no resolvía sus tareas más sencillas.
"Yo creo que le fascinó el modo de hablar, el modo de pensar, el modo de vivir de la población trabajadora a través de las nanas, sirvientas y demás, del personal de servicio", agrega.
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Escritura a ras de piso, en los escombros, en la matanza

Además de dedicar obras completas a protagonistas de la historia mexicana, Poniatowska es celebrada como reportera de episodios clave de la vida social callejera del país.
Este oficio ha quedado asentado en libros como La noche de Tlatelolco, sobre la matanza de estudiantes en 1968; Nada, nadie, sobre las víctimas del terremoto de 1985; Amanecer en el Zócalo, sobre el plantón de resistencia civil con que simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador se opusieron a lo que consideraron un fraude electoral en los comicios presidenciales de 2006, o Fuerte es el silencio, sobre la lucha cotidiana de los inconformes.
"Hay que recordar que es una persona solidaria, como en México hay incluso millones, pero que esta persona solidaria su solidaridad nos es particularmente apreciable porque es una gran escritora", apunta el poeta De Pablo.
"A veces se nos olvida enfatizar eso, no fue una militante política de primera fila, no es eso lo que la hace famosa sino el hecho de que siendo una grandísima escritora en un medio literario como el mexicano, que tendió a ser siempre elitista y en cierto modo conservador, ella fue una de los miles de personas que se interesaron, que se solidarizaron con el movimiento social", añade.
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La insistencia en los personajes rebeldes

Además de sus novelas y escritos explícitamente dedicados a protagonistas de la historia política de México, Poniatowska también se ha concentrado en figuras que, sin ser necesariamente militantes, rompieron con el mandato de su entorno y época, destacaron por una rebeldía que transformó sus vidas y su entorno.
Así, tiene libros dedicados a la pintora inglesa Leonora Carrington, que renunció al elitismo familiar para sumarse al surrealismo de André Breton; al pintor homosexual Juan Soriano, quien defendió su identidad artística y sexual a pesar de nacer en un entorno conservador como Jalisco; al poeta colombiano Álvaro Mutis, encarcelado en el Palacio de Lecumberri; o a la novelista y modelo mexicana Guadalupe Marín, una de las parejas sexoafectivas del muralista Rivera y disidente de la feminidad tradicional mexicana.
"En su obra no están tan separados el retrato digamos biográfico del retrato social y un caso muy emblemático es Hasta no verte, Jesús mío, esta obra de periodismo literario o esta entrevista convertida en novela de un género mixto maravilloso sobre una mujer mexicana que participó en la Revolución mexicana y cuya manera de hablar y cuya simpatía de hablar y cuya pequeña maldad y grandeza de espíritu quedan muy bien reflejadas en la obra de Elena", describe Óscar De Pablo, ligado también a la Brigada para Leer en Libertad, de divulgación de la literatura en las plazas públicas.
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"Digamos, usa a la personaje de Jesusa para hacer una especie de metonimia donde la parte, un individuo, le sirve para ver al todo, al pueblo de México, del mismo modo por ejemplo en novelas de ficción pero muy basadas en hechos reales, como El tren pasa primero, el personaje de Demetrio Vallejo ni siquiera aparece con ese nombre, es un ferrocarrilero más", indica.
Además, compara sus novelas históricas con frescos murales con una diversidad de personajes, pueblos, décadas, más que retratos individualizados.
Así, las fronteras entre el individuo y la sociedad que lo contiene desaparecen en Poniatowska y sus personajes literarios o periodísticos son tan buenos porque traslucen a la comunidad en su conjunto, valora De Pablo.
Considera orgánico, natural a su sensibilidad, buscar estos personajes rebeldes, como Carrington, Mutis, Soriano, Marín, no por un programa político o de género sino porque sirven bien para expresar problemas humanos.
"Por ejemplo, la sexualidad femenina, que en estos personajes le sirven a Elena Poniatowska para retratar muy bien a la mujer no como objeto del deseo masculino sino como sujeto del deseo, o sea, como ser activamente que desea y quiere, lo mismo Tina Modotti", recuerda.
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Desnaturalizar la trayectoria de la lucha de izquierda

A pesar de que México vivió décadas convulsas de lucha social relatada en códigos obreros y campesinos, además de establecer lazos concretos con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) o la Revolución cubana, entre otros episodios centrales del siglo XX, aparentemente se ha perdido el eco de aquellos años para normalizar una distancia con esas luchas.
En ese marco, la obra de Poniatowska recuerda la tradición de la rebeldía y la protesta en el país.
"En todo el mundo, especialmente en torno a la caída de la Unión Soviética en los años 90 pero que también fue un proceso de derrotas de la lucha de clases a nivel mundial, desde el ascenso de Margaret Thatcher en Inglaterra, Ronald Reagan en Estados Unidos y Pinochet en Chile, los tres ascendieron gracias a derrotas terribles de la lucha obrera en sus respectivos países", recuerda De Pablo.
"Los mineros en Gran Bretaña, el proyecto de Allende en Chile, el sindicato de controladores aéreos en Estados Unidos permitieron el ascenso del neoliberalismo, el aislamiento de la Revolución rusa en la URSS terminó llevando a su destrucción y esto provocó un desplazamiento ideológico en todo el mundo, especialmente de las élites culturales, hacia la derecha, una naturalización de las injusticias del capitalismo en México y en todo el mundo", subraya.
A pesar de eso, Poniatowska recupera en libros de 1992 y 2005, Tinísima y El tren pasa primero, respectivamente, a personajes de la lucha social mexicana de las décadas de 1940 y 1950, enfatiza el también escritor.
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"Más que nostalgia de otra época es simplemente un posicionamiento en un escenario de clases sociales que todavía existen; o sea, no se dejó convencer de que los pobres son pobres porque quieren, de que los oprimidos se merecen toda su opresión, sino que mantuvo una, por lo demás debería ser evidente, rebeldía; debería ser básica rebeldía ante las injusticias de la sociedad", indica De Pablo.
"Es triste que no todos los artistas, no todos los escritores compartan esta solidaridad básica que siempre ha caracterizado a Elena Poniatowska, a pesar de ser hija de la mayor aristocracia europea y mexicana", apunta.

Cercanía con Salinas de Gortari y López Obrador

Si bien es innegable que Poniatowska se muestra cómoda en la plaza pública, en los plantones, los auditorios universitarios, las ferias callejeras del libro, también es visible su cercanía a figuras políticas como los presidentes Carlos Salinas de Gortari y Andrés Manuel López Obrador, no obstante el antagonismo entre ambos.
Es famosa una fotografía que muestra a Salinas no sólo junto a Poniatowska sino a otros intelectuales, como el periodista Miguel Ángel Granados Chapa, el novelista Gabriel García Márquez, el cronista Carlos Monsiváis o el historiador Héctor Aguilar Camín, entre otros, que motivó el documental La muñeca tetona (1997), de Diego Enrique Osorno.
Óscar De Pablo llama a entender estos fenómenos desde la complejidad y no desde la cancelación.
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"La independencia del artista con respecto al poder, que es un valor muy importante y muy necesario, no se debe confundir con la indiferencia del artista frente a la sociedad en la que vive, de hecho el artista es un perfecto termómetro, un retratador de la sociedad en la que vive y no está obligado a ser indiferente y neutral, por así decirlo, al contrario", concerta.
"Sí es cierto que el poder en todos lados va a tratar siempre de legitimarse buscando alianzas con los mejores y más prestigiosos, con las voces más prestigiosas de cada sociedad, como ha sido la de Elena, el PRI (Partido Revolucionario Institucional) fue un régimen que se caracterizó por siempre tratar de quedar bien con los escritores y con los artistas", recuerda el poeta.
El PRI jugó mucho con una contradicción de estira y afloja en torno a los intelectuales, reconoce De Pablo, pues al mismo tiempo, por ejemplo, encarceló al muralista David Alfaro Siqueiros para premiarlo más adelante, una dinámica ambigua que continuó en el salinismo.
"No creo que sea inteligente cancelar o dejar de admirar a un escritor por el hecho de haberse acercado a gente del poder siempre que ese escritor tenga algo que decirnos, a mí particularmente me gusta leer incluso a Vargas Llosa, que ha hecho cosas mucho peores y sigue haciendo cosas mucho peores en el nivel político, pero como artista siempre yo encuentro algo que aprender en su obra, tanto más en el caso de alguien como Elena, que siempre ha estado movida por esta solidaridad", concilia De Pablo.

La herencia cultural de las grandes figuras artísticas

Cuestionado sobre quién continúa la estafeta periodística y literaria de Poniatowska en el panorama cultural mexicano contemporáneo, De Pablo considera que estas grandes figuras intelectuales se han atomizado en dinámicas más democráticas donde el autor participa en otros espacios más cercanos a las audiencias, como las redes sociales.
"No debemos ver la literatura como una especie de sucesión monárquica, o sea, tanto en el caso de Poniatowska como en el caso, por ejemplo, de Octavio Paz, quien aspire a llenar el lugar que estas grandes figuras dejaron, creo que esos lugares ya no existen, afortunadamente, creo que la literatura se ha vuelto mucho más diversa, mucho más democrática en cierto modo", evalúa.
"Cada lugar no lo ha llenado una voz sino cientos de voces, quizás contribuya el hecho de que los formatos de distribución de las ideas, con las redes sociales, etcétera, se han vuelto más amplios, más diversos, pero sí creo que no debemos buscar a los herederos, a los descendientes, en ese sentido, de los escritores del pasado, sino ver cómo ha cambiado la literatura", matiza.
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En el periodismo mexicano, describe, no sólo son muchas las voces excelentes sino que muchas de ellas son mujeres, reconoce De Pablo, junto a escritores y escritoras que están renovando la literatura mexicana.
"Para bien o para mal, creo que nunca va a volver a haber un grupo de escritores que un presidente pueda reunir en su sala y decir que ya está con los mejores escritores de México, porque ya no es tan jerárquica, ya no es tan piramidal la cultura", concluye.
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