Un día como hoy, el avión DC-9 de la aerolínea Itavia alzó vuelo para realizar el trayecto entre Bolonia y Palermo. Pasó en el aire una hora y 43 minutos: le faltaban tan solo 14 minutos para aterrizar.
Sin embargo, no llegó hasta su destino en Sicilia: desapareció de los radares tras caer en el mar Tirreno, cerca de la isla de Ustica. Curiosamente, en menos de un mes se encontrarían los restos de un caza libio MiG-23 en el sur de Italia, junto con el piloto fallecido.
Según informaron más tarde las autoridades libias, supuestamente se trataba de un piloto que perdió la conciencia durante el vuelo, y se desvió accidentalmente hacía Italia, donde acabaría estrellándose. Sin embargo, tras la autopsia, los médicos forenses llegaron a la conclusión de que su cuerpo estuvo congelado durante al menos dos semanas.
La investigación de la catástrofe
A pesar del número de fallecidos, la investigación parecía estar estancada. Los datos de los radares civiles mostraron que al lado del avión de pasajeros había más objetos pequeños.
Y no era por su capacidad, sino por el hecho de que se dio la coincidencia de que los datos de tres de los cuatro radares militares en la región fueron eliminados. Mientras tanto, el cuarto estaba inactivado justo en aquel día para realizar simulaciones.
También estaba en la región el portaviones estadounidense Saratoga, pero sus radares también habían sido apagados por mantenimiento.
Por lo cual, lo único que quedaba a los investigadores eran los restos de la aeronave, y tras su estudio fueron adoptadas dos versiones principales de lo ocurrido: la explosión de una bomba en el interior o el impacto de un misil.
La primera versión no sería nada sorprendente, puesto que en aquella época el país europeo sufrió una multitud de atentados con bombas. Por ejemplo, el 2 de agosto del mismo año fue activado un dispositivo explosivo en la estación de trenes de Bolonia que mató a 85 personas.
Sin embargo, pasaron años hasta que los parientes de los fallecidos lograron hacer que se inicie una segunda investigación en 1987.
Segunda investigación
Para realizar la investigación fue contratada una compañía francesa que tendría que buscar más fragmentos de la aeronave en el mar. Pero esta no tuvo éxito.
No se sabe a qué se refería el piloto, pero más hallazgos en el área revelaron detalles adicionales. Así, fueron encontrados los restos de un tanque de combustible externo de un caza de la OTAN.
En estos fragmentos incluso se guardó el número de serie del tanque, pero por alguna razón no fue posible averiguar qué caza lo estaba utilizando.
Uno de los fragmentos del DC-9 indicaba que posiblemente hubiera sido impactado por un misil, puesto que estaba doblado hacia dentro, pero esta teoría fue descartada posteriormente.
Tercera investigación y el muro de goma
Las dificultades que experimentaban los investigadores y los parientes de las víctimas a la hora de recibir información completa y fiable por parte del Gobierno crearon el término de muro de goma. Ello se debe a que las investigaciones parecían simplemente rebotar de vuelta.
En el transcurso de la tercera investigación fueron encontrados nuevos fragmentos, que ahora parecían indicar que la explosión ocurrió cerca de los aseos del avión. Sin embargo, al final no se publicó el informe oficial de esta investigación.
Atentado contra Muamar Gadafi
Entre la gran cantidad de teorías conspirativas que surgieron a raíz de la falta de información y transparencia, está la suposición de que el líder libioMuamar Gadafi podría haber estado involucrado.
Por lo cual, Gadafi canceló su vuelo y envió en su lugar varios cazas MiG. De hecho, tras la caída de Trípoli en 2011, fueron revelados varios documentos en los que constaba que dos cazas franceses habían atacado al MiG libio aquel día.
Así, durante el combate fue derribado por accidente el avión de pasajeros. Aunque aparentemente, el MiG también acabaría derribado. Según los adeptos de esta teoría, ello podría explicar por qué el cuerpo del piloto estuvo en el congelador durante dos semanas: para alejar en el tiempo los dos accidentes.
¿En qué acabaron las investigaciones del vuelo IH870?
En septiembre de 2011, el tribunal civil de Palermo decretó que el Gobierno pague una indemnización de 100 millones de euros a los familiares de las víctimas del accidente. Según el fallo judicial, el Gobierno falló en proteger el vuelo, ocultó la verdad y destruyó las pruebas.
Por su parte, en junio de 2008 el expresidente italiano Francesco Cossiga, quien era el primer ministro cuando ocurrió el accidente, declaró que el avión había sido derribado por los cazas franceses.
El papel de la Fuerza Aérea de Italia en el accidente sigue sin aclararse. Varios cargos del más alto nivel fueron acusados de falsificar lo documentos e interponerse a la investigación, pero por distintas razones estos cargos eventualmente fueron retirados.