El "marcaje al hombre" al que el anfitrión Emmanuel Macron sometió al presidente norteamericano recordaba el que el italiano Gentile aplicó a Diego Armando Maradona en el mundial del 82. El as argentino acabó con la camisola rota. Trump conservó intacto su traje porque la táctica del mandatario francés se basa en palmadas y largos apretones de manos que ayudan a calmar la tensión tuitera del jefe de la Casa Blanca.
Evitar el enfrentamiento y subrayar los puntos de convergencia, ese era el lema macroniano, pensando no solo en el buen funcionamiento del encuentro, sino en su propia imagen interna.
En cualquier caso, nunca la atención mundial se había dirigido con tal interés a la cuenta twitter de Trump, para asegurarse de que no se desdice de lo que dijo en Biarritz. Macron quiso esperar hasta el final de las conversaciones para plasmar en un simple folio unas conclusiones generales que Donald Trump pudiera firmar sin sentirse incómodo. Palabras que, en todo caso, no son acuerdos firmes, por supuesto.
París media entre Washington Y Teherán
Cuando Macron sacó de la chistera al jefe de la diplomacia iraní, Mohamad Yavad Zarif, muchos anti Trump norteamericanos se regocijaban pensando que se trataba de una patada traicionera en el posterior de su odiado presidente. Pero Macron no es tan estúpido como para no haber avisado antes a su interlocutor estrella durante esta cumbre.
China-EEUU: economía y elecciones
Por supuesto, las declaraciones de Trump sobre China y Xi Jinping acapararon titulares. Occidente tiembla antes las medidas aduaneras aplicadas por Estados Unidos a los productos chinos, en una guerra comercial que afecta también a los europeos. Las amenazas precumbre hacia el vino francés no son nada comparadas con lo que pueden suponer las aplicadas a China para la bolsa norteamericana, que no representa precisamente a los votantes más trumpistas.
En todo caso, y viendo cómo se disparan las alarmas de la élite económica nacional, Trump parece querer frenar, también de momento, su furor tarifario con su principal rival asiático. Sus asesores parecen haberle convencido de que para mantener intacta su principal baza para la reelección, la buena marcha de la economía debe calmar su guerra comercial con Pekín.
Bolsonaro, incendio y Mercosur
Con Trump colaborando como un líder más, eso sí, el más importante de la cumbre, el papel de malo de la película le correspondió a un no miembro del selecto grupo, el presidente brasileño, Jair Bolsonaro. Acusado por Macron de inacción frente a los criminales que incendian la Amazonía, la nueva bestia negra del liberalismo político mundial acaparó más atención en el País Vasco francés que la Canciller Angela Merkel, hasta hace poco la verdadera jefa de Europa.
Trump no asistió a la reunión específica sobre clima y medio ambiente. Su salida del acuerdo de París de 2015 justificaba su ausencia, pero tampoco se soliviantó cuando Macron abordó el asunto. Eso sí, en el comunicado final —"declaración común"— no aparece una sola línea sobre un problema que todos los líderes, en público, consideran una prioridad internacional.
¿Rusia en el G8 de Florida?
El "affaire" ruso no pudo ser ignorado en el G7 francés. El encuentro entre Emmanuel Macron y Vladímir Putin en Bregançon había abierto la puerta a un posible retorno de Moscú al grupo. En Biarritz no se iba a levantar el "ukase" decretado por Barack Obama, pero Trump dejó en el aire la posibilidad de invitar al presidente ruso a la próxima reunión del G7 que se celebrará en Florida.
Ucrania sigue siendo el punto de discordia para normalizar las relaciones de Occidente con Moscú, pero nadie puede esconder ya que, desde París, pasando por Berlín, Roma y otras capitales centroeuropeas, las sanciones comerciales contra Rusia son una tara también para la economía de esos países y representan un freno para la participación necesaria de Rusia en la resolución de los conflictos internacionales que preocupan al planeta.
Macron ha aprovechado su cumbre para ganar puntos en su país; Trump aparece, de momento, como un líder "presentable". Pero no en su país, donde la guerra electoral para las elecciones de 2020 no da tregua. Sus principales enemigos políticos, —la prensa liberal y no tanto los demócratas— denuncian la intención del presidente de celebrar el próximo G7 en su dominio de Mar-a-Lago, lo que para el New York Times supondría un conflicto ético.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK