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¿Para qué marca López Obrador la agenda diaria?

CIUDAD DE MÉXICO (Sputnik) — El "estilo personalista" del nuevo presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, echa mano a sus conferencias de prensa diarias para marcar la agenda pública, con el riesgo de tomar decisiones políticas basadas en el criterio de popularidad, estimaron analistas entrevistados por Sputnik.
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Esas comparecencias ante un centenar de periodistas, a quienes él mismo designa para otorgar el derecho a preguntar, "es un estilo comunicacional personalista que exige mucha disciplina en cada frase, con el cálculo preciso para marcar la agenda a su favor", dijo el politólogo del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), José Antonio Crespo.

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Esa práctica, que podría revertirse como catástrofe en caso de algún grave error, es la misma que aplicó como jefe de Gobierno de la Ciudad de México entre 2000 y 2006, para lanzar la primera de sus tres candidaturas presidenciales.

"Las conferencias le sirvieron como arma política para aumentar su popularidad", recordó Crespo.

El flamante mandatario de 65 años, conocido por las cuatro siglas de sus nombre AMLO, descubrió hace más de una década que, al madrugar con su conferencia a las 07:00 de la mañana, las coberturas informativas se concentraban en su mensaje pugnaz, observó Crespo, autor de una biografía política del mandatario.

"Lo que me preocupa es que, más allá de muchas comparaciones que se puedan hacer con líderes contemporáneos, por darle gusto a sus bases y por mantener la aprobación, tome decisiones negativas en términos sociales o económicos para este país", advirtió.

Algunas de las primeras disyuntivas importantes del mandatario apuntan a satisfacer el imaginario de su electorado, según Crespo.

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Por ejemplo, la cancelación de la construcción de un aeropuerto capitalino vanguardista, por considerarlo "excesivamente lujoso", dijo.

"Lo hizo para imponerse al poder económico", a pesar de que ya se había invertido casi la tercera parte de 6.000 millones de dólares de deuda pública emitida en los mercados internacionales, necesarios para la obra, indicó el politólogo.

Además, la venta del avión presidencial que podría producir una pérdida de casi 140 millones de dólares, "no es lo más práctico ni recomendable para un jefe de Estado, ni en seguridad ni en tiempo, ni en eficacia para cumplir sus compromisos, sirve solo para que sus seguidores lo vean haciendo la cola en los aeropuertos", remató.

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Esa intuición por la aclamación popular llevó a López Obrador a tomar otra decisión muy aplaudida: negarse a habitar en la residencia oficial de Los Pinos, donde han vivido los presidentes desde 1934, y convertirla en casa de la cultura.

Crespo cree que lo hizo para emular al entonces presidente Lázaro Cárdenas, quien abandonó el fastuoso Castillo de Chapultepec para irse a una hacienda campesina que era entonces Los Pinos.

"Así le gusta a él, lo considera como su mejor forma de contacto con la gente, le permite colocarse en el centro de los reflectores como único protagonista y fuente directa de información", subrayó.

En el campo de batalla política

El eje del plan comunicacional de López Obrador fue explicado a Sputnik por el secretario de Comunicación Social de la Presidencia, Jesús Ramírez Cuevas.

"Fue diseñada para abolir la política comunicacional del poder vertical y del multimillonario dispendio", dijo Ramírez Cuevas en entrevista semanas antes de la toma de posesión.

El principal responsable de prensa y vocería del gabinete presidencial explicó que el objetivo es "emprender un proceso democratizador de diálogo y rendición de cuentas para dar la cara sobre las decisiones tomadas".

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Por su parte, Rubén Aguilar Valenzuela, que fue como vocero del presidente Vicente Fox (2000-2006) el principal antagonista de López Obrador cuando este era alcalde capitalino, dijo a Sputnik que "será muy difícil desarticular el discurso presidencial porque está montado sobre el andamiaje ideológico del nacionalismo revolucionario del antiguo régimen".

Aguilar Valenzuela se refería al régimen del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que ascendió al poder luego de la Revolución Mexicana y se mantuvo durante la mayor parte del siglo XX.

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Aguilar advierte que la ventaja del actual mandatario es que "la oposición no ha podido construir una sólida narrativa que pueda articularse con sectores sociales, como una alternativa al discurso conservador del presidente", a quien considera un difusor la ideología del "ala izquierda del PRI" que se desprendió en 1988, la Corriente Democrática liderada por Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del expresidente que nacionalizó el petróleo y que más tarde sería el Partido de la Revolución Democrática.

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Aguilar Valenzuela, quien también fue coordinador de la segunda campaña electoral de Cárdenas en 1994, considera que aquella la ruptura con el "dinosaurio" de la política mexicana "no fue ideológica, sino un profundo problema de poder", por alcanzar la presidencia a la sombra del PRI.

Otro artífice de aquel cisma, el actual presidente del Congreso, Porfirio Muñoz Ledo, resumió la investidura de López Obrador el 1 de este mes como "el triunfo final del movimiento de 1988 que le fue negado a Cárdenas".

Aguilar Valenzuela, autor del libro "La comunicación presidencial en México desde 1988", puntualizó que el drama histórico de México es que "no podido escapar del discurso nacionalista de la Revolución Mexicana de 1910, lo que le impide ingresar plenamente a la modernidad".

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Finalmente, advirtió que "las conferencias mañaneras le resultaron rentables a López Obrador como contestatario del presidente Fox; la paradoja es que ahora es él quién está en el poder, y la falta de contienda hará decaer el interés".

López Obrador comenzó este mes su mandato para el período 2018-2024 con una aprobación de 81%, según encuesta del medio El Financiero, y de 63%, según Consulta Mitofsky, tras ganar la presidencia en julio con el 53% de los votos.

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