José Aguilar abrió el restaurante 'Honduras 504' hace cuatro años. Queda sobre la calle Miguel F. Martínez, en la zona norte de Tijuana, a pocas cuadras de donde ahora convive el grupo grande del éxodo centroamericano.
"Hay personas que conozco que tienen más de 20 años aquí, pero desde hace unos seis meses todos los días están viniendo hondureños, familias enteras, a agarrar número [para solicitar asilo en EEUU] y siempre han estado pasando", explicó.
Aunque popularmente se dice que el ingreso legal a Estados Unidos es una cruzada, Aguilar señaló a Sputnik que la gente sí pasa, que la espera es larga pero que con paciencia se alcanza el turno.
"He sido testigo, he visto personas que han estado hasta dos meses esperando, agarran su número y pasan. El último fue el jueves pasado cuando llegó una señora con su niña y el lunes llamó diciendo: 'Ya me soltaron, ya estoy aquí por Seattle'", contó Aguilar a este medio. "Sí les están dando la oportunidad", dice. "Hay personas que en 15 días llegan a una Corte y ya les quitan el grillete. No es mentira eso, lo he vivido: sí les dan chance", agregó.
También: Así es el difícil trámite de pedir asilo en EEUU
Tijuana le dio oportunidad a Aguilar y también a las delicias hondureñas de su menú. Ofrecen pollo con tajadas (de plátano frito) enchiladas, baleadas (quesadillas de harina de trigo rellena de huevo, pollo, queso rallado o frijoles refritos) pastelitos, pupusas (otra forma de tortas fritas y rellenas con sabores variados) sopa de mondongo, "muy famosa allá", dice Aguilar sonriente.
"Desde que llegamos a Guadalajara nos dieron ocho o nueve buses, porque éramos 380. Nos dieron aventón hasta Sinaloa y de ahí nos recogieron otros buses que nos trajeron hasta la garita", relató a Sputnik.
Él estuvo presente el primer día en que un grupo violento y provocador llegó a atacarlos el 14 de noviembre: "Casi la mayoría decidió irse a Playas [de Tijuana] a bañarse, a ver la playa y los de acá malinterpretaron las cosas, que íbamos a hacer macaneo y todo eso. Pero no fue así, la mayoría ya había agarrado para los albergues, nos habíamos quedado a pasarla bien pues", dice el joven.
Además: Tres claves para entender el éxodo hondureño (fotos)
"Llegó la protesta y empezaron a tirar piedras, querían lastimar a los niños, entonces como hombres y compañeros que somos entre todos los hondureños no íbamos a permitir eso", relató. El joven pierde la sonrisa al hablar del conflicto que mostró una Tijuana irreconocible, que la prensa internacional ha catalogado unánimemente de xenófoba y racista. "En ese momento la Policía no nos defendió. Dejaron que avanzaran y avanzaran entonces nosotros tuvimos que reaccionar porque tampoco vamos a dejar que nos lastimen", explicó Joshua.
Se organizaron para regresar juntos al campo de refugiados instalado en el estadio de baseball ‘Little Padres Park' y en otras áreas de la unidad deportiva Benito Juárez, a metros de la línea fronteriza. "Lo que ellos quieren es que nosotros busquemos problemas para quedar mal, pero venimos a trabajar, a luchar y a buscar una vida mejor", relató el joven.
A José Aguilar también lo sorprendió la respuesta de ese grupo. "Cómo recibieron a la caravana estuvo mal y da pesar. ¿Qué mejor que ayudarle a esa gente y que tuvieran posibilidad de entrar al otro lado? Porque así como está ahorita, aquí se va a poner bien peligroso por el racismo. Si no se apura [una solución] van a pasar cosas malas", dijo.
En búsqueda de trabajo
No se ha aclarado si las personas que consiguen trabajos por su cuenta, como Joshua, también puedan acceder al beneficio. Oscar viene de Tegucigalpa y está parado en medio del suelo rojo del campo de béisbol cuando enseña a Sputnik el papel que le dieron en la feria laboral y relata la mecánica.
"Fuimos en uno de estos autobuses que cada hora o dos están llevando unas 15 personas. Te dan papel para llamar y presentarte a la entrevista el día que tú quieras", explicó el hondureño de 30 años.
"Le pedí un trabajo de chofer pero me dijo que no porque no tengo licencia. Me dijo que había uno de cocinero en un hospital que van a pagar 5.800 al mes [286 dólares]. Está bien, le dije, yo agarro eso pero si me dicen que no, vuelvo y pido otro trabajo", explicó Oscar a esta cronista.
Esa mañana habló al teléfono de recursos humanos del hospital y le dijeron que se presentara en un punto que no conoce de la ciudad, al que no sabe cómo llegar. El miedo, explicó, es el constante asedio policial contra cualquiera de los que salen. Constantemente se escuchan relatos de personas detenidas individualmente o en pequeños grupos cuando se alejan del albergue temporal.
En su país el problema también es la Policía. Oscar relata que él participó de la huelga de trabajadores tras las últimas elecciones del 19 de diciembre de 2017, cuando Juan Orlando Hernández fue reelecto presidente.
"Honduras está muy duro para trabajar", dice a Sputnik y si protestan, "nos agarran a tiros", dijo el trabajador de 30 años. "Yo anduve en la huelga, dándome riata con los policías allá en Honduras y nos tiraron los tigres y ya no llegaron en paz, disparando, hasta que huimos de ahí, donde estábamos haciendo la huelga para sacar el presidente", explicó. Para Oscar, en esas elecciones "hubo fraude", porque iba ganando el opositor Salvador Nasralla y tras tres apagones de luz proclamaron a Juan Orlando Hernández.
Estados Unidos retira a sus tropas
Casi al unísono con el fallo judicial que revirtió la política migratoria de Donald Trump, se anunció el comienzo del retiro de las tropas estadounidenses desplegadas en la frontera. El teniente general del Ejército, Jeffrey Buchanan, anunció que entraron en un período de repliegue que culminará el 15 de diciembre de 2018, dentro de menos de un mes.
La frontera está tranquila en el paso de Ped West/El Chaparral, aunque las demoras en la entrada a Estados Unidos para los locales se mantienen porque hay sólo 16 de los 26 carriles habilitados para el ingreso en automóvil, según reportó el diario Frontera. No hay ninguna restricción para los estadounidenses que entran a México.
Salvo por el acoso de dos helicópteros que sobrevuelan el campamento de migrantes, Tijuana está en una expectante calma. A las tres de la tarde del 20 de noviembre, había 2.966 personas en el albergue de la unidad Benito Juárez de las cuales, 632 son niños.