El Monasterio de la Santísima Trinidad fue fundado hace 12 años por el Archimandrita Nektariy Haji —Petropoulos para "llamar la atención de los fieles ortodoxos que se encuentran en Ciudad de México". Ubicado en una zona céntrica de la ciudad, se identifica por tener una "cruz rusa" o de ocho brazos en la fachada del edificio. Ha ido creciendo poco a poco.
"Al principio yo era el único sacerdote y tenía dos monjes. Ahora somos siete monjes, tres sacerdotes y tenemos otras ocho misiones en el interior de la República mexicana, con las comunidades rusas y ucranianas de las ciudades grandes", explicó el Archimandrita Nektariy a Sputnik.
Él mismo llegó por primera vez a México cuando era un adolescente en el año 1980. Originario del Mar Negro, de la zona de Abjasia, la facilidad que le brindaba haber aprendido español desde joven, hizo que Haji-Petropoulos fuera el elegido para fundar este Monasterio.
"Pensaron que era la persona indicada para fundar la Iglesia aquí, porque ya hay otras Iglesias ortodoxas no rusas [griega y árabe] pero no es la misma tradición", explicó. El culto del monasterio de la Santísima Trinidad se celebra en eslavo antiguo, a diferencia de las otras iglesias ortodoxas no rusas en México que celebran en español.
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El papel de la música es prioritario durante el culto, que se celebra en la Iglesia de la Santísima Trinidad cada domingo al mediodía. El lugar está lleno, sobre todo de mujeres rusas, que acompañan el canto del coro que domina el lugar. "Curiosamente, el carácter ruso acepta la tradición de la Iglesia, si es creyente, está dispuesto a hacer el ayuno, agregó.
Fundar la Iglesia
Los rusos que viven en México son de primera generación y sus hijos, gracias a la escuela que brinda la Embajada, también aprenden a hablar ruso. "La mayoría de los rusos que llegaron a México no son el típico migrante económico que sale a buscar un porvenir mejor, sino que la mayoría de ellos tiene una carrera universitaria. Nuestra comunidad es muy rica en recursos humanos, hay científicos, médicos, profesores de universidad, escultores, pintores, músicos, que llevan como máximo unos 30 años en el país", explicó.
El principal atributo que la Iglesia le ofreció a estos migrantes fue una posibilidad de "encontrar sus raíces" y mantener el vínculo con su tierra natal. "Algunos de ellos habían ido a la Iglesia de pequeños con sus abuelas, pero la mayoría no sabía nada. Empezaron a venir y a escuchar los cantos en su idioma y la música se les hizo familiar. Vieron que la Iglesia también es una guardiana de las tradiciones del pueblo", comentó el archimandrita.
De profesión médico psiquiatra, también preside una asociación civil, llamada "Comunidad Rusa" que brinda apoyo médico, psicológico y legal a sus compatriotas. "Como México es un país muy hospitalario con los extranjeros, las comunidades de otros países tienden a desaparecer. Tenemos matrimonios mixtos en la mayor parte y corremos peligro que las familias no sigan la tradición si no ponemos atención al cónyuge y lo convertimos".
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Haji-Petropoulos explicó que a pesar de que la comunidad rusa es abierta e integra a los mexicanos, para sobrevivir con su tradición cultural en México "hemos tenido que vivir casi con mentalidad de gueto". "Los rusos son abiertos, no son gente racista porque la Unión Soviética les explicó que todas las raza y pueblos son iguales", indicó.
El archimandrita insiste en que no son una misión mexicana, sino que su Iglesia existe para "rescatar a los fieles de origen ortodoxo con sus cónyuges mexicanos, porque no le cerramos la puerta a nadie".