Su poder está vinculado a la solución de causas "difíciles y desesperadas" y su imagen es comúnmente venerada en casas y vecindades de la Ciudad de México. La fiesta del día 28 de cada mes tiene como epicentro el Templo de San Hipólito, el primero construido por la colonia española en 1521 en un plan que destruyó los lugares sagrados existentes de los mexicas para erigir nuevos templos en los mismos puntos.
Está la estatua, hay veladoras, ropa con la cara del santo que trae una flama sobre la cabeza y un medallón en el pecho, el símbolo de su capacidad de sanar heredada de Cristo. En la mano izquierda lleva un garrote, recuerdo de su martirio. Tal vez lo más destacable de su figura sea el manto verde que trae en su espalda. No es Judas Iscariote, el traidor de Cristo: este Judas, según el mito católico, fue uno de sus primeros predicadores y fue decapitado promoviendo su religión en Persia.
En la charla con Sputnik relató que tiene problemas de consumo de alcohol y drogas pero que hace dos meses "está jurada", una práctica muy común en que la persona promete a su santo que no consumirá durante determinado tiempo: un mes, tres meses, un año. El tiempo se escribe en un papelito pequeño el día del culto, bendecido con el compromiso de la palabra.
"A mí me hace el paro y le traigo unas flores", explica la mujer antes de seguir en la nutrida fila peleando por su espacio para entrar. Hacer "el paro" en el habla coloquial en México es dar una mano, hacer un favor, ayudar.
Hay gente que llega con ollas de elotes para repartir u otras comidas preparadas. También traen artesanías hechas en tiempos de prisión para dejarle como ofrenda, explica otro joven que carga un gran espejo de marco de madera.
Están los que pagan los favores y están los que piden ayuda: enfermedades graves, condenas prolongadas, deudas, adicciones. San Juditas puede escucharlos a todos. Este santo, aunque católico, tiene un arraigo popular basado en una máxima: no discrimina pedidos ni personas, y está dispuesto a dar una mano siempre quien pide esté dispuesta a pagarle.
Los fieles bailan y comen, intercambian regalos y se dan bendiciones. Hay flores, caramelos, estampitas de regalo. También hay caras desencajadas, enojadas, otras de ojos desorbitados. Las misas corren una tras otra y al menos cinco cajas cerradas recorren los pasillos para recoger las donaciones monetarias de los fieles.
Hay tanta gente queriendo entrar a buscar solución a sus vidas difíciles y desesperadas que hay altavoces afuera del Templo que amplifican la voz del cura. Desde el interior, a las cuatro de la tarde, el sacerdote inicia una de las 16 misas del día para alabar al santo que le "hace al paro" a todo mundo.