Hungría podría perder el derecho a voto dentro de la UE si el resto de los 27 países miembros ratifican la decisión, algo difícil de obtener puesto que se cree que Polonia no apoyaría la medida. Es pues un grave apercibimiento que castiga en realidad el rechazo de Hungría a la apertura de sus fronteras a la inmigración masiva y sin control que ha sumido a Europa en la mayor crisis de su historia.
Orbán es desde la crisis de 2015 la bestia negra para un arco político europeo que va desde la extrema izquierda hasta parte de la derecha representada en las instituciones continentales.
El mandatario húngaro, que arrasa en las elecciones nacionales como ninguno de sus homólogos europeos, es acusado de poner en peligro los valores fundamentales de la UE.
Orbán decidió cerrar sus fronteras, construir una valla dentro de los límites de su país y refrendar sus medidas con un referéndum que ganó fácilmente.
Lo que para Orbán era aplicar estrictamente el Tratado de Schengen, para sus enemigos europeos, liberales, de izquierda o conservadores merkelianos, suponía un atentado a los derechos humanos y, más tarde, un ejemplo de insolidaridad con los países vecinos.
Más sobre el tema: ¿Quiere George Soros islamizar Europa?
Orbán, jaleado y apoyado por euroescépticos y nacionalistas, no es, sin embargo, el único dirigente europeo en plantar cara a la Europa oficial.
El primer ministro húngaro fue sometido, según sus seguidores, a un juicio político por parte de los eurodiputados en una jornada que, por una vez, evitó los bostezos en la cámara de Estrasburgo.
Más aquí: Los temas clave del discurso de Junker ante el Parlamento Europeo
La sesión de interrogatorio a Orbán en el Parlamento Europeo permitió a decenas de representantes de todas las formaciones políticas dirigirse al líder húngaro con más o menos carga de insultos y calificativos. En las casi tres horas de debate Orbán solo dispuso de siete minutos al inicio y dos al final para presentar su punto de vista y responder a los ataques.
A las ya conocidas acusaciones sobre la falta de libertad de expresión y al control de la judicatura en las que se basa la propuesta para aplicar a Hungría el artículo 7 de la UE, que dejaría al país sin derecho a voto, entre otras medidas, Orbán contestó afirmando que se trata de una serie de mentiras con una clara motivación política.
Pero nadie contaba con que una exvicepresidenta del Parlamento Europeo fuese miembro de esta etnia y además, representante del Fidesz, el partido de Orban. La ahora diputada, enumeró las políticas llevadas a cabo por el gobierno de Orban para mejorar la situación de los gitanos en su país, un problema de décadas.
Audio: Los gitanos, la población más discriminada de Europa
Más tarde, otro diputado del mismo partido, que se expresaba en el lenguaje de los signos, denunció los ataques a Budapest señalando que era el único país que tenía eurodiputados con alguna discapacidad física. Dos anécdotas, si se quiere, a las que, de todas maneras, los convencidos de la maldad del premier húngaro no hacían caso, pues una mayoría de parlamentarios, una vez lanzado su obligado discurso, se vuelven a refugiar en sus tabletas o celulares.
Hungrexit
El Partido Popular Europeo, al que Orban pertenece, también se unió al coro de castigo y se expone a una división que podría desembocar en escisión. Muchos son los euroescépticos y soberanistas que invitan a Orban a unirse a sus filas en la cámara comunitaria.
La sanción impuesta a Hungría por el Parlamento europeo intenta desactivar el efecto Orban en el resto de Europa, pero puede también producir el efecto contrario y engordar la disidencia. Muchos europeos rechazan la uniformidad de pensamiento que las élites de Bruselas, dicen, pretenden imponer. Para muchos húngaros, además, el Hungrexit no sería algo tan catastrófico, si se les obliga a renunciar a sus principios y a su libertad de conciencia.
Más: El primer ministro de Hungría revela quiénes son 'los invasores de Europa'
Es precisamente la actitud de Hungría y otros países la que ha forzado a la UE a cambiar su política migratoria. Horas después de la sesión inquisitorial aplicada a Orban, el líder máximo de la UE, Jean-Claude Juncker, anunciaba el endurecimiento de las medidas para frenar la inmigración ilegal en Europa. Hace pocos meses hubiera sido tachado de xenófobo o fascista.
Ante este panorama, el jefe de gobierno griego alertó sobre el momento que atraviesa Europa: "Un continente fragmentado, sin cohesión, sin papel en la escena internacional y sin futuro".
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK