La primera vez que Martha Figueroa investigó un caso de pornografía infantil de niñas indígenas en Chiapas, al sur de México, fue hace cuatro años, a partir de la desaparición de una niña en San Cristóbal de las Casas que vendía flores y artesanías al turismo, la principal actividad económica de esta ciudad colonial mexicana en los últimos 15 años.
Martha Figueroa, que es representante legal de la organización "Grupo de mujeres San Cristóbal de las Casas", sostiene que con el crecimiento del turismo, comenzaron a darse casos de explotación sexual de niñas indígenas:
"En San Cristóbal ocurre lo que mismo que en Tailandia o Brasil, donde las niñas son objeto de trata sexual. Nos empezamos a dar cuenta de que había niñas en situación de calle que si bien venían acompañadas de su familia, no faltaba el turista cochino que les decía ‘préstame a la niña y te la pago', las obligaban a tener relaciones sexuales y las regresaban".
El caso que las llevó a encontrar un conjunto de producciones pornográficas con niñas, adolescentes y mujeres indígenas fue hace cuatro años. "Empezamos a ver que el tema de la desaparición de niños y niñas indígenas en situación de calle estaba ligado también a la explotación y la trata ante la falta de una niña que vendía a los turistas en la calle, hasta que uno de los chavos que trabaja con nosotros la encontró en una foto de tapa de un video pornográfico", contó.
En la foto, la niña se veía con su atuendo típico en la plaza de la Catedral de San Cristóbal, que tiene un característico color amarillo en sus paredes. "En el vídeo aparecían otras niñas y mujeres pero no ella, que sigue desaparecida. Cuando preguntamos, sólo nos dijeron que un tío se la había llevado a trabajar a Cancún", otro destino turístico mexicano por excelencia.
Cuando hicieron la denuncia en la justicia local, la investigación empezó, pero al presentar el vídeo, les dijeron que como la niña no aparecía filmada, la foto de tapa no era prueba suficiente para considerarla víctima y la investigación se cayó.
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"Ni la madre, ni los tíos ni nadie levanta la voz para avisar la falta de un niño que explota laboralmente o que se lo dejó encargado con una señora que ahora le dice que la niña se fue con el novio sin avisar y no saben dónde está. Entonces desaparece. No sabemos si fue entregada a una red de traficantes, si la niña se salió o se la robaron. No se sabe qué pasa con esas niñas", agregó.
La otra trata
Figueroa señala que cuando se habla de trata siempre se piensa en explotación sexual, pero en Chiapas la más común es la trata laboral, disfrazada a veces de ayuda o de caridad. "En Chiapas, la violencia hacia niñas, niños y mujeres tiene un componente distinto. Geográficamente, estamos en medio de todos los proyectos estratégicos, como el Plan Puebla-Panamá, que es parte del Plan Mérida de seguridad de Estados Unidos. Es un estado multi-diverso en más de un sentido, de riqueza ecológica, biodiversidad y población", explicó.
La presión sobre esta zona se incrementó con la aplicación del Plan Frontera Sur que logró que desde el 2015, México deporte cada año a más centroamericanos que Estados Unidos, revirtiendo la tendencia histórica del siglo XX.
"El tema de la trata en México no es de ahorita. Recuerdo que cuando se hizo la Comisión de la Verdad en Guatemala tras el conflicto armado, uno de los testigos mexicanos fue un cacique finquero que había explotado de manera terrible a mujeres y niños en una finca cafetalera cerca de Tapachula. La gente lo quería porque les había dado un trabajo y techo pagados con comida, pero yo decía que el hombre era un tratante", sostuvo.
"Las niñas indígenas venían a la ciudad por encargo de una señora rica, para ser mantenida en la casa y que se ‘acristianara': que aprendiera español, fuera a la escuela y trabajara como sirvienta. Incluso tenían cargos específicos como 'cargadoras' del bebé chico de una madre recién parida, porque las niñas indígenas aprenden pronto a cargar a los bebés en la espalda con el rebozo", relató Figueroa a Sputnik.
Para las familias indígenas, eso les quitaba una boca para alimentar, cuando usualmente tenían más hijos a los que atender con jornales muy bajos, de medio dólar, dice Figueroa, a quienes "les resultaba un alivio que la niña se fuera de crianza a San Cristóbal".
A veces se hace con sus familias, agregó, pero otras se hace de manera forzosa. "Cuando el turismo se volvió la más importante económicamente de San Cristóbal, se empezó a vender sexualmente a estas niñas".
Figueroa explicó a Sputnik que a raíz de las denuncias presentadas sobre los videos pornográficos donde aparecen niñas y mujeres indígenas que hallaron en aquel primer caso, dejaron de vender estos videos en San Cristóbal. Pero dice que aún pueden ser hallados en los mercados de San Juan Chamula, un poblado indígena a 10 minutos del corazón turístico de Chiapas, "donde es obvio que hay explotación laboral y sexual de niños, niñas y adolescentes", concluyó.