Una lista de las nuevas organizaciones sociales surgidas en esos años, sorprendería aún a los propios protagonistas. Fue el período en el que se activaron los pueblos originarios y afroamericanos, pero también los campesinos y estudiantes, los sindicatos obreros y las guerrillas que siguieron el camino del Che Guevara, caído en combate en octubre de 1967 en Bolivia. En su homenaje, Cuba proclamó 1968 como 'Año del guerrillero heroico'.
Desde la óptica obrera, la acción más importante sucedió tres meses después del fin de ese año, en marzo de 1969, cuando unos 40.000 trabajadores automotrices de la ciudad de Córdoba (Argentina), desafiaron al régimen militar de Juan Carlos Onganía en las calles. Apoyados por estudiantes, los obreros ocuparon el centro de la ciudad el 29 de marzo, corrieron a la policía que agotó los gases lacrimógenos, asaltaron comisarías, tomaron edificios públicos y se enfrentaron a las tropas que el gobernador debió llamar para reponer el orden.
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El Cordobazo fue la insurrección obrera más notable del período, que no triunfó pero forzó a la dictadura a emprender la retirada. Lo más destacable es que en los meses siguientes se produjeron 15 levantamientos populares en una decena de ciudades argentinas, entre ellas Rosario y Córdoba, que volvió a protagonizar una nueva insurrección en 1971. Los obreros manuales desbordaron el control en las fábricas y en las calles.
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Pero el campesinado aprovechó la oportunidad para desprenderse de la tutela del Gobierno reformista de Lleras. En una clara ruptura con los terratenientes y también con el Gobierno que intentaba conciliar intereses antagónicos, ocuparon 645 fincas de grandes propietarios en los últimos meses de 1971.
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En mayo había 10 liceos ocupados, dos cerrados por huelga, tres cerrados por el Gobierno para evitar ocupaciones y los enfrentamientos con la policía eran casi diarios. En julio el Gobierno decreta la militarización de los funcionarios estatales de electricidad, agua, petróleo y telecomunicaciones que estaban en conflicto y se produce la confluencia entre obreros y estudiantes.
En torno a 1968 emergió una nueva generación de movimientos y de activistas, mucho más politizados y activos que los anteriores. Buena parte de las organizaciones que en los años siguientes jugaron un papel social y político destacado, nacieron en esos años. Vale mencionar el Movimiento Julián Apaza en Bolivia, cuna del katarismo; la Federación de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (Fucvam) en Uruguay; el Consejo Regional Indígena del Cauca en Colombia y la Ecuarunari en Ecuador, entre los más destacados. Años después, pero también influidos por la oleada de 1968, nacen Madres de Plaza de Mayo en Argentina y el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra en Brasil.
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En 1968 Paulo Freire redacta su libro 'Pedagogía del oprimido', que es la carta de nacimiento de la educación popular y el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez pronuncia una conferencia titulada 'Hacia una teología de la liberación', con la que nace esta corriente religiosa. En el terreno del pensamiento crítico, son los años de elaboración y difusión de la teoría marxista de la dependencia por los brasileños Ruy Mauro Marini y Theotonio dos Santos, y de la formulación de la teoría de marginalidad por Aníbal Quijano, José Nun y Miguel Murmis.
Este ciclo virtuoso en torno a 1968 fue interrumpido brutalmente por los golpes de Estado en Chile y Uruguay (1973), y en Argentina (1976), y por la represión en casi todos los demás países. Pero provocó cambios muy profundos, tanto en las sociedades como en el sistema político.
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En primer lugar, deslegitimó a las viejas oligarquías y a las derechas, y a buena parte de las fuerzas que apoyaban a los Estados Unidos. Aunque los cambios no fueron inmediatos, las bases sobre las que gobernaron aquellas oligarquías fueron erosionadas por la irrupción de las nuevas generaciones de jóvenes.
La tercera cuestión son los cambios culturales generados a partir de la década de 1960, que pueden sintetizarse en una menor legitimación del imperialismo, del autoritarismo y de todas las formas de dominación, en un amplio espectro que va desde la familia y la escuela hasta los lugares de trabajo y las instituciones.
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Aún estamos viviendo, o sufriendo, si se prefiere, las consecuencias de 1968. En adelante nada volvió a ser igual. Los poderosos tuvieron más dificultades para imponer su voluntad; los dominados tienden a salir de ese lugar. El mundo, para bien o para mal, es un lugar menos estable y más caótico; pero los cambios se han convertido en norma en nuestras sociedades.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK