Los aspirantes internados tienen entre 19 y 26 años de edad y reciben tratamiento en el hospital Enrique Vera Barros de la capital provincial. El grupo resultó extenuado con las prácticas físicas del 5 de febrero, jornada que reportó una máxima de 34 grados celsius.
La directiva comprende además "el arresto de la totalidad de la cúpula del Instituto de Seguridad", junto a los instructores a cargo del entrenamiento. Asimismo, se dispuso la suspensión de actividades físicas en la Escuela de cadetes de la Policía provincial y anunció que se profundizarán los controles médicos, publicó Infobae.
El último parte de los médicos sobre el estado de salud de los jóvenes mantiene bajo "pronóstico reservado" a los de terapia, mientras que el resto evoluciona de manera favorable.
La noticia ocasionó un enorme debate en las redes sociales y en los medios de comunicación sobre la pertinencia de estos entrenamientos y reavivó la polémica sobre el caso del argentino Omar Carrasco, quien fuera asesinado en 1994 mientras cumplía con el servicio militar obligatorio en la localidad de Zapala, provincia de Neuquén.
Según trascendió con la investigación, a Carrasco le pegaron porque era "torpe", y eso desató la ira violenta de un subteniente. El caso fue encubierto durante dos semanas por las autoridades militares que informaron a los padres de la supuesta deserción del joven.
El cadáver de Carrasco fue hallado un mes después de la paliza en terrenos cercanos al cuartel y vestía ropa militar que no era de su talla. Por el crimen fueron condenados en 1996 cuatro responsables, a penas de hasta 15 años de prisión.
Los casos de abuso y violencia en instancias militares no son exclusivos de Argentina. En septiembre de 2017, ex soldados chilenos demandaron al Estado por cerca de 6,6 millones de dólares a causa del grave daño ocasionado a la salud física y mental tras su paso por el servicio militar obligatorio.
Son 75 ex soldados, veteranos chilenos del conflicto de Beagle de 1978, quienes aseguran que en su momento recibieron diversos tratos "vejatorios", que incluían desde los alimentos que les entregaban hasta la indiferencia por su entrega a la causa.
Las violaciones a los derechos humanos durante esta etapa de la historia chilena tienen que ver con abusos y torturas sufridas por los conscriptos que cumplían su servicio militar. Pedro Cáceres y Manuel Ureta, quienes fueron torturados por sus superiores, junto a otros 436 exconscriptos, llevaron décadas después dichos abusos ante la justicia.
"Nos usaron para todo el trabajo sucio y abusaron de nosotros. Sufrimos mutilaciones, donde [algunos] fueron devueltos parapléjicos a sus padres, sufrimos puntapiés que nos rompían los testículos, metían sus cabezas en toneles llenos de agua hasta sacarlos semi ahogados o desmayados", contó Cáceres al sitio Cooperativa.
Cáceres y Ureta agregaron que durante el servicio fueron obligados a comer excrementos humanos y de animales, tuvieron que presenciar fusilamientos y luego trasladar los cadáveres. Muchos fueron amarrados a estacas durante días enteros sin alimentación ni agua, fueron víctimas de simulacros de fusilamientos, de torturas y golpes de electricidad.
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"En suma, no había reglas que rigieran las conductas de los superiores", explicó Cáceres.
En 2006 los conscriptos chilenos de entre 1973 y 1990, fueron remunerados con un sueldo mínimo y sin cotizaciones previsionales, lo que trajo como consecuencia que muchos sufrieran un grave daño previsional.