Hubo un presidente de los EEUU al que los historiadores recuerdan por su exuberante personalidad de 'cowboy', su masculinidad, un fervoroso nacionalismo y su capacidad de liderazgo. Se llamó Theodore Roosevelt y en contra de las apariencias fue un niño enfermizo y débil que sufría asma y casi no salía de su casa.
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Theodore Roosevelt instauró lo que se conoce como el 'corolario a la Doctrina Monroe', que estableció derechos casi coloniales sobre América Latina. En efecto, el Corolario considera que cualquier país que ponga en peligro los intereses de los ciudadanos estadounidenses o de sus empresas, podía ser intervenido militarmente.
La lista de intervenciones militares y diplomáticas es muy larga. Las acciones militares estuvieron focalizadas en el Caribe, Centroamérica y México, mientras que en Sudamérica las principales estrategias fueron acciones desestabilizadoras encubiertas, presiones diplomáticas y económicas.
No es habitual, como señala el medio alemán Deutsche Welle, que un alto cargo de los EEUU defienda abiertamente un golpe de Estado, o una invasión militar como hizo el presidente Donald Trump días antes.
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La escalada de la Casa Blanca sobre la región tiene, sin embargo, unas cuantas diferencias respecto al Gran Garrote que utilizó la potencia en sus relaciones con América Latina un siglo atrás.
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La segunda es que la diplomacia estadounidense genera más rechazos que apoyos. En un momento en el que la región se vuelca hacia la derecha, Tillerson no parece comprender las razones de fondo por las cuales los nuevos gobernantes, como Mauricio Macri, mantienen sus alianzas con China y Rusia, como lo demostró recientemente el presidente argentino en su visita a Moscú.
Cuando afirma que China realiza "prácticas de comercio injustas" y que Rusia apoya a países "no democráticos", parece estar relatando la historia de las relaciones de EEUU con América Latina. Para cualquier habitante de la región, la afirmación de que "América Latina no necesita de nuevos poderes imperiales que solo miran por su interés" suena a broma de mal gusto.
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Culpar a los demás de las propias dificultades y limitaciones, es un mal camino que no hace sino crearle más dificultades. Algún tipo de intervención en Venezuela no es un buen camino para mejorar las cosas en la región. Ya casi no existen países latinoamericanos que apoyen el bloqueo a Cuba. Será aún más difícil encontrar apoyos para una invasión o un golpe militar.
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La impresión es que la gira de Tillerson y las declaraciones de Trump no contribuyen a mejorar las relaciones de Washington con América Latina, y muestran más debilidades que fortalezas, además de un escaso conocimiento de la realidad regional.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK