Xochimilco: el sacrificio de la herencia cultural en beneficio de la industria turística
Xochimilco: el sacrificio de la herencia cultural en beneficio de la industria turística
Sputnik Mundo
Xochimilco, lugar icónico de Ciudad de México por sus grandes lagos, su historia milenaria prehispánica y su riqueza natural, vive desde hace años un rápido... 05.05.2023, Sputnik Mundo
El sistema artificial de cultivo, el recorrido por las chinampas, la venta de flores y los paseos en trajineras (lanchas o embarcaciones pequeñas) atraen a cientos de miles de visitantes al año a este sitio turístico enclavado en el sur de la capital mexicana. Sin embargo, la deformación de Xochimilco, que no es reciente, se acelera a pasos agigantados. Existen diversos trabajos académicos que ubican el proceso de urbanización de la zona como principal responsable de la transformación de la que antes era una de las principales proveedoras agrícolas de la ciudad, gracias, precisamente, al sistema de chinampas.Las chinampas son una especie de balsa fija construida con troncos y varas sobre los lagos, lo que a su vez las convierte en tierra fértil para el cultivo de diferentes tipos de vegetación.De acuerdo con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), esta técnica fue desarrollada en la época de los toltecas, pero se popularizó en 1519. Además de su función productiva, las chinampas "también permiten conservar las áreas lacustres que, a su vez, son un complejo ecosistema con efectos benéficos sobre el clima y la calidad del aire en Ciudad de México".Tras la Revolución Mexicana, las autoridades tanto federales como locales impulsaron programas de urbanización para Xochimilco, principalmente la construcción de carreteras y tranvías que lo conectaran con la zona centro.Para investigadores como el maestro en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Texas, Óscar Alatriste-Guzmán, este proceso se combinó, a su vez, con un aumento de la demanda de agua de los canales xochimilcas para su distribución en la capital, lo que produjo una caída drástica en la capacidad de cultivo de los dueños de las chinampas.De las 20.000 hectáreas dedicadas a las chinampas en la época prerevolucionaria se pasó, en 1980, a apenas 2.293, de las cuales únicamente 1.070 se usaban para cultivo.En este contexto, miles de familias originarias, dedicadas únicamente al cultivo, se vieron obligadas a vender sus chinampas y a buscar alternativas de trabajo y vivienda, un fenómeno que abarató la zona y produjo una llegada masiva de población urbana.Tan solo entre 1930 y 1950 se estima que la población total en Xochimilco pasó de 22.000 a 43.000; para la década de 1980 la población ya era de 369.000, de los cuales solo 50.000 se consideraban nativos de la zona. Hasta 2020 en dicha alcaldía vivían más de 442.000 personasSin embargo, el destino de este sitio quedó marcado a mediados de los 80 por dos sucesos diferentes: el sismo de 1985 que llevó a la población fuera de Xochimilco a buscar nuevos hogares ante la pérdida de los suyos y la declaración de este lugar, en 1987, como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UnO, una denominación con la que se busca establecer la importancia ecológica, social y cultura de una zona, sobre todo, para promover su cuidado.tegrante de la asociación ambientalista Preservacf.El activista impulsó en 2022 una denuncia por el llamado Ajolotón, un evento con el que se festejaría la liberación de 200 ajolotes nacidos en cautiverio. Las autoridades hicieron un acto simbólico en el que liberaron a seis ajolotes en el embarcadero Cuemanco, a pesar de que estos anfibios son incapaces de sobrevivir en dichas aguas por la contaminación y la fauna depredadora.Especies como la carpa y la tilapia fueron introducidas en la década de 1980 para aumentar la oferta de alimentos lo que, en combinación con los altos niveles de contaminación de los canales, hicieron que el ajolote se convirtiera en una especie en peligro de extinción. Según estimaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en 1988 había un promedio de 6.000 ajolotes por cada kilómetro. Para 2014 la cifra se redujo a unos 37 ajolotes por kilómetro cuadrado. De la chinampa a la cantinaCada fin de semana los embarcaderos de esta zona ubicada al sur de la capital mexicana se llenan de jóvenes que organizan fiestas en trajineras rentadas por 600 pesos la hora. Botellas de licor y cervezas fluyen sin ningún tipo de límite, mientras las bocinas llenan el ambiente con reguetón y corridos tumbados, en canales que otrora fueron la residencia de especies endémicas como el ajolote."Para mí sería mejor que ya no se vendiera nada de alcohol", afirma Manuel, dueño de una trajinera en el pequeño embarcadero Belem, con 30 años de existencia. Después de 25 años de trabajar en las trajineras, Manuel considera que sus clientes ideales son turistas que vienen a conocer los legendarios canales, pero la demanda de alcohol de los locales le obliga a comprar cerveza que muchas veces no se vende porque cada grupo lleva sus propias bebidas: desde botellas hasta cajas completas.En embarcaderos más populares, como el de Nativitas, se aprecia en lo que se han convertido las trajineras de Xochimilco: un lugar donde la gente acude a beber alcohol, al grado que lo que antes eran remeros vendiendo flores y artesanías en sus balsas hoy se convirtieron en transportadores de hieleras llenas de caguamas (cervezas de litro), vasos desechables y demás ingredientes para preparar bebidas alcohólicas."Muchos vienen a tomarse una cervecita, a degustar algún alimento, pero los alimentos vienen acompañados de alguna bebida", declaró a Sputnik el subdirector de Operación y Servicios Turísticos de la Alcaldía, David Martínez Rojas, encargado de supervisar el operativo para evitar el consumo de alcohol en la zona de embarque.El plan se lleva a cabo cada fin de semana, cuando aumenta la afluencia de visitantes, pero recientemente se ha puesto particularmente mediático debido a una riña que se presentó el 23 de abril. Si bien aquel suceso no se tradujo en muertes, los embarcaderos han sido testigos de fallecimientos por ahogamiento de personas en estado de ebriedad como ocurrió en septiembre de 2019, cuando un joven originario de Puebla cayó al canal mientras brincaba de trajinera a trajinera.Un patrimonio en deterioroDesde la academia se ubican diversos procesos de urbanización intensificada en Xochimilco. El primero, en la década de los 30; después en los 50 con un importante punto de inflexión en el 1968, a raíz de la organización de los Juegos Olímpicos en México.Sin embargo, el destino de este sitio quedó marcado a mediados de los 80 por dos sucesos diferentes: el sismo de 1985 que llevó a la población fuera de Xochimilco a buscar nuevos hogares ante la pérdida de los suyos y la declaración de este lugar, en 1987, como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, una denominación con la que se busca establecer la importancia ecológica, social y cultura de una zona, sobre todo, para promover su cuidado.Ya desde 2005 la propia Unescon reconoció las deficiencias en la gestión de la actividad turística en la zona. En un artículo firmado por el especialista en Patrimonio Cultural de la Unesco, Ciro Caraballo, Xochimilco es ejemplo de lo que sucede cuando se apertura un sitio como destino turístico sin contar con la infraestructura adecuada para evitar daños ambientales, sociales y culturales.A pesar de que siguen vigentes algunos de sus principales atractivos, como la cosecha de cempasúchil, la venta en el mercado de flores Madreselva y el Museo Dolores Olmedo, la mayoría de los visitantes opta por acudir a las trajineras, "mientras que los servicios dirigidos a este mercado de usuarios siguen siendo una de las actividades generadoras de empleos más importantes de la delegación".Según estimaciones de la Unesco, más del 65% de los visitantes de Xochimilco acude para subirse a las trajineras, siendo la mayoría población local de Ciudad de México quienes llegan a los embarcaderos a "pasarla bien", como afirma el subdirector, David Martínez Rojas.Pese a los reglamentos para tratar de regular la actividad en la zona, como el establecido en 2019 tras la muerte del joven poblano y que limitaba el consumo de alcohol a tres cervezas por persona o una botella por trajinera, el cambio es evidente en la zona de embarcaderos donde se observan casas acopladas como restaurantes-bares improvisados y trajineras que antes comerciaban flores y recuerdos convertidos en pequeñas cantinas flotantes."Tenemos viviendo aquí 52 años. Yo conocí un Xochimilco familiar, un Xochimilco turístico en el que se quería ver dónde se producían las plantas, cuántas iglesias teníamos, los corredores prehispánicos que teníamos ahí, la mansión de Santa Cruz, las diferentes ferias, el dulce cristalizado, la miel y el amaranto, el olivo y la semilla del maíz. Todo ese turismo que teníamos, ese nivel diverso, se acabó porque hemos convertido a Xochimilco en un gran bar donde se vende de todo. El siguiente paso es que haya prostitución en las trajineras", comenta Óscar Camacho.Para el la transformación turística de Xochimilco se ha traducido también en un incremento en actos delictivos, lo que coincide con la percepción de inseguridad de la población.La Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), correspondiente al primer trimestre de 2023, señala que el 69,5% de los habitantes de Xochimilco se sienten inseguros, una cifra por arriba de la medida nacional ubicada en 62,1%."No era tan descarado [el consumo de alcohol], descontrolado. Antes los remeros éramos de aquí, pero ahora tienen otro perfil, un perfil de venderlos todo [...]", se queja el activista.Y la lucha por la conservación de Xochimilco sigue, como en los tiempos en que los zapatistas llegaron a esta zona tras la Revolución: en diciembre de 2022 se registró un enfrentamiento entre las fuerzas de seguridad de Ciudad de México y representantes del barrio de San Gregorio, quienes se opusieron a una serie de obras para continuar con la explotación de agua en la zona, en beneficio de la capital.Meses antes, la Jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, enfrentó duras críticas y resistencias por la destrucción de un humedal de entre 14.000 y 16.000 metros cuadrados para la construcción de un puente vehicular en Periférico Sur, sin que hasta el momento se haya informado sobre las acciones para subsanar el daño que produjo esta obra."Se dice que, para grandes problemas, se necesitan grandes soluciones. Si no radicalizamos las medidas para solucionarlo, esto va a seguir en deterioro el tiempo que queramos", opina Óscar Camacho.
Xochimilco, lugar icónico de Ciudad de México por sus grandes lagos, su historia milenaria prehispánica y su riqueza natural, vive desde hace años un rápido proceso de urbanización que lo ha convertido en un salón de fiestas flotante.
El sistema artificial de cultivo, el recorrido por las chinampas, la venta de flores y los paseos en trajineras (lanchas o embarcaciones pequeñas) atraen a cientos de miles de visitantes al año a este sitio turístico enclavado en el sur de la capital mexicana. Sin embargo, la deformación de Xochimilco, que no es reciente, se acelera a pasos agigantados.
Existen diversos trabajos académicos que ubican el proceso de urbanización de la zona como principal responsable de la transformación de la que antes era una de las principales proveedoras agrícolas de la ciudad, gracias, precisamente, al sistema de chinampas.
Las chinampas son una especie de balsa fija construida con troncos y varas sobre los lagos, lo que a su vez las convierte en tierra fértil para el cultivo de diferentes tipos de vegetación.
De acuerdo con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), esta técnica fue desarrollada en la época de los toltecas, pero se popularizó en 1519. Además de su función productiva, las chinampas "también permiten conservar las áreas lacustres que, a su vez, son un complejo ecosistema con efectos benéficos sobre el clima y la calidad del aire en Ciudad de México".
Tras la Revolución Mexicana, las autoridades tanto federales como locales impulsaron programas de urbanización para Xochimilco, principalmente la construcción de carreteras y tranvías que lo conectaran con la zona centro.
Para investigadores como el maestro en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Texas, Óscar Alatriste-Guzmán, este proceso se combinó, a su vez, con un aumento de la demanda de agua de los canales xochimilcas para su distribución en la capital, lo que produjo una caída drástica en la capacidad de cultivo de los dueños de las chinampas.
De las 20.000 hectáreas dedicadas a las chinampas en la época prerevolucionaria se pasó, en 1980, a apenas 2.293, de las cuales únicamente 1.070 se usaban para cultivo.
En este contexto, miles de familias originarias, dedicadas únicamente al cultivo, se vieron obligadas a vender sus chinampas y a buscar alternativas de trabajo y vivienda, un fenómeno que abarató la zona y produjo una llegada masiva de población urbana.
Tan solo entre 1930 y 1950 se estima que la población total en Xochimilco pasó de 22.000 a 43.000; para la década de 1980 la población ya era de 369.000, de los cuales solo 50.000 se consideraban nativos de la zona. Hasta 2020 en dicha alcaldía vivían más de 442.000 personas
Sin embargo, el destino de este sitio quedó marcado a mediados de los 80 por dos sucesos diferentes: el sismo de 1985 que llevó a la población fuera de Xochimilco a buscar nuevos hogares ante la pérdida de los suyos y la declaración de este lugar, en 1987, como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UnO, una denominación con la que se busca establecer la importancia ecológica, social y cultura de una zona, sobre todo, para promover su cuidado.tegrante de la asociación ambientalista Preservacf.
El activista impulsó en 2022 una denuncia por el llamado Ajolotón, un evento con el que se festejaría la liberación de 200 ajolotes nacidos en cautiverio. Las autoridades hicieron un acto simbólico en el que liberaron a seis ajolotes en el embarcadero Cuemanco, a pesar de que estos anfibios son incapaces de sobrevivir en dichas aguas por la contaminación y la fauna depredadora.
Especies como la carpa y la tilapia fueron introducidas en la década de 1980 para aumentar la oferta de alimentos lo que, en combinación con los altos niveles de contaminación de los canales, hicieron que el ajolote se convirtiera en una especie en peligro de extinción.
Según estimaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en 1988 había un promedio de 6.000 ajolotes por cada kilómetro. Para 2014 la cifra se redujo a unos 37 ajolotes por kilómetro cuadrado.
"Estamos en una línea tan delgada que podemos perder nuestros pulmones, nuestro riñón, nuestro hígado, nuestro estómago que purifica y mantiene la temperatura y el buen ambiente en Ciudad de México", advierte Óscar Camacho.
Cada fin de semana los embarcaderos de esta zona ubicada al sur de la capital mexicana se llenan de jóvenes que organizan fiestas en trajineras rentadas por 600 pesos la hora. Botellas de licor y cervezas fluyen sin ningún tipo de límite, mientras las bocinas llenan el ambiente con reguetón y corridos tumbados, en canales que otrora fueron la residencia de especies endémicas como el ajolote.
"Para mí sería mejor que ya no se vendiera nada de alcohol", afirma Manuel, dueño de una trajinera en el pequeño embarcadero Belem, con 30 años de existencia.
Después de 25 años de trabajar en las trajineras, Manuel considera que sus clientes ideales son turistas que vienen a conocer los legendarios canales, pero la demanda de alcohol de los locales le obliga a comprar cerveza que muchas veces no se vende porque cada grupo lleva sus propias bebidas: desde botellas hasta cajas completas.
En embarcaderos más populares, como el de Nativitas, se aprecia en lo que se han convertido las trajineras de Xochimilco: un lugar donde la gente acude a beber alcohol, al grado que lo que antes eran remeros vendiendo flores y artesanías en sus balsas hoy se convirtieron en transportadores de hieleras llenas de caguamas (cervezas de litro), vasos desechables y demás ingredientes para preparar bebidas alcohólicas.
"Muchos vienen a tomarse una cervecita, a degustar algún alimento, pero los alimentos vienen acompañados de alguna bebida", declaró a Sputnik el subdirector de Operación y Servicios Turísticos de la Alcaldía, David Martínez Rojas, encargado de supervisar el operativo para evitar el consumo de alcohol en la zona de embarque.
El plan se lleva a cabo cada fin de semana, cuando aumenta la afluencia de visitantes, pero recientemente se ha puesto particularmente mediático debido a una riña que se presentó el 23 de abril. Si bien aquel suceso no se tradujo en muertes, los embarcaderos han sido testigos de fallecimientos por ahogamiento de personas en estado de ebriedad como ocurrió en septiembre de 2019, cuando un joven originario de Puebla cayó al canal mientras brincaba de trajinera a trajinera.
"Resguardamos al turista, ya sea nacional o extranjero, porque luego a veces ya con unas copas cambia el sistema, el comportamiento […]. Lo que nos corresponde es que lleguen bien a sus casas", afirma Martínez Rojas.
Ayer sábado se armó tremenda pelea en Xochimilco, CDMX. Jóvenes turistas se dieron con todo ante las miradas de las personas que estaban ahí. pic.twitter.com/05qktwNWZT
Desde la academia se ubican diversos procesos de urbanización intensificada en Xochimilco. El primero, en la década de los 30; después en los 50 con un importante punto de inflexión en el 1968, a raíz de la organización de los Juegos Olímpicos en México.
Sin embargo, el destino de este sitio quedó marcado a mediados de los 80 por dos sucesos diferentes: el sismo de 1985 que llevó a la población fuera de Xochimilco a buscar nuevos hogares ante la pérdida de los suyos y la declaración de este lugar, en 1987, como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, una denominación con la que se busca establecer la importancia ecológica, social y cultura de una zona, sobre todo, para promover su cuidado.
Ya desde 2005 la propia Unescon reconoció las deficiencias en la gestión de la actividad turística en la zona. En un artículo firmado por el especialista en Patrimonio Cultural de la Unesco, Ciro Caraballo, Xochimilco es ejemplo de lo que sucede cuando se apertura un sitio como destino turístico sin contar con la infraestructura adecuada para evitar daños ambientales, sociales y culturales.
A pesar de que siguen vigentes algunos de sus principales atractivos, como la cosecha de cempasúchil, la venta en el mercado de flores Madreselva y el Museo Dolores Olmedo, la mayoría de los visitantes opta por acudir a las trajineras, "mientras que los servicios dirigidos a este mercado de usuarios siguen siendo una de las actividades generadoras de empleos más importantes de la delegación".
Según estimaciones de la Unesco, más del 65% de los visitantes de Xochimilco acude para subirse a las trajineras, siendo la mayoría población local de Ciudad de México quienes llegan a los embarcaderos a "pasarla bien", como afirma el subdirector, David Martínez Rojas.
Pese a los reglamentos para tratar de regular la actividad en la zona, como el establecido en 2019 tras la muerte del joven poblano y que limitaba el consumo de alcohol a tres cervezas por persona o una botella por trajinera, el cambio es evidente en la zona de embarcaderos donde se observan casas acopladas como restaurantes-bares improvisados y trajineras que antes comerciaban flores y recuerdos convertidos en pequeñas cantinas flotantes.
"Tenemos viviendo aquí 52 años. Yo conocí un Xochimilco familiar, un Xochimilco turístico en el que se quería ver dónde se producían las plantas, cuántas iglesias teníamos, los corredores prehispánicos que teníamos ahí, la mansión de Santa Cruz, las diferentes ferias, el dulce cristalizado, la miel y el amaranto, el olivo y la semilla del maíz. Todo ese turismo que teníamos, ese nivel diverso, se acabó porque hemos convertido a Xochimilco en un gran bar donde se vende de todo. El siguiente paso es que haya prostitución en las trajineras", comenta Óscar Camacho.
Para el la transformación turística de Xochimilco se ha traducido también en un incremento en actos delictivos, lo que coincide con la percepción de inseguridad de la población.
La Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), correspondiente al primer trimestre de 2023, señala que el 69,5% de los habitantes de Xochimilco se sienten inseguros, una cifra por arriba de la medida nacional ubicada en 62,1%.
"No era tan descarado [el consumo de alcohol], descontrolado. Antes los remeros éramos de aquí, pero ahora tienen otro perfil, un perfil de venderlos todo [...]", se queja el activista.
Y la lucha por la conservación de Xochimilco sigue, como en los tiempos en que los zapatistas llegaron a esta zona tras la Revolución: en diciembre de 2022 se registró un enfrentamiento entre las fuerzas de seguridad de Ciudad de México y representantes del barrio de San Gregorio, quienes se opusieron a una serie de obras para continuar con la explotación de agua en la zona, en beneficio de la capital.
Meses antes, la Jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, enfrentó duras críticas y resistencias por la destrucción de un humedal de entre 14.000 y 16.000 metros cuadrados para la construcción de un puente vehicular en Periférico Sur, sin que hasta el momento se haya informado sobre las acciones para subsanar el daño que produjo esta obra.
"Se dice que, para grandes problemas, se necesitan grandes soluciones. Si no radicalizamos las medidas para solucionarlo, esto va a seguir en deterioro el tiempo que queramos", opina Óscar Camacho.
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