¿Sienten dolor los insectos? Estos científicos dicen que sí
¿Sienten dolor los insectos? Estos científicos dicen que sí
Sputnik Mundo
Durante mucho tiempo se ha considerado que los insectos son unas criaturas que no tienen sentimientos y son regidas por reacciones robóticas en el ambiente en... 11.07.2022, Sputnik Mundo
Comportamientos complejos, desde las abejas que se comunican a través de la danza hasta las increíbles hazañas de cooperación de las hormigas, son una muestra de que los insectos son más que unos meros biorrobots. Y ahora hay cada vez más pruebas de que estas pequeñas criaturas también pueden experimentar dolor.La nocicepción —la detección por parte del sistema nervioso sensorial de estímulos desagradables, como el ardor químico, los cortes y la presión contundente— desencadena una serie de respuestas fisiológicas y de comportamiento en los animales. Una de ellas puede ser la percepción del dolor.Está bien documentado que los insectos tienen respuestas de evitación al contacto potencialmente dañino. De hecho, en 2019, en un experimento, la mosca de la fruta, Drosophila, mostró síntomas de dolor crónico después de que los investigadores le quitaran la pata.Cuando la mosca de la fruta se curó, los investigadores descubrieron que su pata contralateral se volvió hipersensible. Los autores atribuyeron esta hipersensibilidad a una posible pérdida del "freno del dolor" en la cuerda nerviosa de la mosca.Este mecanismo alivia la percepción del dolor, pero el freno desaparece por completo en las moscas de la fruta cuando los nervios sensoriales se sobreestimulan.No obstante, ¿se trata realmente del dolor como lo entendemos los humanos? Incluso las bacterias se alejan de los estímulos desagradables, lo que demuestra una vez más que detectar el dolor en otros seres vivos no es tan sencillo como observar una reacción negativa ante un contacto dañino.Para registrar una sensación de dolor de una manera consciente necesitamos un complejo sistema fisiológico que se conecta con nuestro cerebro y posiblemente incluso con las emociones. En los mamíferos, los nociceptores (receptores del dolor) envían la alarma de los estímulos aversivos a nuestro cerebro, donde las neuronas generan la sensación física y emocional negativa del dolor.Los estudios demuestran que la nocicepción y el dolor pueden regularse de forma independiente y se han identificado sistemas distintos para la regulación de cada uno de estos mecanismos. Dichos sistemas aún no se han identificado completamente en los insectos.Un ejemplo de ello son los soldados, que en muchas ocasiones no perciben las lesiones graves en el campo de batalla, ya que los propios opiáceos del cuerpo suprimen la señal nociceptiva, añade Gibbons. Por eso surgió la pregunta: ¿tiene el cerebro de los insectos los mecanismos nerviosos que harían plausible la experiencia de una percepción parecida al dolor, en lugar de la simple nocicepción básica?Para responder a esta pregunta, Gibbons y sus colegas revisaron la literatura científica y encontraron evidencia de que este mecanismo está presente en los insectos. Aunque carecen de los genes de los receptores opioides que regulan el dolor en los humanos, sí producen otras proteínas durante eventos traumáticos que podrían servir para el mismo propósito.Las pruebas comportamentales también sugieren que los insectos tienen vías moleculares que suprimen las respuestas al contacto dañino, tanto en su sistema nervioso periférico como en el central. Por ejemplo, la evitación normal manifestada por los abejorros ante los estímulos desagradables se puede inhibir con la presencia de una solución azucarada.Desde el punto de vista anatómico, los insectos tienen neuronas que descienden desde el cerebro hasta la parte de su cordón nervioso de la que procede su reacción defensiva contra el contacto perjudicial. Es más, el gusano del tabaco utiliza incluso comportamientos de mitigación tras ser herido, como el acicalamiento.Puede que cada uno de estos aspectos y manifestaciones del dolor no sea definitivo por sí solo, pero en conjunto parecen indicar que los insectos tienen algún tipo de sistema de control de la respuesta al dolor que es similar al nuestro. De acuerdo con el equipo de científicos, "dicho control es coherente con la existencia de la experiencia del dolor".Sin embargo, como los insectos son un grupo grande y variado, es muy posible que la complejidad de su regulación de la nocicepción y la posible sensación de dolor también varíen mucho entre ellos.En cualquier caso, la posibilidad de que los insectos sientan dolor plantea importantes cuestiones éticas que hay que seguir investigando, sobre todo teniendo en cuenta la propuesta de criar en masa a estos animales en el futuro para usarlos como alimento.
Durante mucho tiempo se ha considerado que los insectos son unas criaturas que no tienen sentimientos y son regidas por reacciones robóticas en el ambiente en que habitan. También se creía que no sentían dolor como los humanos, pero unos estudios científicos parecen indicar lo contrario.
Comportamientos complejos, desde las abejas que se comunican a través de la danza hasta las increíbles hazañas de cooperación de las hormigas, son una muestra de que los insectos son más que unos meros biorrobots. Y ahora hay cada vez más pruebas de que estas pequeñas criaturas también pueden experimentar dolor.
La nocicepción —la detección por parte del sistema nervioso sensorial de estímulos desagradables, como el ardor químico, los cortes y la presión contundente— desencadena una serie de respuestas fisiológicas y de comportamiento en los animales. Una de ellas puede ser la percepción del dolor.
Está bien documentado que los insectos tienen respuestas de evitación al contacto potencialmente dañino. De hecho, en 2019, en un experimento, la mosca de la fruta, Drosophila, mostró síntomas de dolor crónico después de que los investigadores le quitaran la pata.
Cuando la mosca de la fruta se curó, los investigadores descubrieron que su pata contralateral se volvió hipersensible. Los autores atribuyeron esta hipersensibilidad a una posible pérdida del "freno del dolor" en la cuerda nerviosa de la mosca.
Este mecanismo alivia la percepción del dolor, pero el freno desaparece por completo en las moscas de la fruta cuando los nervios sensoriales se sobreestimulan.
No obstante, ¿se trata realmente del dolor como lo entendemos los humanos? Incluso las bacterias se alejan de los estímulos desagradables, lo que demuestra una vez más que detectar el dolor en otros seres vivos no es tan sencillo como observar una reacción negativa ante un contacto dañino.
Para registrar una sensación de dolor de una manera consciente necesitamos un complejo sistema fisiológico que se conecta con nuestro cerebro y posiblemente incluso con las emociones. En los mamíferos, los nociceptores (receptores del dolor) envían la alarma de los estímulos aversivos a nuestro cerebro, donde las neuronas generan la sensación física y emocional negativa del dolor.
Los estudios demuestran que la nocicepción y el dolor pueden regularse de forma independiente y se han identificado sistemas distintos para la regulación de cada uno de estos mecanismos. Dichos sistemas aún no se han identificado completamente en los insectos.
"Un rasgo distintivo de la percepción del dolor en los humanos es que puede ser modulada por señales nerviosas del cerebro", dijo a Newsweek la neurobióloga de la Universidad Queen Mary Matilda Gibbons.
Un ejemplo de ello son los soldados, que en muchas ocasiones no perciben las lesiones graves en el campo de batalla, ya que los propios opiáceos del cuerpo suprimen la señal nociceptiva, añade Gibbons. Por eso surgió la pregunta: ¿tiene el cerebro de los insectos los mecanismos nerviosos que harían plausible la experiencia de una percepción parecida al dolor, en lugar de la simple nocicepción básica?
Para responder a esta pregunta, Gibbons y sus colegas revisaron la literatura científica y encontraron evidencia de que este mecanismo está presente en los insectos. Aunque carecen de los genes de los receptores opioides que regulan el dolor en los humanos, sí producen otras proteínas durante eventos traumáticos que podrían servir para el mismo propósito.
Las pruebas comportamentales también sugieren que los insectos tienen vías moleculares que suprimen las respuestas al contacto dañino, tanto en su sistema nervioso periférico como en el central. Por ejemplo, la evitación normal manifestada por los abejorros ante los estímulos desagradables se puede inhibir con la presencia de una solución azucarada.
Desde el punto de vista anatómico, los insectos tienen neuronas que descienden desde el cerebro hasta la parte de su cordón nervioso de la que procede su reacción defensiva contra el contacto perjudicial. Es más, el gusano del tabaco utiliza incluso comportamientos de mitigación tras ser herido, como el acicalamiento.
Puede que cada uno de estos aspectos y manifestaciones del dolor no sea definitivo por sí solo, pero en conjunto parecen indicar que los insectos tienen algún tipo de sistema de control de la respuesta al dolor que es similar al nuestro. De acuerdo con el equipo de científicos, "dicho control es coherente con la existencia de la experiencia del dolor".
Sin embargo, como los insectos son un grupo grande y variado, es muy posible que la complejidad de su regulación de la nocicepción y la posible sensación de dolor también varíen mucho entre ellos.
En cualquier caso, la posibilidad de que los insectos sientan dolor plantea importantes cuestiones éticas que hay que seguir investigando, sobre todo teniendo en cuenta la propuesta de criar en masa a estos animales en el futuro para usarlos como alimento.
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