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Discurso de odio: un atajo para evitar pensar y profundizar en problemas políticos y sociales
Discurso de odio: un atajo para evitar pensar y profundizar en problemas políticos y sociales
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Estadounidenses blancos se declaran una raza superior y llaman a restringir las vidas de sus conciudadanos latinos, indígenas, árabes, asiáticos; israelíes se... 26.03.2022, Sputnik Mundo
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El mundo occidental pide la cancelación de la cultura rusa en represalia contra las decisiones de un gobierno; un comediante mexicano, Chumel Torres, se hace famoso humillando a los marginados; el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ridiculiza a las víctimas de la dictadura militar de su país y el magnate Donald Trump basa su campaña rumbo a la Casa Blanca en 2016 en el desprecio de las minorías.Detrás de estas violencias, estas afirmaciones que se niegan a comprender la circunstancia del otro, hay una práctica identificada por promotores de derechos humanos, instituciones jurídicas, organismos internacionales y la propia Organización de las Naciones Unidas (ONU): el discurso de odio."En todo el mundo estamos presenciando una inquietante oleada de xenofobia, racismo e intolerancia, con un aumento del antisemitismo, el odio contra los musulmanes y la persecución de los cristianos", advertía ya en 2019 el secretario general de la ONU, António Guterres."Los movimientos neonazis y a favor de la supremacía blanca están avanzando y el discurso público se está convirtiendo en un arma para cosechar ganancias políticas con una retórica incendiaria que estigmatiza y deshumaniza a las minorías, los migrantes, los refugiados, las mujeres y todos aquellos etiquetados como los otros", abundaba entonces.En un momento de tensión política internacional donde se pide anular las novelas de Fiódor Dostoievski y las películas de Andréi Tarkovski, Sputnik conversó con la doctora en literatura Mariana Ozuna, académica de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y especialista en literatura mexicana del siglo XIX, para tratar de entender los abusos, mecanismos, orígenes y objetivos del discurso de odio.Interrumpir el debate político sin argumentosEl discurso de odio impide el debate político, asienta la académica en entrevista."Cuando las ‘fuerzas políticas’ promueven discurso de odio y cuando los medios lo ‘amplifican’, se evidencia que las fuerzas políticas miran a cortísimo plazo y que el discurso de odio es más una estrategia que asumen sin ponderar —y sin importarles— los alcances sociales de los mismos", estima Ozuna.Además, identifica que el discurso de odio se ejerce como una herramienta generalizada cuando se carece de argumentos, sin especial preponderancia en un sector del espectro político."El discurso de odio es superficial, bidireccional, alarma el hecho de que odiando se evite pensar y que, paulatinamente, odiar en redes y en los medios sea un ejercicio discursivo inmediatista que evita historiar los problemas", evalúa la especialista en el autor mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi.Si bien reconoce falta de datos estadísticos para identificar si los grupos conservadores esgrimen el odio mayoritariamente, la profesora de la UNAM sí distingue que estos discursos hostiles se pagan con recursos aladinescos."Es decir, hay grupos —las oligarquías, por ejemplo— que destinan cantidades obscenas a promover y amplificar el odio hacia una figura política, hacia ideas políticas, hacia transformaciones sociales, contra luchas históricas", apunta la universitaria."Estas oligarquías, grupos políticos, comunidades, se esmeran por pagar estupendamente la secrecía, quizá sea esa secrecía la que debiera obsesionarnos: ¿por qué no pueden conocerse las genealogías políticas?, ¿de dónde viene el dinero que sostiene tal o cual medio, tal o cual institución educativa?, ¿quiénes son los intocables por invisibles?", indaga.Estos grupos, insiste, mandan odiar desde la penumbra mientras se exhiben a plena luz sólo para algunos informados, conocedores más específicos de un entramado de intereses.Miedo constante: caldo de cultivo para el odioCuestionada sobre qué individuos o comunidades son susceptibles de la manipulación que supone el discurso de odio, la académica evalúa que para odiar se requiere un proceso previo que sumerja a estos grupos y personas en un miedo constante."Y que este miedo sea alimentado incansablemente —para eso se requiere el financiamiento. El discurso de odio reduce la obturación de nuestra mirada, y de esa manera nos reduce", apunta."Temer a una comunidad implica sustraer a esos seres humanos su cualidad de persona, se les atribuyen poderes y fuerza, se les atribuye el tiempo de la inminencia, y paralelamente el grupo odiante se mira como aquel llamado a detener (¿conjurar?) ese inminente mal, y su tiempo es el del presente por el futuro", analiza."Una expresión clara de la implosión de la modernidad"El discurso de odio expresa la implosión de las contradicciones de la modernidad que, desde la izquierda o la derecha, promete un modelo de vida universalizado como civilizatorio, recuerda Ozuna, mientras se basa en el colapso ecológico y el genocidio."¿Qué es lo que se nos dice que perderemos si tal o cual comunidad adquiere legitimidad como personas? Perderemos, nuestras propiedades, nuestras creencias serán devaluadas, nuestra cultura avasallada, es decir, se nos recita la receta que desde hace siglos han vivido cientos de comunidades ante la globalización del colonialismo de la mano del capitalismo", critica."La escasez, la privación de la dignidad como condición para vivir en este orden mundial no puede sino producir rabia y esta, cuando no es digna, fácilmente deriva en discurso de odio", añade.Si bien puede provenir de indignaciones legítimas ante la injusticia —la precariedad, la anulación, la reificación, la desigualdad, la humillación, enumera la docente—, esta rabia se despoja de su conciencia de origen y se vuelve cobarde arma arrojadiza, califica la doctora en letras."Así, el odio en el discurso congrega a quienes temen y se sienten humillados pero no alcanzan a reconocer el origen cotidiano de la humillación, y siempre será preferible sentir odio a sentirse humillados, desechados, intrascendentes", identifica.La literatura, ¿una alternativa contra esta desinformación?Especialista en la literatura que acompañó el proceso de consolidación del México independiente, en un arco histórico que inicia en la revuelta armada contra España a inicios del siglo XIX y culmina en la dictadura de Porfirio Díaz, que a su vez motivó la Revolución mexicana de 1910, la doctora Ozuna también problematiza el papel combativo de la literatura ante el odio."Ahora hay una literatura institucionalizada financieramente: premiada por la industria con fines de la industria editorial, por ejemplo. La literatura sin mediación me parece que poco puede", reconoce."Me resulta aberrante que se promueva, en distinguidas reuniones en nuestro país, Americanah(novela de la autora nigeriana Chimamanda Ngozie Adichie) y no Los sueños de la niña de la montaña (de la autora zapoteca Eufrosina Cruz Mendoza): por un lado la voz educada y crítica de una mujer afrodescendiente; por otro, la voz de una mujer indígena que se alza desde la más lejana periferia social desde nuestro país para —como diríamos— echarle limón a la herida en pleno rostro mexicano: el racismo", describe.A pesar de considerarlo vibrante, el discurso de la novelista africana ha sido legitimado por la institución colonial, califica la experta: se le atribuye racionalidad, mientras que a la autora zapoteca se la acusa de no ser comprensible, pues su voz proviene de sujetos históricamente considerados irracionales."Al pensamiento de Cruz Mendoza se le escatima racionalidad y, por supuesto, belleza", reclama.Ozuna identifica que actualmente hay un uso de la literatura sobre todo industrial, mercantil: escenario ante el que es necesario el papel de los mediadores y de la mediación para acceder a su potencial de mostrar caminos."(Y) llegar a esa literatura que nos desentraña, me refiero a las universidades, las escuelas, los críticos literarios, y no soy optimista al respecto. Muy al contrario, la literatura de la mesa de novedades, la literatura premiada rehúye sistemáticamente deshojar la margarita de los odios en nuestro país, quizá a lo mucho los hace pintorescos y aceptables", considera.Para desatar el potencial literario de impulsar discursos de re-conocimiento y de aceptación, apunta la académica, hay que leer esos trabajos, esos discursos que humanizan a los odiados."Porque requisito esencial del odio es la deshumanización del grupo o la comunidad detestada —animalizarlos, exagerar aquello que se considera opuesto a las creencias del grupo que odia—", subraya."En ese sentido, el cine ha logrado sacudir el odio. Django unchained (Tarantino, 2012) o El camino (2008), de Ishtar Yasin Gutiérrez, me vienen a la cabeza porque se abren paso entre la vocación aletargadora de la cultura del entretenimiento mainstream y nos entregan a sentimientos incómodos y francamente desgarradores", ejemplifica.Acudir a este arte poético o cinematográfico que desgarra, que hiere y sacude hasta el llanto o la indignación, considera la profesora de literatura, implica dejarse arrobar por mundos que no son complacientes."Y seamos honestos: la furia de la vida cotidiana deja poco lugar para esos ejercicios, la comodidad resulta casi irresistible", ironiza.
https://noticiaslatam.lat/20220315/la-iniciativa-mexicana-de-divulgacion-de-la-lectura-que-se-niega-a-censurar-a-escritores-rusos-1123129919.html
https://noticiaslatam.lat/20220324/el-discurso-de-odio-uno-de-los-pilares-de-occidente-y-su-arma-contra-rusia-1123554465.html
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El mundo occidental pide la cancelación de la cultura rusa en represalia contra las decisiones de un gobierno; un comediante mexicano,
Chumel Torres, se hace famoso humillando a los marginados; el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ridiculiza a las víctimas de la dictadura militar de su país y el magnate Donald Trump basa su campaña rumbo a la Casa Blanca en 2016 en el desprecio de las minorías.
Detrás de estas violencias, estas afirmaciones que se niegan a comprender la circunstancia del otro, hay una práctica identificada por promotores de derechos humanos, instituciones jurídicas, organismos internacionales y la propia Organización de las Naciones Unidas (ONU): el discurso de odio.
"En todo el mundo estamos presenciando una inquietante oleada de xenofobia, racismo e intolerancia, con un
aumento del antisemitismo, el odio contra los musulmanes y la persecución de los cristianos", advertía ya en 2019 el secretario general de la ONU, António Guterres.
"Los movimientos neonazis y a favor de la supremacía blanca están avanzando y el discurso público se está convirtiendo en un arma para cosechar ganancias políticas con una retórica incendiaria que estigmatiza y deshumaniza a las minorías, los migrantes, los refugiados, las mujeres y todos aquellos etiquetados como los otros", abundaba entonces.
En un momento de
tensión política internacional donde se pide anular las novelas de Fiódor Dostoievski y las películas de Andréi Tarkovski, Sputnik conversó con la doctora en literatura Mariana Ozuna, académica de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y especialista en literatura mexicana del siglo XIX, para tratar de entender los abusos, mecanismos, orígenes y objetivos del discurso de odio.
15 de marzo 2022, 19:45 GMT
Interrumpir el debate político sin argumentos
El discurso de odio impide el debate político, asienta la académica en entrevista.
"Cuando las ‘fuerzas políticas’ promueven discurso de odio y cuando los medios lo ‘amplifican’, se evidencia que las fuerzas políticas miran a cortísimo plazo y que el discurso de odio es más una estrategia que asumen sin ponderar —y sin importarles— los alcances sociales de los mismos", estima Ozuna.
Además, identifica que el discurso de odio se ejerce como una herramienta generalizada cuando se carece de argumentos, sin especial preponderancia en un sector del espectro político.
"El discurso de odio es superficial, bidireccional, alarma el hecho de que odiando se evite pensar y que, paulatinamente, odiar en redes y en los medios sea un ejercicio discursivo inmediatista que evita historiar los problemas", evalúa la especialista en el autor mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi.
24 de marzo 2022, 22:30 GMT
Si bien reconoce falta de datos estadísticos para identificar si los grupos conservadores esgrimen el odio mayoritariamente, la profesora de la UNAM sí distingue que estos discursos hostiles se pagan con recursos aladinescos.
"Es decir, hay grupos —las oligarquías, por ejemplo— que destinan cantidades obscenas a promover y amplificar el odio hacia una figura política, hacia ideas políticas, hacia transformaciones sociales, contra luchas históricas", apunta la universitaria.
"Estas oligarquías, grupos políticos, comunidades, se esmeran por pagar estupendamente la secrecía, quizá sea esa secrecía la que debiera obsesionarnos: ¿por qué no pueden conocerse las genealogías políticas?, ¿de dónde viene el dinero que sostiene tal o cual medio, tal o cual institución educativa?, ¿quiénes son los intocables por invisibles?", indaga.
Estos grupos, insiste, mandan odiar desde la penumbra mientras se exhiben a plena luz sólo para algunos informados, conocedores más específicos de un entramado de intereses.
Miedo constante: caldo de cultivo para el odio
Cuestionada sobre qué individuos o comunidades son susceptibles de la manipulación que supone el discurso de odio, la académica evalúa que para odiar se requiere un proceso previo que sumerja a estos grupos y personas en un miedo constante.
"Y que este miedo sea alimentado incansablemente —para eso se requiere el financiamiento. El discurso de odio reduce la obturación de nuestra mirada, y de esa manera nos reduce", apunta.
"Temer a una comunidad implica sustraer a esos seres humanos su cualidad de persona, se les atribuyen poderes y fuerza, se les atribuye el tiempo de la inminencia, y paralelamente el grupo odiante se mira como aquel llamado a detener (¿conjurar?) ese inminente mal, y su tiempo es el del presente por el futuro", analiza.
22 de diciembre 2021, 09:05 GMT
"Una expresión clara de la implosión de la modernidad"
El discurso de odio expresa la implosión de las contradicciones de la modernidad que, desde la izquierda o la derecha, promete un modelo de vida universalizado como civilizatorio, recuerda Ozuna, mientras se basa en el
colapso ecológico y el genocidio.
"¿Qué es lo que se nos dice que perderemos si tal o cual comunidad adquiere legitimidad como personas? Perderemos, nuestras propiedades, nuestras creencias serán devaluadas, nuestra cultura avasallada, es decir, se nos recita la receta que desde hace siglos han vivido cientos de comunidades ante la globalización del colonialismo de la mano del capitalismo", critica.
"La escasez, la privación de la dignidad como condición para vivir en este orden mundial no puede sino producir rabia y esta, cuando no es digna, fácilmente deriva en discurso de odio", añade.
Si bien puede provenir de indignaciones legítimas ante la injusticia —la precariedad, la anulación, la reificación, la desigualdad, la humillación, enumera la docente—, esta rabia se despoja de su conciencia de origen y se vuelve cobarde arma arrojadiza, califica la doctora en letras.
"Así, el odio en el discurso congrega a quienes temen y se sienten humillados pero no alcanzan a reconocer el origen cotidiano de la humillación, y siempre será preferible sentir odio a sentirse humillados, desechados, intrascendentes", identifica.
17 de marzo 2022, 07:16 GMT
La literatura, ¿una alternativa contra esta desinformación?
Especialista en la literatura que acompañó el proceso de consolidación del México independiente, en un arco histórico que inicia en la revuelta armada contra España a inicios del siglo XIX y culmina en la dictadura de Porfirio Díaz, que a su vez motivó la Revolución mexicana de 1910, la doctora Ozuna también problematiza el papel combativo de la literatura ante el odio.
"Ahora hay una literatura institucionalizada financieramente: premiada por la industria con fines de la industria editorial, por ejemplo. La literatura sin mediación me parece que poco puede", reconoce.
"Me resulta aberrante que se promueva, en distinguidas reuniones en nuestro país,
Americanah(novela de la autora nigeriana
Chimamanda Ngozie Adichie) y no
Los sueños de la niña de la montaña (de la autora zapoteca Eufrosina Cruz Mendoza): por un lado la voz educada y crítica de una mujer afrodescendiente; por otro, la voz de una mujer indígena que se alza desde la más lejana periferia social desde nuestro país para —como diríamos— echarle limón a la herida en pleno rostro mexicano: el racismo", describe.
10 de marzo 2022, 22:14 GMT
A pesar de considerarlo vibrante, el discurso de la novelista africana ha sido legitimado por la institución colonial, califica la experta: se le atribuye racionalidad, mientras que a la autora zapoteca se la acusa de no ser comprensible, pues su voz proviene de sujetos históricamente considerados irracionales.
"Al pensamiento de Cruz Mendoza se le escatima racionalidad y, por supuesto, belleza", reclama.
Ozuna identifica que actualmente hay un uso de la literatura sobre todo industrial, mercantil: escenario ante el que es necesario el papel de los mediadores y de la mediación para acceder a su potencial de mostrar caminos.
"(Y) llegar a esa literatura que nos desentraña, me refiero a las universidades, las escuelas, los críticos literarios, y no soy optimista al respecto. Muy al contrario, la literatura de la mesa de novedades, la literatura premiada rehúye sistemáticamente deshojar la margarita de los odios en nuestro país, quizá a lo mucho los hace pintorescos y aceptables", considera.
Para desatar el potencial literario de impulsar discursos de re-conocimiento y de aceptación, apunta la académica, hay que leer esos trabajos, esos discursos que humanizan a los odiados.
"Porque requisito esencial del odio es la deshumanización del grupo o la comunidad detestada —animalizarlos, exagerar aquello que se considera opuesto a las creencias del grupo que odia—", subraya.
"En ese sentido, el cine ha logrado sacudir el odio. Django unchained (Tarantino, 2012) o El camino (2008), de Ishtar Yasin Gutiérrez, me vienen a la cabeza porque se abren paso entre la vocación aletargadora de la cultura del entretenimiento mainstream y nos entregan a sentimientos incómodos y francamente desgarradores", ejemplifica.
22 de agosto 2019, 21:45 GMT
Acudir a este arte poético o cinematográfico que desgarra, que hiere y sacude hasta el llanto o la indignación, considera la profesora de literatura, implica dejarse arrobar por mundos que no son complacientes.
"Y seamos honestos: la furia de la vida cotidiana deja poco lugar para esos ejercicios, la comodidad resulta casi irresistible", ironiza.