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Perú no consigue recuperar la normalidad política
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MADRID (Sputnik) — Perú lleva seis años sumido en la inestabilidad institucional, y la elección de Pedro Castillo como presidente de la República no ha... 17.02.2022, Sputnik Mundo
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Castillo es un profesor rural, de 52 años, oriundo de la provincia norteña de Cajamarca que no tiene ninguna conexión con el establishment peruano. Cuando llegó por sorpresa a la segunda vuelta, en el verano pasado, y se enfrentaba a la conservadora Keiko Fujimori, a Castillo se le unió la progresía urbana de Lima, que confiaba en imponerle una agenda moderna, algo que no ha conseguido del todo. A su vez se suman grupúsculos regionales con intereses muy particulares, acostumbrados a las pequeñas corruptelas de la política de pueblo.El profesor hizo campaña electoral con un partido marxista-leninista, Perú Libre, integrado por sindicalistas y líderes universitarios de la vieja izquierda, muy conservadores en lo social, homófobos y misóginos. Llegó y triunfó con un mensaje de apoyo a los pobres y de lucha contra las empresas extranjeras extractivas, lo que le valió el apoyo de las clases más desfavorecidas, sobre todo en las regiones andinas. En este tiempo confió la economía a políticos sólidos que mantuvieron los mercados al alza. La moneda nacional, el sol, también ha permanecido estable, pero la vacilación de sus gabinetes, sin embargo, ha frenado las reformas sociales y económicas que tanto necesita Perú.Panorama complicadoEl presidente, que siempre aparece en público con un gran sombrero, con el que reivindica la diversidad cultural de Perú, gobierna un país que parece en crisis perpetua. Y su llegada no ha mejorado esta lamentable tendencia, pues ha remodelado su Gabinete (o se ha visto obligado a hacerlo) en cuatro ocasiones en los casi siete meses transcurridos desde que tomó juramento como líder de la República. El penúltimo equipo de ministros le duró solo siete días. Son ya 29 los ministros cambiados. Y el Congreso, controlado por la derecha, maniobra abiertamente desde noviembre para destituirle como ya hiciera con dos de sus cuatro antecesores en los últimos cuatro años: Pedro Pablo Kuczynski y Martín Vizcarra.De hecho, en noviembre de 2020, entre importantes movilizaciones ciudadanas, Perú tuvo hasta tres presidentes en el transcurso de una semana, pues Vizcarra fue destituido tras ser declarado por los diputados incapacitado moral permanente, y su sustituto, Manuel Merino, tuvo que dimitir como respuesta a las víctimas mortales producidas en los choques con la Policía. Finalmente, ocupó el cargo Francisco Sagasti, quien se lo entregó a Castillo en julio pasado.Por si todo esto no fuera demasiado, Perú está sufriendo, como pocos países en Latinoamérica, los latigazos más duros de la pandemia. Tiene el mayor índice de fallecidos per cápita de todo el mundo (640 personas por cada 100.000) y la mayor ratio de muertos entre el total de personas infectadas por el coronavirus (6%).Con el telón de fondo de este desastroso panorama sanitario-social, sumado a la existencia de abundantes corruptelas y a las denuncias de "ineptocracia", no es extraño advertir que la confianza del pueblo en la clase política ha sufrido una enorme erosión, que amenaza incluso el futuro democrático de esta nación de 33 millones de habitantes.Problemas históricos como la educación, la sanidad o el transporte permanecen irresolubles porque muchos congresistas trabajan como garantes del statu quo de estos sectores cruciales, amparados en la informalidad laboral que fomenta la economía sumergida y afecta negativamente el crecimiento económico, la productividad de los trabajadores y el bienestar social.Gobierno vs CongresoEl enfrentamiento entre el Congreso y el Gobierno no cesa y sigue siendo visceral. Así, el primer ministro peruano, Aníbal Torres, ha acusado al Parlamento unicameral de gestar un "golpe de Estado" contra Castillo, un plan para destituirle mediante la aprobación de una reforma de la Constitución que aceleraría el proceso de salida de Castillo. La acusación se produjo tras celebrarse, el 9 de febrero, un discreto almuerzo entre ocho diputados de distintas formaciones. También estuvo presente la presidenta del Congreso, María del Carmen Alva. Un reportero de la revista semanal peruana Hildebrandt en sus trece se coló en el evento y dijo que la reunión "era un cónclave de tono conspirativo".Así las cosas, la minoría parlamentaria con la que gobierna Castillo está obligada a buscar alianzas con otros pequeños grupos en la Cámara que, llegado el momento, puedan frenar un proceso de destitución nada descartable. El resultado es un crisol de ideologías e intereses contrapuestos.La oposición, por su parte, considera que Castillo constituye "una amenaza" —son las palabras del propio jefe del Estado en una entrevista—, porque probablemente teme que las iniciativas del presidente puedan terminar con sus privilegios y componendas.Castillo sigue creyendo que la solución pasa por convocar una Asamblea Constituyente con la misión de debatir y de redactar una nueva Constitución, un nuevo marco legal que zanje las disputas, poniendo a cero el contador. "Yo creo que hay que mirar otras experiencias, lo que acaba de pasar con la hermana república de Chile, por ejemplo. Allí, cuando el Ejecutivo y el Legislativo actuaban como hoy se está actuando en el Perú, salió el pueblo y determinó su destino", sostuvo Castillo en la misma entrevista arriba citada. Parece dispuesto a no renunciar a esa idea e incluso acudir al amparo del Tribunal Constitucional si se plantean obstáculos en el Congreso, circunstancia más que posible."Lo que tendríamos que hacer es decirle a la gente que agotamos todas las vías para cambiar la Constitución. Si el Congreso quiere cerrarle las puertas a la voluntad de la gente, esa será su responsabilidad. Siempre hay que estar en sintonía con el pueblo", declaró el presidente peruano precisamente a César Hildebrandt, el director del semanario Hildebrandt en sus trece.El maestro convertido en político admite que su principal error ha sido el factor humano, la elección de su equipo de colaboradores, "no saber a veces conocer a las personas… Usted ve a gente que cree idónea y después se pregunta: ¿dónde está lo que me dijo? O ve a gente que se involucra en otras cosas". También reconoce que es difícil gobernar. Y tanto. Sobre todo, en Perú.LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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Perú no consigue recuperar la normalidad política
Francisco Herranz
Periodista español
MADRID (Sputnik) — Perú lleva seis años sumido en la inestabilidad institucional, y la elección de Pedro Castillo como presidente de la República no ha mejorado la situación de ingobernabilidad de esta nación andina que ya se está haciendo crónica.
Castillo es un profesor rural, de 52 años, oriundo de la provincia norteña de Cajamarca que no tiene ninguna conexión con el
establishment peruano. Cuando llegó por sorpresa a la segunda vuelta, en el verano pasado, y se enfrentaba a la conservadora
Keiko Fujimori, a Castillo se le unió la progresía urbana de Lima, que confiaba en imponerle una agenda moderna, algo que no ha conseguido del todo. A su vez se suman grupúsculos regionales con intereses muy particulares, acostumbrados a las pequeñas corruptelas de la política de pueblo.
El profesor hizo campaña electoral con un partido marxista-leninista, Perú Libre, integrado por sindicalistas y líderes universitarios de la vieja izquierda, muy conservadores en lo social, homófobos y misóginos.
Llegó y triunfó con un mensaje de apoyo a los pobres y de lucha contra las empresas extranjeras extractivas, lo que le valió el apoyo de las clases más desfavorecidas, sobre todo en las regiones andinas. En este tiempo confió la economía a políticos sólidos que mantuvieron los mercados al alza. La moneda nacional, el sol, también ha permanecido estable, pero la vacilación de sus gabinetes, sin embargo, ha frenado las reformas sociales y económicas que tanto necesita Perú.
21 de julio 2021, 20:39 GMT
El presidente, que siempre aparece en público con un gran sombrero, con el que reivindica la diversidad cultural de Perú, gobierna un país que parece en crisis perpetua. Y su llegada no ha mejorado esta lamentable tendencia, pues
ha remodelado su Gabinete (o se ha visto obligado a hacerlo) en cuatro ocasiones en los casi siete meses transcurridos desde que tomó juramento como líder de la República. El penúltimo equipo de ministros le duró solo siete días. Son ya 29 los ministros cambiados. Y el Congreso, controlado por la derecha, maniobra abiertamente desde noviembre para destituirle como ya hiciera con dos de sus cuatro antecesores en los últimos cuatro años: Pedro Pablo Kuczynski y Martín Vizcarra.
De hecho, en noviembre de 2020, entre importantes movilizaciones ciudadanas, Perú tuvo hasta tres presidentes en el transcurso de una semana, pues Vizcarra fue destituido tras ser declarado por los diputados incapacitado moral permanente, y su sustituto, Manuel Merino, tuvo que dimitir como respuesta a las víctimas mortales producidas en los choques con la Policía. Finalmente, ocupó el cargo Francisco Sagasti, quien se lo entregó a Castillo en julio pasado.
15 de febrero 2022, 00:18 GMT
Por si todo esto no fuera demasiado, Perú está sufriendo, como pocos países en Latinoamérica, los latigazos más duros de la pandemia. Tiene el mayor índice de fallecidos per cápita de todo el mundo (640 personas por cada 100.000) y la mayor ratio de muertos entre el total de personas infectadas por el
coronavirus (6%).
Con el telón de fondo de este desastroso panorama sanitario-social, sumado a la existencia de abundantes corruptelas y a las denuncias de "ineptocracia", no es extraño advertir que la confianza del pueblo en la clase política ha sufrido una enorme erosión, que amenaza incluso el futuro democrático de esta nación de 33 millones de habitantes.
Problemas históricos como la educación, la sanidad o el transporte permanecen irresolubles porque muchos congresistas trabajan como garantes del statu quo de estos sectores cruciales, amparados en la informalidad laboral que fomenta la economía sumergida y afecta negativamente el crecimiento económico, la productividad de los trabajadores y el bienestar social.
24 de agosto 2021, 12:13 GMT
El enfrentamiento entre el Congreso y el Gobierno no cesa y sigue siendo visceral. Así, el primer ministro peruano, Aníbal Torres, ha acusado al Parlamento unicameral de gestar un "golpe de Estado" contra Castillo, un plan para destituirle mediante la aprobación de una reforma de la Constitución que aceleraría el proceso de salida de Castillo. La acusación se produjo tras celebrarse, el 9 de febrero, un discreto almuerzo entre ocho diputados de distintas formaciones. También estuvo presente la presidenta del Congreso, María del Carmen Alva. Un reportero de la revista semanal peruana Hildebrandt en sus trece se coló en el evento y dijo que la reunión "era un cónclave de tono conspirativo".
Así las cosas, la minoría parlamentaria con la que gobierna Castillo está obligada a buscar alianzas con otros pequeños grupos en la Cámara que, llegado el momento, puedan frenar un proceso de destitución nada descartable. El resultado es un crisol de ideologías e intereses contrapuestos.
15 de febrero 2022, 22:00 GMT
La oposición, por su parte, considera que Castillo constituye "una amenaza" —son las palabras del propio jefe del Estado en una entrevista—, porque probablemente teme que las iniciativas del presidente puedan terminar con sus privilegios y componendas.
Castillo sigue creyendo que la solución pasa por convocar una Asamblea Constituyente con la misión de debatir y de redactar una nueva Constitución, un nuevo marco legal que zanje las disputas, poniendo a cero el contador. "Yo creo que hay que mirar otras experiencias, lo que acaba de pasar con la hermana república de Chile, por ejemplo. Allí, cuando el Ejecutivo y el Legislativo actuaban como hoy se está actuando en el Perú, salió el pueblo y determinó su destino", sostuvo Castillo en la misma entrevista arriba citada. Parece dispuesto a no renunciar a esa idea e incluso acudir al amparo del Tribunal Constitucional si se plantean obstáculos en el Congreso, circunstancia más que posible.
"Lo que tendríamos que hacer es decirle a la gente que agotamos todas las vías para cambiar la Constitución. Si el Congreso quiere cerrarle las puertas a la voluntad de la gente, esa será su responsabilidad. Siempre hay que estar en sintonía con el pueblo", declaró el presidente peruano precisamente a César Hildebrandt, el director del semanario Hildebrandt en sus trece.
8 de febrero 2022, 20:11 GMT
El maestro convertido en político admite que su principal error ha sido el factor humano, la elección de su equipo de colaboradores, "no saber a veces conocer a las personas… Usted ve a gente que cree idónea y después se pregunta: ¿dónde está lo que me dijo? O ve a gente que se involucra en otras cosas". También reconoce que es difícil gobernar. Y tanto. Sobre todo, en Perú.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK