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Antivacunas en la UE: ¿qué impacto tienen?
Antivacunas en la UE: ¿qué impacto tienen?
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ROMA (Sputnik) — Los antivacunas que no lograron cambiar las políticas anti-COVID de los países europeos en 2021, se convirtieron en un factor importante que... 21.12.2021, Sputnik Mundo
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Vacunación vs mortalidadEn noviembre, en el sureste europeo alcanzaba su pico la cuarta oleada del coronavirus. En la primera semana del referido mes Bulgaria llegó a una media de 170 decesos diarios y la vecina Rumania a 450.En ese mismo periodo Italia reportaba entre 40 y 60 casos letales al día y Portugal tenía menos de diez. Si se compara la incidencia de mortalidad por cada millón de habitantes, en los primeros siete días de noviembre la mortalidad resultaba más de 30 veces mayor en Rumania y Bulgaria que en Italia y Portugal.Esta diferencia se explica fácilmente: los dos países balcánicos tienen la tasa de vacunación más baja de toda la Unión Europea. Y es que muchos habitantes de Rumania, Bulgaria y también de otros países de la UE comparten las convicciones antivacunas.Razones de los reluctantesSon varios los motivos que inducen a millones de europeos a no ponerse los fármaco anti-COVID. Algunos dicen que las vacunas acaban de ser inventadas, con lo cual es imposible prever los efectos colaterales que podrían tener a largo plazo.Otras razones son más exóticas. Hay quien cree que, con las inyecciones, las autoridades insertan chips para después controlar a la gente, como si para vigilar a la población no bastaran instrumentos más banales, empezando por las cámaras de seguridad y acabando con todos los datos que compartimos cada día en internet.Los más radicales están seguros de que el objetivo real de la campaña de vacunación es aún más macabro. Por ejemplo, para la exconsejera de un municipio de Roma, Francesca Benevento, lo que de verdad quieren las élites es "exterminar a los pueblos, porque somos demasiados en el planeta".A su vez, en los países que antaño formaban parte de la esfera de influencia soviética, hay mucha desconfianza en las autoridades y los ciudadanos están acostumbrados a hacer exactamente lo contrario a lo que les recomienda el Gobierno. Un taxista de la ciudad búlgara de Varna resumió así esta actitud: "Si los ministros nos instan a vacunarnos, quiere decir que no hay que hacerlo".Protesta pasiva y activaLa mayoría de los antivacunas no salen a las calles, simplemente rechazan inmunizarse, demostrando a veces una obstinación absurda. Los medios reportan escenas alucinantes: en las unidades de cuidados intensivos hay enfermos graves de COVID-19 que están intubados y apenas respiran, pero cada vez que una enfermera se acerca con una jeringa, se escandalizan pensando que les quiere poner la vacuna.Otros renitentes son más activos y protestan cada vez que las autoridades imponen nuevas medidas anti-COVID. En Italia la tensión social no paró de crecer desde el verano, cuando el Gobierno introdujo el pase sanitario y empezó a extender gradualmente su uso obligatorio.La culminación llegó en octubre cuando el pase se empezó a requerir incluso para acceder a los puestos de trabajo en todas las empresas del país, ya fueran públicas o privadas. En respuesta, los antivacunas radicales se aliaron con los neofascistas y trataron de asaltar el Palacio Chigi en Roma, la residencia del Gobierno italiano, pero fueron dispersados por las fuerzas del orden.En otros países la escalada se produjo en noviembre, con las nuevas restricciones introducidas para frenar la cuarta ola de contagios con el coronavirus.El alcalde de la ciudad holandesa de Rotterdam tachó de "una orgía de violencia" los disturbios del 19 de noviembre, provocados por la imposición del pase sanitario. La policía incluso abrió fuego contra los manifestantes, dejando a siete heridos.En Austria, que a mediados del mismo mes reportaba hasta mil casos de contagio por cada 100.000 habitantes, el Gobierno decidió volver al confinamiento general, lo que desencadenó toda una serie de protestas que se prolongaron hasta diciembre.Impacto sanitario de los antivacunasEl activismo de los antivacunas indica que las políticas anti-COVID generan una cierta tensión social en las sociedades europeas. Sin embargo, no parece que la resistencia a la inmunización haya tenido un impacto notable a nivel político: en ninguno de los países de la UE las autoridades cedieron ante la presión de la calle.Donde sí se siente la influencia de los antivacunas es en la dinámica de contagios y de hospitalizaciones. Por ejemplo, en Francia, donde, para finales de noviembre, el 70% de la población ya había completado la pauta de vacunación, cuatro de cada cinco nuevos casos positivos se registraban entre los no inmunizados.A su vez, en Bulgaria la cuota de los no inmunizados alcanza el 87% entre los ingresados y el 95% entre los enfermos graves.¿Libertad individual o interés público?Un argumento popular entre los antivacunas es que la vacunación debe ser una elección libre de cada persona. Sin embargo, en este caso la libertad individual entra en conflicto con los intereses de la salud pública.Un antivacunas que contrae el COVID-19 no sólo pone en riesgo a otros ciudadanos, sino que también se convierte en una carga adicional para la sanidad pública. Por ejemplo, en Italia el Estado gasta cada mes la friolera de 50 millones de euros en curar a los contagiados que no quisieron vacunarse.Al mismo tiempo, el movimiento de antivacunas dio una lección importante a las autoridades. Los Gobiernos llevan casi un año repitiendo que la vacunación es voluntaria, pero poco a poco van restringiendo cada vez más las libertades de los que la rechazan.A pesar de las posibles implicaciones políticas, sería más honesto dejar de tergiversar e imponerla a todos. De hecho, actualmente en varios países europeos se está debatiendo la obligatoriedad de la inmunización contra el COVID, pero sólo Austria y Grecia tomaron esta decisión y Alemania está en el camino. Queda por ver cuántos más Gobiernos europeos son capaces de ser sinceros con sus ciudadanos.
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italia, pandemia de coronavirus, vacunación contra el covid-19, 🌍 europa, acontecimientos que dejaron huella en 2021, unión europea (ue)
Antivacunas en la UE: ¿qué impacto tienen?
13:44 GMT 21.12.2021 (actualizado: 19:32 GMT 14.07.2022) ROMA (Sputnik) — Los antivacunas que no lograron cambiar las políticas anti-COVID de los países europeos en 2021, se convirtieron en un factor importante que determina los vaivenes de la evolución de la pandemia.
En noviembre, en el sureste europeo alcanzaba su pico la cuarta oleada del coronavirus. En la primera semana del referido mes Bulgaria llegó a una media de 170 decesos diarios y la vecina Rumania a 450.
En ese mismo periodo Italia reportaba entre 40 y 60 casos letales al día y Portugal tenía menos de diez. Si se compara la incidencia de mortalidad por cada millón de habitantes, en los primeros siete días de noviembre la mortalidad resultaba más de 30 veces mayor en Rumania y
Bulgaria que en Italia y Portugal.
Esta diferencia se explica fácilmente: los dos países balcánicos tienen la tasa de vacunación más baja de toda la Unión Europea. Y es que muchos habitantes de Rumania, Bulgaria y también de otros países de la UE comparten las convicciones antivacunas.
Razones de los reluctantes
Son varios los motivos que inducen a millones de europeos a no ponerse los fármaco anti-COVID. Algunos dicen que las vacunas acaban de ser inventadas, con lo cual es imposible prever los efectos colaterales que podrían tener a largo plazo.
Otras razones son más exóticas. Hay quien cree que, con las inyecciones, las autoridades insertan chips para después controlar a la gente, como si para vigilar a la población no bastaran instrumentos más banales, empezando por las cámaras de seguridad y acabando con todos los datos que compartimos cada día en internet.
16 de diciembre 2021, 18:35 GMT
Los más radicales están seguros de que el objetivo real de la campaña de vacunación es aún más macabro. Por ejemplo, para la exconsejera de un municipio de Roma, Francesca Benevento, lo que de verdad quieren las élites es "exterminar a los pueblos, porque somos demasiados en el planeta".
A su vez, en los países que antaño formaban parte de la esfera de influencia soviética, hay mucha desconfianza en las autoridades y los ciudadanos están acostumbrados a hacer exactamente lo contrario a lo que les recomienda el Gobierno. Un taxista de la ciudad búlgara de Varna resumió así esta actitud: "Si los ministros nos instan a vacunarnos, quiere decir que no hay que hacerlo".
La mayoría de los antivacunas no salen a las calles, simplemente rechazan inmunizarse, demostrando a veces una obstinación absurda. Los medios reportan escenas alucinantes: en las unidades de cuidados intensivos hay enfermos graves de COVID-19 que están intubados y apenas respiran, pero cada vez que una enfermera se acerca con una jeringa, se escandalizan pensando que les quiere poner la vacuna.
Otros renitentes son más activos y protestan cada vez que las autoridades imponen nuevas medidas anti-COVID. En Italia la tensión social no paró de crecer desde el verano, cuando el Gobierno introdujo el pase sanitario y empezó a extender gradualmente su uso obligatorio.
La culminación llegó en octubre cuando el pase se empezó a requerir incluso para acceder a los puestos de trabajo en todas las empresas del país, ya fueran públicas o privadas. En respuesta, los antivacunas radicales
se aliaron con los neofascistas y trataron de asaltar el Palacio Chigi en Roma, la residencia del Gobierno italiano, pero fueron dispersados por las fuerzas del orden.
En otros países la escalada se produjo en noviembre, con las nuevas restricciones introducidas para frenar la cuarta ola de contagios con el coronavirus.
22 de noviembre 2021, 13:14 GMT
El alcalde de la ciudad holandesa de Rotterdam tachó de "una orgía de violencia" los disturbios del 19 de noviembre, provocados por la imposición del pase sanitario. La policía incluso abrió fuego contra los manifestantes, dejando a siete heridos.
En Austria, que a mediados del mismo mes reportaba hasta mil casos de contagio por cada 100.000 habitantes, el Gobierno decidió volver al confinamiento general, lo que desencadenó toda una serie de protestas que se prolongaron hasta diciembre.
Impacto sanitario de los antivacunas
El activismo de los antivacunas indica que las políticas anti-COVID generan una cierta tensión social en las sociedades europeas. Sin embargo, no parece que la resistencia a la inmunización haya tenido un impacto notable a nivel político: en ninguno de los países de la UE las autoridades cedieron ante la presión de la calle.
Donde sí se siente la influencia de los antivacunas es en la dinámica de contagios y de hospitalizaciones. Por ejemplo, en Francia, donde, para finales de noviembre, el 70% de la población ya había completado la pauta de vacunación, cuatro de cada cinco nuevos casos positivos se registraban entre los no inmunizados.
A su vez, en Bulgaria la cuota de los no inmunizados alcanza el 87% entre los ingresados y el 95% entre los enfermos graves.
12 de noviembre 2021, 15:49 GMT
¿Libertad individual o interés público?
Un argumento popular entre los antivacunas es que la vacunación debe ser una elección libre de cada persona. Sin embargo, en este caso la libertad individual entra en conflicto con los intereses de la salud pública.
Un antivacunas que contrae el COVID-19 no sólo pone en riesgo a otros ciudadanos, sino que también se convierte en una carga adicional para la sanidad pública. Por ejemplo, en Italia el Estado gasta cada mes la friolera de 50 millones de euros en curar a los contagiados que no quisieron vacunarse.
Al mismo tiempo, el movimiento de antivacunas dio una lección importante a las autoridades. Los Gobiernos llevan casi un año repitiendo que la vacunación es voluntaria, pero poco a poco van restringiendo cada vez más las libertades de los que la rechazan.
A pesar de las posibles implicaciones políticas, sería más honesto dejar de tergiversar e imponerla a todos. De hecho, actualmente en varios países europeos se está debatiendo la obligatoriedad de la inmunización contra el COVID, pero sólo
Austria y Grecia tomaron esta decisión y Alemania está en el camino. Queda por ver cuántos más Gobiernos europeos son capaces de ser sinceros con sus ciudadanos.
9 de diciembre 2021, 17:31 GMT