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Cuentas pendientes a 20 años del estallido en Argentina
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BUENOS AIRES (Sputnik) — Es una frase del filósofo madrileño George Santayana (1863-1952) que ha tenido sus meandros, pero su versión más fiel dice así: "Los... 13.12.2021, Sputnik Mundo
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Bien podría estar de acuerdo con este aforismo Martín Galli, sobreviviente de la represión que en diciembre de 2001 marcó un punto de quiebre en Argentina.Era el 20 de diciembre y Martín, un joven de 26 años de la localidad bonaerense de San Justo con una situación laboral muy precaria, vio por televisión cómo la policía montada a caballo reprimía a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. "Eso me hizo levantarme de la silla", cuenta a la Agencia Sputnik. "Sentí que tenía que estar ahí".Martín se encaminó con dos amigos hacia el centro de la ciudad de Buenos Aires desde la estación ferroviaria de Once. Pasaron por el Congreso y llegaron a la Plaza de Mayo, uno de los epicentros de la protesta social, frente a la sede de Gobierno.Se encontraron la plaza vallada, así que se dirigieron hacia el monumento del Obelisco, donde se manifestaban más de un millar de personas. Allí permanecieron unas horas, y después se apartaron unos metros para descansar. Entre el verano y el humo de los gases lacrimógenos, hacía un calor demoledor.Eran las 19.15 cuando aparecieron sobre la avenida dos coches y una camioneta sin identificar. Los automóviles frenaron frente a unas 200 personas que se resguardaban de la canícula bajo unos árboles, donde también estaban Martín y sus amigos. Varios hombres con los chalecos de la Policía Federal descendieron."Estábamos en su mira. Apuntaron hacia nosotros y empezaron a disparar", rememora Martín. "Yo me levanté, giré, y ya no recuerdo más. Caí herido con una bala de plomo en la cabeza. En ese momento tuve un paro cardíaco".En semejante desgracia, Martín tuvo la fortuna de ser auxiliado por un docente llamado Héctor García, apodado "El Toba", que le realizó maniobras de reanimación cardiopulmonar.La policía tenía intención de llevarse a los heridos y fallecidos que habían caído a su alrededor. "Pero el Toba me abrazó de atrás, empezó a insultar a la policía y a arengar a la gente para que se acercara y no nos llevaran", continúa Martín, según pudo reconstruir después.Un segundo paro cardíaco sufrió este argentino mientras un taxi lo llevaba al hospital. "El Toba", a su lado, lo rescató de la muerte una vez más. Faltaban minutos para que Fernando de la Rúa abandonara la Casa Rosada en helicóptero.Hoy Martín evoca al que después se convirtió en su amigo con un timbre opaco en la voz."A partir de ahí tuvimos una relación de mucha cercanía y hermandad. Empecé a ir a su casa, él que tenía un comedor comunitario. Nos veíamos siempre, nos visitábamos con nuestras familias", relata. "El día que falleció, le pude acercar la música que él disfrutaba con un discman y fue una manera de acompañarlo. Fue un final difícil, porque tuvo cáncer, pero sigue muy presente".Tres días antes de que falleciera su amigo, el 14 de junio de 2014, Martín se convirtió en el primer baleado en declarar en el juicio por la represión que en la capital causó cinco fallecidos y 117 heridos.La sentencia llegó dos años después. El único político que fue condenado fue el exsecretario de Seguridad, Enrique Mathov, que recibió 4 años y 9 meses de cárcel. Otros ocho expolicías recibieron penas de hasta seis años, incluido el exjefe de la PFA, Rubén Santos, sentenciado a 4 años de cárcel.En mayo de este año, sus penas fueron revisadas por orden del máximo tribunal penal del país. A Mathov se le redujo la condena a 4 años y 3 meses de prisión efectiva, mientras que Santos recibió la pena de 3 años y 6 meses de calabozo. Sus penas siguen sin estar confirmadas.En mayo de 2015, la Corte Suprema dejó firme el sobreseimiento de quien fuera el comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Fernando de la Rúa (1999-2001) falleció en 2019.Esta indefinición es agotadora para quienes buscan justicia hace dos décadas. "Llego hastiado de que no haya una definición judicial", reconoce Martín.AprendizajesVeinte años después de aquella tragedia, Martín se pregunta qué lección aprendió el país. "El humor social es muy cambiante", evalúa. "La gente busca simplificar todo lo más posible, y eso hace que crezcan las derechas en el mundo. Desde ahí, todo va a ser todo muy complicado".En 2001 hubo una vocación de unidad en medio de la lucha que involucró a la clase media afectada por el corralito y a los piqueteros de barrios populares en la provincia de Buenos Aires (este). "Piqueteros, cacerolas, la lucha en una sola" era uno de los cantos que se podía oír en las calles erizadas de terror por la violencia."Venían las caravanas de provincia a capital y eran recibidos con agua en las plazas. Todos iban después unidos a protestar", recuerda Martín. "Pero en un momento eso se rompió y la clase media empezó a cortarse sola".El corolario de aquellos incidentes arrastra, en la reflexión de Martín, una connotación melancólica. "Creo que no se aprendió nada, esa impresión me da", lamenta. "Si gana la derecha no se aprendió, porque en definitiva, son los que proponen estos planes de ajuste, que son los que ocasionaron el 2001".El progresismo tampoco tiene nada de qué felicitarse. "Poco aprendieron también, porque incurren en los mismos errores en un país periférico como el nuestro que siempre cae en la restricción eterna por la falta de dólares", concluye.La represión desencadenada en el país por el corralito y el Estado de sitio, últimas decisiones de De La Rúa, causó entre el 19 y el 20 de diciembre 39 asesinatos en todo el país.
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Cuentas pendientes a 20 años del estallido en Argentina
BUENOS AIRES (Sputnik) — Es una frase del filósofo madrileño George Santayana (1863-1952) que ha tenido sus meandros, pero su versión más fiel dice así: "Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo".
Bien podría estar de acuerdo con este aforismo Martín Galli, sobreviviente de la represión que en diciembre de 2001 marcó un punto de quiebre en Argentina.
Era el 20 de diciembre y Martín, un joven de 26 años de la localidad bonaerense de San Justo con una situación laboral muy precaria, vio por televisión cómo la policía montada a caballo reprimía a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. "Eso me hizo levantarme de la silla", cuenta a la Agencia Sputnik. "Sentí que tenía que estar ahí".
Martín se encaminó con dos amigos hacia el centro de la ciudad de Buenos Aires desde la estación ferroviaria de Once. Pasaron por el Congreso y llegaron a la Plaza de Mayo, uno de los epicentros de la protesta social, frente a la sede de Gobierno.
Se encontraron la plaza vallada, así que se dirigieron hacia el monumento del Obelisco, donde se manifestaban más de un millar de personas. Allí permanecieron unas horas, y después se apartaron unos metros para descansar. Entre el verano y el humo de los gases lacrimógenos, hacía un calor demoledor.
8 de diciembre 2021, 01:48 GMT
Eran las 19.15 cuando aparecieron sobre la avenida dos coches y una camioneta sin identificar. Los automóviles frenaron frente a unas 200 personas que se resguardaban de la canícula bajo unos árboles, donde también estaban Martín y sus amigos. Varios hombres con los chalecos de la Policía Federal descendieron.
"Estábamos en su mira. Apuntaron hacia nosotros y empezaron a disparar", rememora Martín. "Yo me levanté, giré, y ya no recuerdo más. Caí herido con una bala de plomo en la cabeza. En ese momento tuve un paro cardíaco".
En semejante desgracia, Martín tuvo la fortuna de ser auxiliado por un docente llamado Héctor García, apodado "El Toba", que le realizó maniobras de reanimación cardiopulmonar.
La policía tenía intención de llevarse a los heridos y fallecidos que habían caído a su alrededor. "Pero el Toba me abrazó de atrás, empezó a insultar a la policía y a arengar a la gente para que se acercara y no nos llevaran", continúa Martín, según pudo reconstruir después.
Un segundo paro cardíaco sufrió este argentino mientras un taxi lo llevaba al hospital. "El Toba", a su lado, lo rescató de la muerte una vez más. Faltaban minutos para que Fernando de la Rúa abandonara la Casa Rosada en helicóptero.
1 de diciembre 2021, 22:24 GMT
Hoy Martín evoca al que después se convirtió en su amigo con un timbre opaco en la voz.
"A partir de ahí tuvimos una relación de mucha cercanía y hermandad. Empecé a ir a su casa, él que tenía un comedor comunitario. Nos veíamos siempre, nos visitábamos con nuestras familias", relata. "El día que falleció, le pude acercar la música que él disfrutaba con un discman y fue una manera de acompañarlo. Fue un final difícil, porque tuvo cáncer, pero sigue muy presente".
Tres días antes de que falleciera su amigo, el 14 de junio de 2014, Martín se convirtió en el primer baleado en declarar en el juicio por la represión que en la capital causó cinco fallecidos y 117 heridos.
La sentencia llegó dos años después. El único político que fue condenado fue el exsecretario de Seguridad, Enrique Mathov, que recibió 4 años y 9 meses de cárcel. Otros ocho expolicías recibieron penas de hasta seis años, incluido el exjefe de la PFA, Rubén Santos, sentenciado a 4 años de cárcel.
En mayo de este año, sus penas fueron revisadas por orden del máximo tribunal penal del país. A Mathov se le redujo la condena a 4 años y 3 meses de prisión efectiva, mientras que Santos recibió la pena de 3 años y 6 meses de calabozo. Sus penas siguen sin estar confirmadas.
En mayo de 2015, la Corte Suprema dejó firme el sobreseimiento de quien fuera el comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Fernando de la Rúa (1999-2001) falleció en 2019.
Esta indefinición es agotadora para quienes buscan justicia hace dos décadas. "Llego hastiado de que no haya una definición judicial", reconoce Martín.
Veinte años después de aquella tragedia, Martín se pregunta qué lección aprendió el país. "El humor social es muy cambiante", evalúa. "La gente busca simplificar todo lo más posible, y eso hace que crezcan las derechas en el mundo. Desde ahí, todo va a ser todo muy complicado".
En 2001 hubo una vocación de unidad en medio de la lucha que involucró a la clase media afectada por el corralito y a los piqueteros de barrios populares en la provincia de Buenos Aires (este). "Piqueteros, cacerolas, la lucha en una sola" era uno de los cantos que se podía oír en las calles erizadas de terror por la violencia.
"Venían las caravanas de provincia a capital y eran recibidos con agua en las plazas. Todos iban después unidos a protestar", recuerda Martín. "Pero en un momento eso se rompió y la clase media empezó a cortarse sola".
3 de diciembre 2021, 18:39 GMT
El corolario de aquellos incidentes arrastra, en la reflexión de Martín, una connotación melancólica. "Creo que no se aprendió nada, esa impresión me da", lamenta. "Si gana la derecha no se aprendió, porque en definitiva, son los que proponen estos planes de ajuste, que son los que ocasionaron el 2001".
El progresismo tampoco tiene nada de qué felicitarse. "Poco aprendieron también, porque incurren en los mismos errores en un país periférico como el nuestro que siempre cae en la restricción eterna por la falta de dólares", concluye.
La represión desencadenada en el país por el corralito y el Estado de sitio, últimas decisiones de De La Rúa, causó entre el 19 y el 20 de diciembre 39 asesinatos en todo el país.