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La Feria del Libro de Madrid inicia su 80 edición con restricciones y espejismos de normalidad
La Feria del Libro de Madrid inicia su 80 edición con restricciones y espejismos de normalidad
Sputnik Mundo
El parque del Retiro, en el centro de la ciudad, vuelve a acoger esta fiesta de la literatura después de un año en blanco por la pandemia. Lo hace con menos... 10.09.2021, Sputnik Mundo
2021-09-10T16:45+0000
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Quizás era por el sol que se escanciaba radiante sobre la ciudad. O por el ansia de apurar los coletazos del verano. Pero la Feria del Libro de Madrid, que el 10 de septiembre daba el pistoletazo de salida a su 80 edición, congregó a centenares de personas desde antes de abrir unas puertas jamás vistas: debido a la pandemia, que anuló la convocatoria de 2020, el acceso está limitado y son unos marcadores digitales los que controlan el aforo.Paseantes, turistas y aficionados a esta fiesta de la literatura revoloteaban desde antes de las 11 de la mañana, hora oficial de apertura en esta primera jornada, por el parque del Retiro. Algunos se asomaban entre arbustos a las casetas, como si estuvieran en el burladero de la cultura: "¿Cuánto falta? ¿Diez minutos? No tengo tiempo", protestaba uno de ellos con pinta de jubilado ante la indicación de un policía: "Es que va a haber algo y antes no podemos dejar entrar", lamentaba.Ese algo era el tradicional paseo de algún miembro de la Casa Real que marca el inicio. En esta ocasión era la reina Letizia sola quien acudía a la celebración. Se rodeaba, previo cauto saludo, de las autoridades locales y nacionales para curiosear entre anaqueles. Iba en comitiva por las avenidas de la feria escoltada por el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, la vicepresidenta, Begoña Villacís, o la delegada de Cultura, Turismo y Deporte, Andrea Levy.Del Gobierno central estaba Miquel Iceta, Ministro de Cultura y Deporte, que la guiaba entre tomos de historia o novelas juveniles. La reina Letizia hojeaba volúmenes de cada puesto con un ritmo medido. En el stand de la Comunidad de Madrid le regalaban un libro con el título de Centenario biblioteca musical Víctor Espinós sobre un fondo blanco. "Siempre para aquí y era un obsequio del director", explicaba Dulce Cobo, una de las responsables.Un poco después se detenía en el espacio de la editorial Turner, especializada en ensayo. Interesada en algunas de sus publicaciones, se ha ido con Conquistadores, de Fernando Cervantes, y con Abecedario democrático, de Manuel Arias Maldonado. "Ha dicho que este era un libro muy importante para todas las generaciones y conocía muy bien el catálogo. También nos ha preguntado por uno sobre Alma Mahler", confesaba Lola Martín a Sputnik, la directora. "Ha sido encantadora, con una clase espectacular", sentenciaba.Otros empleados de los que se encontraban en el parque tomaban fotos o protestaban por el séquito de guardaespaldas que custodiaba a la reina. "¡Son la pera!", exclamaba una señora que prefería no dar su nombre después de ser apartada contundentemente por un agente, "vengo todos los años de Valencia para darle la mano y me tratan como una delincuente". Covadonga Villar, mexicana, se saltaba esa barrera para entregarle su libro autoeditado, Historia de un adiós."Va sobre mi marido, el único hombre con el que he estado, que falleció en 45 días desde que le diagnosticaron un tumor cerebral", comentaba Villar a Sputnik, "a veces, de las pérdidas se alcanzan grandes aprendizajes". "Me vine a pasar el duelo a Madrid y lo escribí en el Retiro, así que ha sido como un símbolo dárselo a ella aquí, que además acaba de sentir la ausencia con su hija marchándose fuera", agregaba.Iban pasando las horas y esas esperas del principio eran ahora filas de asiduos que aguardaban la luz verde para ingresar en el recinto. Si en ediciones anteriores lo normal era ver una muchedumbre desparramada entre puestos de comida, expositores o casetas, en 2021 las circunstancias obligan a un orden. Debido al coronavirus, la Feria del Libro de Madrid tiene un aforo máximo de 3.900 personas, sin contar a los trabajadores. El trayecto, además, ocupa solo 400 metros, frente a los 1.300 de otros años, aunque las casetas son las mismas: 320, colocadas en tres filas.Los actos clásicos, como la firma de autores, las conferencias o las conexiones en directo de televisión o radio se han reducido o transformado en online. Y los puestos comerciales han desaparecido casi del todo. Quedan, eso sí, algunos comercios con bebidas o picoteo. "Helados se comen hasta cuando hace frío", justificaba Julia Plaza, vendedora de este tipo de comida, mientras servía tarrinas a dos visitantes. "Además, este año hay mucha ilusión", valoraba quien lleva un lustro acudiendo a este rincón de la ciudad. Un regreso a la normalidad, en suma, que algunos se lanzaban a corroborar y otros a tildar de espejismo.Como curiosidad, se repetía que la feria sólo se había cancelado antes de 2020 durante la Guerra Civil. "Noto a la gente con ganas de ver libros, de conversar. Y yo estoy a tope de ganas", confesaba Maisa Marbán desde su puesto de la editorial Kailas. "Hay mucha alegría y supongo que se estaba deseando pasear y comprar", coincidía Iziar Fernández, de Blume. En una caseta que compartía varias editoriales, Lucía García intuía que iba a ir bien: "Veo mucho ánimo". Las mascarillas, la distancia o el aforo reducido les afecta en cuanto a una compra potencial, pero no descartan que haya sorpresas. "La feria es un referente y estamos muy contentas", resumían Carmen y Alba, madre e hija al cargo de la Asociación de Revistas Culturales.Ambas se referían al menor tránsito como un nicho que, probablemente, fuera más fiel. "Menos cantidad pero más calidad", esgrimía la propietaria de Ediciones JC pidiendo anonimato. Al límite de asistentes se le ha juntado otro hecho inédito: que en lugar de mayo se celebre en septiembre, con el curso escolar arrancando y el bolsillo destinado a otros libros, los de texto. Algunas librerías, de hecho, se han quejado en redes de que la disyuntiva entre acudir a la feria o dedicarse al mogollón de estas semanas les haya empujado a lo segundo.También ha habido voces disonantes de otro protagonista: el país invitado de honor, Colombia, generó una gran polémica antes de que empezara la feria. El embajador en España, Luis Guillermo Plata, declaró que se habían buscado autores "neutrales" y provocó el rechazo de algunos invitados y la indignación colectiva. Muchos infirieron en estas palabras un ejercicio de censura y solicitaron a quienes participan que no lo hicieran.La sacudida se precedía de las protestas que han acontecido en contra del presidente Iván Duque, y la supuesta selección de embajadores literarios poco combativos: entre los que aparecen en la agenda faltan nombres como Fernando Vallejo, Laura Restrepo, Piedad Bonnett, William Ospina o Héctor Abad Faciolince, aclamados por la crítica y las ventas. En el enorme stand dedicado a esta nación no querían pronunciarse. Tanto la vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, como el escritor Darío Jaramillo esperaban a la inauguración para expresar sus opiniones.No necesitaba ese tiempo para narrar sus impresiones Brenda Navarro, autora mexicana que se estrena firmando con su novela Casas vacías (Sexto Piso). "Creo que son importantes estos espacios justamente porque te permite ver qué es lo que pasa, qué mueve o interesa a la gente. Y siempre he pensado que en España tienen un sentido de lo público para habitarlo muy bueno. Aunque sea atípica, la feria va a estar bien. Me emociona que venga alguna persona a mirar libros", concede a Sputnik. Una de ellas es Eduardo García, sevillano de 77 años que cargaba una bolsa con mapas: "Es que ahora se hace todo de forma electrónica y no es lo mismo".
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La Feria del Libro de Madrid inicia su 80 edición con restricciones y espejismos de normalidad
Alberto García Palomo
Corresponsal en España
El parque del Retiro, en el centro de la ciudad, vuelve a acoger esta fiesta de la literatura después de un año en blanco por la pandemia. Lo hace con menos actos, control de aforo y parte del programa en versión digital.
Quizás era por el sol que se escanciaba radiante sobre la ciudad. O por el ansia de apurar los coletazos del verano. Pero la Feria del Libro de Madrid, que el 10 de septiembre daba el pistoletazo de salida a su 80 edición,
congregó a centenares de personas desde antes de abrir unas puertas jamás vistas: debido a la pandemia, que anuló la convocatoria de 2020,
el acceso está limitado y son unos marcadores digitales los que controlan el aforo.
Paseantes, turistas y aficionados a esta fiesta de la literatura revoloteaban desde antes de las 11 de la mañana, hora oficial de apertura en esta primera jornada, por el parque del Retiro. Algunos se asomaban entre arbustos a las casetas, como si estuvieran en el burladero de la cultura: "¿Cuánto falta? ¿Diez minutos? No tengo tiempo", protestaba uno de ellos con pinta de jubilado ante la indicación de un policía: "Es que va a haber algo y antes no podemos dejar entrar", lamentaba.
Ese algo era el tradicional paseo de algún miembro de la Casa Real que marca el inicio. En esta ocasión era la reina Letizia sola quien acudía a la celebración. Se rodeaba, previo cauto saludo, de las autoridades locales y nacionales para curiosear entre anaqueles. Iba en comitiva por las avenidas de la feria escoltada por el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, la vicepresidenta, Begoña Villacís, o la delegada de Cultura, Turismo y Deporte, Andrea Levy.
Del Gobierno central estaba Miquel Iceta, Ministro de Cultura y Deporte, que la guiaba entre tomos de historia o novelas juveniles. La reina Letizia hojeaba volúmenes de cada puesto con un ritmo medido. En el stand de la Comunidad de Madrid le regalaban un libro con el título de Centenario biblioteca musical Víctor Espinós sobre un fondo blanco. "Siempre para aquí y era un obsequio del director", explicaba Dulce Cobo, una de las responsables.
Un poco después se detenía en el espacio de la editorial Turner, especializada en ensayo. Interesada en algunas de sus publicaciones, se ha ido con Conquistadores, de Fernando Cervantes, y con Abecedario democrático, de Manuel Arias Maldonado. "Ha dicho que este era un libro muy importante para todas las generaciones y conocía muy bien el catálogo. También nos ha preguntado por uno sobre Alma Mahler", confesaba Lola Martín a Sputnik, la directora. "Ha sido encantadora, con una clase espectacular", sentenciaba.
Otros empleados de los que se encontraban en el parque tomaban fotos o protestaban por el séquito de guardaespaldas que custodiaba a la reina. "¡Son la pera!", exclamaba una señora que prefería no dar su nombre después de ser apartada contundentemente por un agente, "vengo todos los años de Valencia para darle la mano y me tratan como una delincuente". Covadonga Villar, mexicana, se saltaba esa barrera para entregarle su libro autoeditado, Historia de un adiós.
"Va sobre mi marido, el único hombre con el que he estado, que falleció en 45 días desde que le diagnosticaron un tumor cerebral", comentaba Villar a Sputnik, "a veces, de las pérdidas se alcanzan grandes aprendizajes". "Me vine a pasar el duelo a Madrid y lo escribí en el Retiro, así que ha sido como un símbolo dárselo a ella aquí, que además acaba de sentir la ausencia con su hija marchándose fuera", agregaba.
Iban pasando las horas y esas esperas del principio eran ahora filas de asiduos que aguardaban la luz verde para ingresar en el recinto. Si en ediciones anteriores lo normal era ver una muchedumbre desparramada entre puestos de comida, expositores o casetas, en 2021 las circunstancias obligan a un orden. Debido al coronavirus, la Feria del Libro de Madrid tiene un aforo máximo de 3.900 personas, sin contar a los trabajadores. El trayecto, además, ocupa solo 400 metros, frente a los 1.300 de otros años, aunque las casetas son las mismas: 320, colocadas en tres filas.
Los actos clásicos, como la firma de autores, las conferencias o las conexiones en directo de televisión o radio se han reducido o transformado en online. Y los puestos comerciales han desaparecido casi del todo. Quedan, eso sí, algunos comercios con bebidas o picoteo. "Helados se comen hasta cuando hace frío", justificaba Julia Plaza, vendedora de este tipo de comida, mientras servía tarrinas a dos visitantes. "Además, este año hay mucha ilusión", valoraba quien lleva un lustro acudiendo a este rincón de la ciudad. Un regreso a la normalidad, en suma, que algunos se lanzaban a corroborar y otros a tildar de espejismo.
Como curiosidad, se repetía que la feria sólo se había cancelado antes de 2020 durante la Guerra Civil. "Noto a la gente con ganas de ver libros, de conversar. Y yo estoy a tope de ganas", confesaba Maisa Marbán desde su puesto de la editorial Kailas. "Hay mucha alegría y supongo que se estaba deseando pasear y comprar", coincidía Iziar Fernández, de Blume. En una caseta que compartía varias editoriales, Lucía García intuía que iba a ir bien: "Veo mucho ánimo". Las mascarillas, la distancia o el aforo reducido les afecta en cuanto a una compra potencial, pero no descartan que haya sorpresas. "La feria es un referente y estamos muy contentas", resumían Carmen y Alba, madre e hija al cargo de la Asociación de Revistas Culturales.
Ambas se referían al menor tránsito como un nicho que, probablemente, fuera más fiel. "Menos cantidad pero más calidad", esgrimía la propietaria de Ediciones JC pidiendo anonimato. Al límite de asistentes se le ha juntado otro hecho inédito: que en lugar de mayo se celebre en septiembre, con el curso escolar arrancando y el bolsillo destinado a otros libros, los de texto. Algunas librerías, de hecho, se han quejado en redes de que la disyuntiva entre acudir a la feria o dedicarse al mogollón de estas semanas les haya empujado a lo segundo.
También ha habido voces disonantes de otro protagonista: el país invitado de honor, Colombia, generó una gran polémica antes de que empezara la feria. El embajador en España, Luis Guillermo Plata, declaró que se habían buscado autores "neutrales" y provocó el rechazo de algunos invitados y la indignación colectiva. Muchos infirieron en estas palabras un ejercicio de censura y solicitaron a quienes participan que no lo hicieran.
La sacudida se precedía de las protestas que han acontecido en contra del presidente Iván Duque, y la supuesta selección de embajadores literarios poco combativos: entre los que aparecen en la agenda faltan nombres como Fernando Vallejo, Laura Restrepo, Piedad Bonnett, William Ospina o Héctor Abad Faciolince, aclamados por la crítica y las ventas. En el enorme stand dedicado a esta nación no querían pronunciarse. Tanto la vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, como el escritor Darío Jaramillo esperaban a la inauguración para expresar sus opiniones.
No necesitaba ese tiempo para narrar sus impresiones Brenda Navarro, autora mexicana que se estrena firmando con su novela Casas vacías (Sexto Piso). "Creo que son importantes estos espacios justamente porque te permite ver qué es lo que pasa, qué mueve o interesa a la gente. Y siempre he pensado que en España tienen un sentido de lo público para habitarlo muy bueno. Aunque sea atípica, la feria va a estar bien. Me emociona que venga alguna persona a mirar libros", concede a Sputnik. Una de ellas es Eduardo García, sevillano de 77 años que cargaba una bolsa con mapas: "Es que ahora se hace todo de forma electrónica y no es lo mismo".