Despertar en el 11-S: negación, confusión y miedo
© AP Photo / Diane BondareffTwin towers of the World Trade Center burn after hijacked planes crashed into them in New York
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QUITO (Sputnik) — Veinte años han pasado desde que la ecuatoriana Adriana Naranjo abrió sus ojos una mañana ansiando una emocionante jornada turística en Nueva York, pero descubrió que el destino le proponía otra cosa: ser testigo de primera mano de los ataques terroristas del 11 de septiembre.
Naranjo tenía 21 años y era la primera vez que viajaba a EEUU. Eran sus vacaciones y estaba muy entusiasmada. Se alojó con sus familiares en Queens, el condado metropolitano étnicamente más diverso del mundo y el más grande de los cinco que componen la ciudad de Nueva York.
La alegría le duró poco: el 11 de septiembre del 2001 tenía planeado visitar, con su madre, a un artista muy cerca de las Torres Gemelas, en Manhattan, pero no lo hizo porque su tío le pidió ir en la tarde. Probablemente fue tarea del destino. No debía ir a las torres ese día.
Atacantes suicidas de la red terrorista Al Qaeda —proscrita en Rusia— secuestraron aviones de pasajeros y los estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center (WTC) de Nueva York y contra el Pentágono, sede del Departamento de Defensa en Washington. Un cuarto avión que iba a ser lanzado contra el Capitolio, sede del Congreso, se estrelló en un campo de Pensilvania antes de alcanzar su objetivo. Casi 3.000 personas murieron en los ataques.
10 de septiembre 2021, 19:27 GMT
Ese día, Naranjo apenas abría los ojos en su cama cuando su abuela entró a su habitación muy nerviosa y le dijo: "¡Hija, hija, algo pasa; están poniendo bombas!".
Ella no entendía lo que pasaba, pero inmediatamente prendió el televisor y en ese momento vio cómo se caía la torre sur del icónico WTC, el centro del comercio mundial.
Su primer pensamiento fue: "Eso no puede ser". "No es real, abuelita, es una película", le dijo, mientras su abuela replicaba: "¡Eso está pasando ahora!".
El espanto
Un poco más tarde, el esposo de su tía, cerca de Manhattan, veía cómo se estrellaba el segundo avión en la torre norte.
La hermana de una amiga de Naranjo en esa época vivía muy cerca del famoso rascacielos de la Quinta Avenida y West 34th Street, el Empire State, ubicado a una buena distancia de las Torres Gemelas, pero cuando estas cayeron la nube negra y blanca llegó hasta allá.
Naranjo tenía familiares en Nueva York y en New Jersey, que trabajan en Manhattan. La familia no sabía cómo comunicarse entre sí, las líneas telefónicas colapsaron y en Ecuador su familia tampoco podía comunicarse para saber su estado y el de sus demás familiares.
"Fue supercomplicado. El aire que se empezaba a sentir en Nueva York era súper tensionante. Mi tía que trabajaba en Manhattan tuvo que regresar a pie por el puente de Brooklyn, en medio de la tensión, el pánico y la incertidumbre. En la noche ninguno de nosotros durmió. Mi tía no podía dejar de recordar las imágenes de la gente lanzándose de las torres", cuenta Naranjo a Sputnik.
Esa noche fue tan sombría como la mañana misma del ataque: el tráfico aéreo se cerró, igual el metro, casi no se oía nada, nadie podía imaginarse que se trataba de la siempre bulliciosa ciudad de Nueva York.
Patriotismo y resentimiento
A los dos días de los atentados, Naranjo y su madre salieron en metro hasta la 34 y la octava, en Manhattan, en donde trabajaba su tía y decidieron recorrer la ciudad.
Todo lo que se oía eran ambulancias y sirenas de bomberos, mientras a los transeúntes les caía una especie de hollín blanco. La pantalla de Times Square transmitía todo el tiempo noticias sobre la Zona Cero, al tiempo que por las calles aledañas transitaban camiones de bomberos.
"La gente se paraba a aplaudir a los carros de bomberos que sonaban con más fuerza sus sirenas… y seguían avanzando a la Zona Cero", recuerda Naranjo sin poder contener las lágrimas, aunque ya han pasado dos décadas de esa dolorosa experiencia.
El patriotismo de los estadounidenses se veía en casi toda calle y toda avenida, a donde salían a flamear banderas en sus manos.
Naranjo recuerda que en una calle un ciudadano musulmán de bastante edad, repartía folletos.
"La gente le veía como si él fuese el culpable de la masacre, no entendían que no tenía nada que ver y que el hecho de que sea musulmán no le hacía malo. Se podía ver las dos caras: por un lado el patriotismo y por otro el resentimiento que se generó en relación a los sucesos que quitaron la vida a cientos de inocentes", destaca Naranjo.
Al pasar por el Madame Tussauds, el museo de cera de la avenida 42, afuera, a la entrada estaba la figura de cera de George Bush padre. Naranjo se asustó creyendo que era el expresidente en persona y quiso salir corriendo.
"¡Lo van a matar y nos van a matar nosotros! ¡¿Cómo puede estar aquí?! ¡Qué irresponsable!" se dijo.
El miedo era injustificado porque se trataba solo de una figura de cera, pero refleja la medida de la tensión que sentía en esos días.
Homenaje a los muertos
En días posteriores, Naranjo fue a un hospital en Manhattan para retirar medicinas para su abuela y la impresión fue grande pues todo alrededor del hospital era fotos de los desaparecidos y velas en memoria de los fallecidos.
"Era impactante ver eso en todos lados, en las diferentes calles, ver a personas orando, ver lágrimas en los rostros, sentir la tristeza profunda", señala.
En New Jersey, en un sitio donde las personas que trabajan en Manhattan dejaban sus autos los encargados le contaron que muchos carros estaban ahí porque sus dueños ya no regresaron por ellos; seguramente estaban muertos.
La incertidumbre del futuro
En días previos a los atentados del 11-S, Naranjo, su madre y su tía querían visitar la famosa cadena de parques Six Flags, pero como nunca, en pleno verano boreal, estuvo cerrada. Luego fueron a ver la Estatua de la Libertad, que también estaba cerrada.
Naranjo quiso visitar entonces las Torres Gemelas, pero su tía le dijo: "Seguro también están cerradas. Las torres no se van a mover de ahí, iremos otro día". Pero a la semana siguiente ocurrieron los atentados.
"En la vida nada está garantizado, tú no sabes qué pasará ni dentro de minutos, peor al siguiente día o a la siguiente semana", dice Naranjo.
En los últimos 20 años, Naranjo ha regresado unas cuatro veces a Nueva York, ha visitado la Zona Cero y se sigue sobrecogiendo al estar allí, al recordar tanta gente que murió y pensar "que nunca sabremos con certeza lo que pasó".