Desde Punyab hasta la guerra de Irak: los viajes de un explorador del siglo XXI
© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Rafael Gutiérrez Miguel Gutiérrez Garitano a bordo de un tren minero de Mauritania
© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Rafael Gutiérrez
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Miguel Gutiérrez Garitano es licenciado en Historia, escritor y explorador. Sobre sus ansias de aventura, ha volado hasta el Amazonas o el Sáhara Occidental. Su última gesta podría tener recompensa: ser el descubridor de las ciudades perdidas de Alejandro Magno en el Punyab paquistaní.
Los persas fueron los encargados de dar nombre a la región de Punyab. Panj es cinco y ab es agua. La "tierra de las cinco aguas", un territorio hoy en día compartido por Pakistán e India. Una interpretación también leída en lengua sánscrita. Los ríos Jhelum, Chenab, Ravi, Beas y Sutlej son los protagonistas de la geografía de la zona y por ende de su etimología. Hasta los antiguos griegos se refirieron a esta en honor a sus cauces fluviales. Aunque uno de ellos pasó a los anales de la historia clásica. El Jhelum, Hidaspes para los helenos, fue escenario de la última gran batalla librada por Alejandro Magno. Sus tropas se enfrentaron al rey Poros, señor punyabí. Una victoria alejandrina que sería causa de la fundación de las ciudades de Alejandría Nicaea y Alejandría Bucéfala. Dos urbes silenciadas por el paso del tiempo.
El historiador vasco Miguel Gutiérrez Garitano conoce bien las andaduras de Alejandro Magno. La vida del conquistador macedonio y la batalla del Hidaspes han sido su pasión en los últimos dos años. Su particular contienda, encontrar las dos ciudades perdidas del Punyab. Para ello, estudió los escasos fragmentos que restan de los relatos escritos por los generales de Alejandro Magno. Leyó los diarios de exploradores del siglo XIX como Alexander Burnes o Alexander Cunningham. También artículos publicados por la Universidad de Oxford. Creó mapas, analizó el cauce del río e investigó sobre la fertilidad de las tierras cercanas al Jhelum. Y, sobre todo, voló a Pakistán con la mente despejada. "Fui sin prestar mucha atención a las hipótesis existentes. No quería tener ningún prejuicio", señala a Sputnik Mundo el explorador, quien viajó por la región junto al fotógrafo Jordi Canal-Soler, la historiadora Silvia Carretero Gómez y el guía Sahid Jamil.
© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Jordi Canal-SolerRestos de cerámicas en el supuesto lugar de Alejandría Bucéfala (Pakistán)
Restos de cerámicas en el supuesto lugar de Alejandría Bucéfala (Pakistán)
© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Jordi Canal-Soler
La expedición capitaneada por el investigador acudió al país asiático con un plan de ocho días de recorrido. Los años de documentación le habían hecho delimitar el terreno. Tiempo en el que se metió en la piel del mítico personaje heleno. Un hombre que creía ser una deidad, heredero de los míticos Aquiles y Hércules. "Deseaba ser considerado un héroe, por lo que construyó monumentos en todos aquellos lugares en los que triunfó o tuvieron un significado para él. Por ejemplo, donde venció al rey Poros levantó Alejandría Nicaea y donde cayó su caballo Bucéfalo de agotamiento tras la batalla surgió Alejandría Bucéfala", explica. Enfundado en la mente de Alejandro Magno, su mapa y anotaciones eran su brújula. Gutiérrez sabía dónde quería buscar.
A bordo de un coche sobre las destartaladas carreteras paquistaníes, las hipótesis planteadas tomaban fuerza o se desmoronaban. El equipo logró localizar la ubicación de los campamentos griegos en la batalla del Hidaspes y el antiguo curso del río Jhelum. Los topónimos acercaron al equipo a una corriente fluvial llamada "el río del rey" en urdu. "Podría estar relacionada con el conquistador", indica Gutiérrez. No muy lejos, una colina captó su atención. Un corte en el montículo, provocado por las obras en una mezquita, dejaba entrever estratos llenos de cerámicas. Un paraje en cuya denominación se encuentra la palabra Sikander. Así traducen los habitantes de Oriente Medio el nombre de Alejandro. "Más allá del topónimo, se dice que la colina es un monumento a un héroe islámico. Por norma general, los lugares sagrados se heredan. Podría haber estado dedicada a Alejandro Magno. Creo que allí mató al primogénito del rey Poros", argumenta. Podrían ser los restos de Alejandría Nicaea.
© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Jordi Canal-SolerVasijas enterradas en la tierra (Pakistán)
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© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Jordi Canal-Soler
Vasijas enterradas en la tierra (Pakistán)
© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Jordi Canal-SolerRestos de cerámica incrustados en la pared (Pakistán)
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Restos de cerámica incrustados en la pared (Pakistán)
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Vasijas enterradas en la tierra (Pakistán)
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Restos de cerámica incrustados en la pared (Pakistán)
Kilómetros más allá, entre el Jhertum y las montañas, donde marcaban las coordenadas, la disposición de una pared de adobe giró la mirada del explorador. Decidió recurrir a Google Earth para tener una visión aérea del lugar. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio que la estructura formaba parte de un gran círculo de 130 metros de diámetro con corredor de entrada y una altura de cinco metros. De sus elevados muros sobresalían vasijas o piedras talladas. Simulaba una tumba macedónica de tipo real. El entierro que Alejandro Magno habría dispuesto a su equino. El posible enclave de Alejandría Bucéfala.
© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Jordi Canal-SolerPared de adobe que podría pertenecer a Alejandría Bucéfala (Pakistán)
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Pared de adobe que podría pertenecer a Alejandría Bucéfala (Pakistán)
© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Jordi Canal-SolerMontículo que sería la tumba del caballo de Alejandro Magno, Bucéfalo
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Montículo que sería la tumba del caballo de Alejandro Magno, Bucéfalo
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Pared de adobe que podría pertenecer a Alejandría Bucéfala (Pakistán)
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Montículo que sería la tumba del caballo de Alejandro Magno, Bucéfalo
Gutiérrez podría haber encontrado las desaparecidas urbes del rey heleno. Ha avisado al Gobierno de Pakistán sobre el hallazgo y ha contactado con los editores de la revista Karanos, especializados en la Antigua Macedonia. De momento, es una hipótesis. La demostración llegará con la excavación. Ahora, toca esperar.
"Si lo de Pakistán es lo que es, sería el culmen a todos mis viajes. Como mínimo, creo que es un gran yacimiento. Pero, si estoy en lo cierto, me será complicado superar esto".
Una vida de aventuras
Punyab fue el último destino de Gutiérrez, pero ni mucho menos el primero. Viajar es parte de su esencia. Cada año, un mes de su vida está reservado a algún rincón del planeta. Algún lugar al que llega guiado por motivaciones históricas o incluso de protesta. "Soy bastante aventurero, pero también estoy preocupado por el medio ambiente e intento hacer algún tipo de aportación para protegerlo o ayudar a las comunidades de la zona. Es más, en uno que hice al Amazonas, la misión principal era recabar información sobre el maltrato que se ejerce sobre la selva", asevera.
Los viajes suelen empezar en su propia biblioteca. Rodeado de tomos, Gutiérrez comienza a esbozar sus expediciones. Las historias guardadas en las páginas de novelas y ensayos son inspiración para el explorador, también escritor de libros de viajes. No importa que sean historias pasadas o recientes. Que provengan del mundo grecorromano o la inestabilidad que sacude Oriente Próximo en el siglo XXI. "Cuando me fascina algo, me gusta investigar qué ha pasado ahí. Me encanta lanzarme a la búsqueda, aunque en el 99,9% de las ocasiones no encuentre nada. En el caso de Alejandro Magno, además del trabajo hecho, me tocó con su varita el dios de la aventura", bromea.
© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Rafael Gutiérrez Miguel Gutiérrez Garitano en el Sáhara Occidental
Miguel Gutiérrez Garitano en el Sáhara Occidental
© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Rafael Gutiérrez
Sus intereses le han llevado por medio mundo. Cruzó en canoa la Zona Intangible de Yasuní en Ecuador, donde habitan los tagaeri y los taromenane, dos tribus aisladas de la vida moderna. A bordo de un velero de 15 metros, conquistó las aguas del Ártico. Siguió los pasos del explorador Brian Fawcett en el pantanal brasileño y la sabana de Mato Grosso. Las andanzas del africanista Manuel Iradier le condujeron a través de Guinea Ecuatorial. Allí, se infiltró en una secta animista y fue testigo de su culto. En otra ocasión, recorrió el cauce del río Madre de Dios entre Brasil y Perú. En este último país indagó en las ciudades del reino de Vilcabamba, último bastión de los incas. "Con las expediciones descubrimos un santuario inca y una necrópolis preinca", resalta. Gutiérrez también ha visitado zonas en conflicto. Los comandos de la Golden Division iraquí le guiaron en la batalla de Mosul frente al Estado Islámico. En el Sáhara Occidental se hospedó en las líneas de defensa del Frente Polisario.
© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Rafael Gutiérrez Miguel Gutiérrez Garitano con la 'Golden División' iraquí
Miguel Gutiérrez Garitano con la 'Golden División' iraquí
© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Rafael Gutiérrez
En los últimos años ha liderado más de una decena de expediciones a parajes remotos. Lugares a los que el vasco arriba con un equipaje todoterreno, una txapela para combatir frío y sol y un cuchillo diseñado por él mismo para partir, raspar o hacer fuego. A veces, este también le da tranquilidad, sobre todo en situaciones delicadas. Y es que sus viajes no han estado exentos de sobresaltos. Las balas le pasaban a cinco metros de la cabeza en Irak. En el Sáhara Occidental movió por error una mina. En la Amazonia, ha pasado días en áreas gobernadas por el narcotráfico.
"Es cierto que hay peligros, pero yo siempre me quedo con lo bueno. Con las noches estrelladas en el desierto de Tiris, refugiado en los fuertes españoles del siglo XIX en los que lucha el Frente Polisario. Con los mares de hielo del Ártico, rodeados de focas y osos polares. Con el sol del África Subsahariana y la alegría de sus gentes. Son innumerables los recuerdos".
Presidente de la Sociedad Geográfica La Exploradora, Gutiérrez admite, entre risas, que también disfruta de los viajes tranquilos. Pero, la inquietud por descubrir, por estar presente en los grandes momentos de la historia, es lo que le mueve. "Hay quien dice que no sé hacer nada sin ser intrépido. Yo siempre digo que había un explorador del siglo XIX llamado Richard Burton, que subió el río Congo él solo en canoa. Sabía que era una zona muy peligrosa, pero aun así lo hizo. Dijo que sería por el diablo. Yo creo que ese impulso que también tengo yo es por el diablo", ríe el explorador.
© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Rafael Gutiérrez Miguel Gutiérrez Garitano en el Ártico
Miguel Gutiérrez Garitano en el Ártico
© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Rafael Gutiérrez
En su cabeza hay muchas ideas. En el planeta, miles de tesoros ocultos. "La gente que cree que el mundo está trillado está equivocadísima. Es un sentimiento de derrota que no llego a comprender", comenta Gutiérrez. Añade que "no tiene vida" para abarcar todas las historias que cree que tienen potencial. La mayoría tienen el riesgo como apellido. Pero, en eso se basa la exploración. "Los exploradores del siglo XIX lograban sus objetivos porque estaban dispuestos a morir por su aventura. Una pasión que les hacía capaces de todo. Es lo que impulsa al ser humano. No suicidarse, claro, pero sí batirse y arriesgarse. Sin esa sensación, es imposible entender la exploración", sentencia.
© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Rafael Gutiérrez Miguel Gutiérrez Garitano en el Sáhara Occidental
Miguel Gutiérrez Garitano en el Sáhara Occidental
© Foto : Cortesía de Miguel Gutiérrez Garitano / Rafael Gutiérrez
Según él, un sentimiento que deben de transportar los primeros viajeros a Marte. El mismo que le llevó a la guerra o las profundidades de selva o desierto. Aquel que puede desenterrar de las arenas del tiempo las ciudades helenas del Punyab. Curiosamente, fundadas por otro explorador.