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"Se hace vida normal": uno de los españoles evacuados de Wuhan relata su doble confinamiento en un año
"Se hace vida normal": uno de los españoles evacuados de Wuhan relata su doble confinamiento en un año
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Pedro Murillo, entrenador de un equipo de fútbol en la ciudad china, relata estos meses de cuarentenas y aislamiento tanto en su país de origen como en el de... 10.02.2021, Sputnik Mundo
2021-02-10T17:36+0000
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"Ha sido un añito guapo". Pedro Morilla resume con sorna sus últimos 12 meses. Podría ser una descripción similar a la de cualquier habitante del planeta, que ha sufrido en 2020 una pandemia global de consecuencias inimaginables. Su caso, no obstante, tiene un elemento extra: este entrenador de fútbol ha vivido dos confinamientos y dos cuarentenas en diferentes lugares. En la ciudad china de Wuhan, donde se originó el coronavirus, y en su país natal, España, al borde de una cuarta ola tras superar los tres millones de contagios.Llegaban vídeos sobre la construcción acelerada de un hospital de emergencia, de gente desplomándose en pleno asfalto o de sanitarios atendiendo con un traje de escafandra. Secuencias que parecían de ciencia ficción, de un rincón alejado del mundo que nunca se trasladaría a nuestras latitudes. Los testigos del estallido se retrataban en la soledad de las calles, narraban los controles de entrada y salida del propio edificio o comentaban el vertiginosos incremento de casos.Morilla, por ejemplo, relataba a Sputnik cómo les anunciaron las medidas del virus después de las celebraciones del año nuevo chino. "Nos dejaron una nota en la puerta", decía el 18 de febrero, cuando los datos hablaban de menos de 2.000 muertos y unos 73.000 infectados. Les tocó confinarse en casa, ir a comprar por turnos, comunicarse por videollamada… Un nuevo paradigma que parecía anecdótico en estos lares. El exotismo se amplió cuando aterrizaron en Madrid.Un avión fletado con extranjeros se posó en Torrejón de Ardoz (una localidad del este con base militar) para evitar contactos. Les movieron inmediatamente al hospital Gómez Ulla, en el sur de la capital. Y procedieron a esperar los 14 días de rigor. Jugaban con el resto de evacuados, concedían entrevistas, charlaban con el equipo médico. En España ya se había detectado un caso en La Gomera, una de las islas del archipiélago canario. Y pronto se irían desplegando, como en un juego de estrategia, las trazas de lo que no se estipulaba como el SARS-CoV-2.De un hotel de Canarias a Milán. De Italia a Valencia. Hasta que el coronavirus, algunos empeñados en achacar a la cultura china, se adueñó de nuestras conversaciones. Las elocuciones "síntomas leves", "subida de ingresos" o "familias en aislamiento" se tradujeron rápido en "urgencias saturadas", "colapso de centros" o "efectos fulminantes". De las decenas de avisos se multiplicó a miles. A 10 de febrero de 2021, el planeta suma más de 107 millones de infectados y 2,34 de fallecidos. En España se han superado los tres millones de contagios, con 63.000 muertes.Entonces aparece Pedro Morilla con el resto de expatriados. Salen de las instalaciones, enfilan hacia sus respectivas casas y, salvándose de la tenaza COVID-19, quedan libres y sanos. Aguardan directrices para regresar a donde viven desde hace más o menos tiempo: una urbe de 11 millones de habitantes cuyo nombre es ahora internacional. El entrenador, de 48 años, se va a Granada, su tierra. Otro compañero, Oliver Cuadrado, se queda en Parla. Y así se van distribuyendo hasta que la empresa Nama Sport, con sede en Cataluña, les indique qué hacer."Al principio nos llevaron a Girona, a seguir entrenando. Luego tocó el Estado de Alarma y me fui a Andalucía con la familia", cuenta ahora a Sputnik, de nuevo. Pasó el verano como el resto: disfrutándolo en lo que parecía el fin de la epidemia. Playas llenas, chiringuitos con música, algunos visitantes extranjeros… Pero la resaca trajo un septiembre negro. Atajando la sacudida, Morilla y el resto de profesionales del club chino, volaron.Ya habían empezado a abrir la frontera, a tener más vuelos y a dar pie a una nueva temporada. "Hicimos otra cuarentena en un hotel de Shanghái, donde llegamos el día 15. Y el 1 de octubre ya pisamos Wuhan", rememora a punto de cenar en ese rincón libre de coronavirus: sin casos desde hace meses, la capital de la provincia de Hubei, respira con naturalidad mientras en el resto de países aún se lucha para detener la pandemia."Vida normal, pero con precaución", describe Morilla el día a día. Por ejemplo: la gente se pone la mascarilla al entrar a espacios cerrados, en interiores, o tiene mayores hábitos desinfectantes, pero el panorama general es de absoluta normalidad. "Nosotros estamos preocupados por lo que pasa en España, pero aquí, sin contagios, no hay problema", repite, negando que se haya comenzado a vacunar: "No sé cómo está la cosa, pero ni a los de fuera ni a los locales se les está pinchando".El míster observa desde el centro del gigante asiático cómo "la situación está enquistada". "Veo que las medidas no son efectivas", afirma, "y es la pescadilla que se muerde la cola". Morilla no se atreve a valorar negativamente la labor realizada por el Gobierno, pero cree que "no ha sido lo determinante que podría haber sido". Pone como ejemplo lo que él considera básico: el rastreo. En Wuhan se sabía al instante si habías estado en contacto con un positivo. Y se paralizaba de inmediato la propagación."También es fundamental el control fronterizo", añade, lamentando que en España no sea tan severo como debería. "Estamos jugando con una epidemia que ha matado a mucha gente", argumenta, aclarando que él no ha tenido pérdidas muy cercanas.A Pedro Morilla no le convence que se culpe a los ciudadanos o que se compare la idiosincrasia para justificar los nuevos brotes. "Es cierto que aquí la sociedad es mucho más disciplinada, pero creo que la clave son las medidas, el seguimiento".Veterano en lidiar con este virus y deseando que se erradique en todo el mundo, el entrenador suspira al mencionar a quien piensa que esto ha terminado. "Hasta que el número de contagios sea cero, el COVID-19 sigue", sentencia a punto de sentarse en un restaurante y comer tranquilamente. Lo agradece, después de un "añito guapo" con dos encierros y dos cuarentenas.
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"Se hace vida normal": uno de los españoles evacuados de Wuhan relata su doble confinamiento en un año
17:36 GMT 10.02.2021 (actualizado: 14:46 GMT 03.06.2024) Alberto García Palomo
Corresponsal en España
Pedro Murillo, entrenador de un equipo de fútbol en la ciudad china, relata estos meses de cuarentenas y aislamiento tanto en su país de origen como en el de residencia.
"Ha sido un añito guapo". Pedro Morilla resume con sorna sus últimos 12 meses. Podría ser una descripción similar a la de cualquier habitante del planeta, que ha sufrido en 2020 una pandemia global de consecuencias inimaginables. Su caso, no obstante, tiene un elemento extra: este entrenador de fútbol ha vivido dos confinamientos y dos cuarentenas
en diferentes lugares. En la ciudad china de Wuhan,
donde se originó el coronavirus, y en su país natal, España, al borde de una cuarta ola tras superar los tres millones de contagios.

30 de enero 2021, 10:39 GMT
Llegaban vídeos sobre la construcción acelerada de un hospital de emergencia, de gente desplomándose en pleno asfalto o de sanitarios atendiendo con un traje de escafandra. Secuencias que parecían de ciencia ficción, de un rincón alejado del mundo que nunca se trasladaría a nuestras latitudes. Los testigos del estallido se retrataban en la soledad de las calles, narraban los controles de entrada y salida del propio edificio o comentaban el vertiginosos incremento de casos.
Morilla, por ejemplo,
relataba a Sputnik cómo les anunciaron las medidas del virus después de las celebraciones del año nuevo chino. "Nos dejaron una nota en la puerta", decía el 18 de febrero, cuando los datos hablaban de menos de 2.000 muertos y unos 73.000 infectados. Les tocó confinarse en casa, ir a comprar por turnos, comunicarse por videollamada… Un nuevo paradigma que parecía
anecdótico en estos lares. El exotismo se amplió cuando aterrizaron en Madrid.

4 de enero 2021, 15:46 GMT
Un avión fletado con extranjeros se posó en Torrejón de Ardoz (una localidad del este con base militar) para evitar contactos. Les movieron inmediatamente al hospital Gómez Ulla, en el sur de la capital. Y procedieron a esperar los 14 días de rigor. Jugaban con el resto de evacuados, concedían entrevistas, charlaban con el equipo médico. En España ya se había detectado un caso en La Gomera, una de las islas del archipiélago canario. Y pronto se irían desplegando, como en un juego de estrategia, las trazas de lo que no se estipulaba como el SARS-CoV-2.
De un hotel de Canarias a Milán. De Italia a Valencia. Hasta que el coronavirus, algunos
empeñados en achacar a la cultura china, se adueñó de nuestras conversaciones. Las elocuciones "síntomas leves", "subida de ingresos" o "familias en aislamiento" se tradujeron rápido en "urgencias saturadas", "colapso de centros" o "efectos fulminantes". De
las decenas de avisos se multiplicó a miles. A 10 de febrero de 2021, el planeta suma más de 107 millones de infectados y 2,34 de fallecidos. En España se han superado los tres millones de contagios, con 63.000 muertes.
Entonces aparece Pedro Morilla con el resto de expatriados. Salen de las instalaciones, enfilan hacia sus respectivas casas y, salvándose de la tenaza COVID-19, quedan libres y sanos. Aguardan directrices para regresar a donde viven desde hace más o menos tiempo: una urbe de 11 millones de habitantes cuyo nombre es ahora internacional. El entrenador, de 48 años, se va a Granada, su tierra. Otro compañero, Oliver Cuadrado, se queda en Parla. Y así se van distribuyendo hasta que la empresa Nama Sport, con sede en Cataluña, les indique qué hacer.

31 de diciembre 2020, 13:53 GMT
"Al principio nos llevaron a Girona, a seguir entrenando. Luego tocó el Estado de Alarma y me fui a Andalucía con la familia", cuenta ahora a Sputnik, de nuevo. Pasó el verano como el resto: disfrutándolo en lo que parecía el fin de la epidemia. Playas llenas,
chiringuitos con música, algunos visitantes extranjeros… Pero
la resaca trajo un septiembre negro. Atajando la sacudida, Morilla y el resto de profesionales del club chino, volaron.
Ya habían
empezado a abrir la frontera, a tener más vuelos y a dar pie a una nueva temporada. "Hicimos otra cuarentena en un hotel de Shanghái, donde llegamos el día 15. Y el 1 de octubre ya pisamos Wuhan", rememora
a punto de cenar en ese rincón libre de coronavirus: sin casos desde hace meses, la capital de la provincia de Hubei, respira con naturalidad mientras en el resto de países aún se lucha para detener la pandemia.
"Vida normal, pero con precaución", describe Morilla el día a día. Por ejemplo: la gente se pone la mascarilla al entrar a espacios cerrados, en interiores, o tiene mayores hábitos desinfectantes, pero el panorama general es de absoluta normalidad. "Nosotros estamos preocupados por lo que pasa en España, pero aquí, sin contagios, no hay problema", repite, negando que se haya comenzado a vacunar: "No sé cómo está la cosa, pero ni a los de fuera ni a los locales se les está pinchando".

20 de mayo 2020, 15:40 GMT
El míster observa desde el centro del gigante asiático cómo "la situación está enquistada". "Veo que las medidas no son efectivas", afirma, "y es la pescadilla que se muerde la cola". Morilla no se atreve a valorar negativamente la labor realizada por el Gobierno, pero cree que "no ha sido lo determinante que podría haber sido". Pone como ejemplo lo que él considera básico: el rastreo. En Wuhan se sabía al instante si habías estado en contacto con un positivo. Y se paralizaba de inmediato la propagación.
"También es fundamental el control fronterizo", añade, lamentando que en España no sea tan severo como debería. "Estamos jugando con una epidemia que ha matado a mucha gente", argumenta, aclarando que él no ha tenido pérdidas muy cercanas.
A Pedro Morilla no le convence que se culpe a los ciudadanos o que se compare la idiosincrasia para justificar los nuevos brotes. "Es cierto que aquí la sociedad es mucho más disciplinada, pero creo que la clave son las medidas, el seguimiento".
"Se dice que en España gusta más salir, juntarse con gente… y sí, ha habido fiestas ilegales y todo eso, pero creo que el 90% de la población está cumpliendo", opina quien ya goza de un ocio semejante al de hace unos meses: "No soy mucho de discotecas, pero la gente ya va a bailar".
Veterano en lidiar con este virus y deseando que se erradique en todo el mundo, el entrenador suspira al mencionar a quien piensa que esto ha terminado. "Hasta que el número de contagios sea cero, el COVID-19 sigue", sentencia a punto de sentarse en un restaurante y comer tranquilamente. Lo agradece, después de un "añito guapo" con dos encierros y dos cuarentenas.