El 14 de marzo, cuando el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, decretó el estado de alarma por la pandemia de coronavirus, Hernán Zin estaba en Tarifa (Cádiz) haciendo kitesurf. Apenas escuchó el anuncio presidencial, Zin tomó su cámara, se fue hasta Madrid y se plantó frente a un hospital.
Durante cuatro meses, Zin y su equipo cinematográfico se dedicaron a documentar lo que sucedía en las unidades de cuidados intensivos de dos hospitales madrileños, en las ambulancias que trasladaban a los enfermos, en las residencias de ancianos, en las morgues, en los cementerios. Zin quería humanizar el parte que todos los días las autoridades sanitarias ofrecían al país.
Fruto de ese trabajo nació 2020, un documental que en una hora y 34 minutos, entrelaza la historia de un médico que, junto a su equipo, hace todo lo posible por salvar la vida de los enfermos, la de Julio Lumbreras que tras estar 57 días en coma despierta y trata de comprender el mundo, la de un sepulturero que confiesa que casi ya ni tienen tiempo de comer por tantos entierros que deben hacer, la de un sintecho que queda desconcertado por tanto vacío en la calle, la de protectores de animales que se dedicaron a rescatar perros que quedaron solos por la muerte de sus dueños, o la historia de Anshy Loaiza, una joven que conoció a su hijo a través de una Ipad porque tras dar a luz fue diagnosticada con coronavirus y derivada a una UCI, donde estuvo intubada por un mes.
Sputnik conversa con el director Hernán Zin sobre su nueva obra cinematográfica 2020.
—Lo primero que hiciste cuando te enteraste del estado de alarma fue viajar hasta Madrid y plantarte frente a un hospital. ¿Por qué?, ¿qué querías mostrar?
—Es que veía los periódicos y no había una correlación con ninguna emoción. No había historias en primera persona de los enfermos, de los médicos. Faltaba el contenido humano. Hablaban de mil muertos al día, pero yo me decía que esa gente tendrá rostro, tendrá una historia, una familia. Para el trabajo que hago desde hace 20 años es muy importante humanizar, es lo que me gusta hacer, y ese fue el primer instinto: tratar de entrar en los hospitales para ver lo que estaba pasando. Vengo de trabajar en Afganistán, Gaza, el Congo, y nunca pido permiso para entrar en los lugares, entro y grabo, lo tengo como un derecho natural. Pero aquí fue complicado.
—¿Y cómo lo lograste?, ¿cómo lograron que los dejaran filmar dentro de un hospital en el peor momento de la pandemia?
—Lo logramos insistiendo mucho, llamando a muchos políticos, mandando el artículo 20 de la Constitución que defiende la libertad de expresión, y al final di con los políticos correctos que conocían mi trabajo, sobre todo el que ha salido en Netflix, como Nacido en Gaza, Nacido en Siria, y entonces entendieron que yo quería reflejar una visión humana de la situación, no iba con una visión política.
Ahí nos abrieron las puertas. Ha sido el trabajo más difícil que he hecho en mi vida a nivel de acceso. Me costó muchas llamadas, estaba todo el día en el teléfono y enviando muchos emails desde las 6 de la mañana. Me costó más que entrar a Somalia en 2010 o que en Afganistán. Te juro que ha sido el trabajo más complicado que he tenido nunca.
—Y una vez dentro de los hospitales ¿qué fue lo que más te impactó a ti y a tu equipo de filmación?
—A mí lo que me impactó y que me hizo tomar conciencia de la gravedad del virus, fue cuando entré por primera vez a una UCI y vi a toda esa gente boca abajo, hinchada, luchando por respirar. Yo sentía que me ahogaba. Yo tengo asma y sentía que me ahogaba de solo verlos. También me impactó el silencio porque es una enfermedad que avanza lentamente, en silencio y termina con una vida en cuestión de horas. No me había enfrentado a una pandemia de este tipo y era muy sobrecogedor entrar a una UCI y ver todos esos cuerpos luchando por respirar, eso te genera mucha angustia.
—Además de filmar dentro de los hospitales, también estuvieron en residencias de ancianos, en la morgue, en el cementerio. Todos lugares de alto riesgo de contagio y tú asmático. ¿No tenían miedo de contagiarse?
—Lo que traté de aplicar con el equipo es lo mismo que he aplicado toda mi vida cuando he ido a una zona de conflicto: unos protocolos muy claros de seguridad, de información.
—¿Con qué sentimiento volvían a casa después de documentar estos episodios tan dolorosos?
—Yo volvía muy cansado a casa porque eran jornadas muy largas de 15 horas todos los días durante cuatro meses, porque había que esperar, el periodismo es esperar a que pasen cosas, que te dejen entrar. Después sentía la desconexión entre lo que veía en la tele y lo que veía cuando estaba en los hospitales o en las morgues. Veía mucha crispación política cuando en ese momento lo que había que hacer era un minuto de silencio. Todos los días habría que haber hecho un minuto de silencio por las víctimas. Enseguida los políticos entraron en una guerra y se olvidaron de las víctimas, esa era la impresión que me daba. Me parecía que la sociedad no comprendía realmente lo que estaba pasando, y 2020, como película, intenta llenar ese vacío. Esa es la intención.
—Después de documentar esos episodios tan difíciles que vivió el país, ¿se imaginaron una segunda ola?
—Yo creo que, si la película hubiese salido a tiempo, como queríamos nosotros, que queríamos que saliera en julio, podríamos haber ayudado a que no hubiese una segunda ola, pero lamentablemente ninguna cadena quiso apostar por ello.
—¿Y por qué las cadenas no quisieron sacar el documental antes?
—No sé, no estoy en la cabeza de los programadores.
—Pero ¿qué argumentos les dieron?
—Era un simple no.
—Después de haber hecho cobertura a la guerra en Afganistán, Siria, Palestina. ¿Qué ha sido más difícil: documentar una guerra o una pandemia?
—No hay comparación. Desde el momento en el que dentro de una guerra la gente tiene que huir de su casa, no tiene para comer, no sabe si al salir a la calle te va a caer una bomba, es incomparable. Aquí estábamos, dentro de todo, con alimentos, protegidos, con cierta información. Lo que no se puede comparar es el número de muertos. En ninguna guerra en la que yo he estado ha habido 1.000 muertos al día. En un mal día en Gaza puede haber 30 muertos, en un mal día en Afganistán puede haber 30 muertos cuando el ejército estadounidense bombardea por error una boda pensando que es una reunión talibán, pero 1.000 al día nunca lo había visto. De ahí sí que es mucho peor que una guerra.
—Antes de este documental ya has sido galardonado por otros documentales, como Nacido en Gaza, Nacido en Siria, Morir para Contar. ¿Por qué siempre acompañar a los que más sufren?, ¿qué quieres lograr con estos relatos?
—Yo empecé a trabajar en 1994 con mi cámara y mi primer conflicto fue en Camboya. Enseguida comprendí que con mi cámara solo podía mostrar la parte humana de la historia porque al lado estaba el equipo de AP, de Reuters y ellos son 20, tienen contactos con el Gobierno y me dije "yo solo con una cámara ¿qué puedo hacer?" darle voz a la gente de a pie, y eso es lo que hago con mis documentales, tratar de mostrar la parte humana, que complementa muy bien a las noticias, a los titulares de los periódicos y tratar de darle un contexto humano.
Por ejemplo, Nacido en Siria es un año caminando con los refugiados desde Alepo hasta Alemania. Una cosa es ver una pieza de 30 segundos en un informativo y otra cosa es estar un año y ahí entiendes el contexto emocional, el conflicto. Es un complemento lo que yo hago, y aparte, es lo único que puedo hacer con una sola cámara, viste, porque siempre he trabajado con mi cámara, y excepto en este documental, siempre he estado solo con mi cámara. Es la primera vez que puedo hacer algo así. Pero lo que busco es complementar la parte emocional. Soy latino, trabajo desde la pasión, manejo las emociones, es algo que es muy importante, conecto mucho con la gente, me apasiono por mi trabajo. Es un periodismo comprometido.
—Muchos alertan que la humanidad atraviesa uno de los momentos más complicados de su historia por la emergencia sanitaria, por la crisis económica que dejará, por la inestabilidad política y por la crisis medioambiental. ¿Cuál crees tú que debe ser el papel del documentalista en un momento tan crucial?
—Los documentalistas, los periodistas tenemos que estar ahí denunciando que como especie somos una plaga para este planeta, que lo estamos devastando.
—Ya está por acabarse el 2020, que muchos lo han calificado como el año catastrófico, ¿esperas algo mejor para el 2021 o no crees que se trate de un asunto de años?
—Sí, sí, es de años, es de años, soy muy supersticioso. La vida cuando te da un golpe tienes dos opciones: o ignorarlo y quedarte quieto con el trauma, o afrontarlo y superarlo. Nos han dado un golpe muy fuerte que va a tener consecuencias económicas a largo plazo, pero está en nuestras manos aprender de ese golpe, aprender de ese trauma para superarlo, y las lecciones son esas: ¿podemos vivir sin consumir tanto? Lo hemos aprendido cuando estuvimos confinados, no hace falta comprarse algo todos los días ni gastar el dinero de tonto, que lo importante es la gente que queremos, cuidarla y abrazarla, estar con ella, y tercero, cuidar al planeta. Creo que 2020 fue un año duro, pero como todas las cosas duras que te pasan en la vida, nos dejó una gran lección de vida y está en nuestras manos que el 2021 sea el año mejor, con un presidente como Biden, para que nos pongamos en serio a luchar contra el cambio climático y a cambiar el planeta.