La tecnología que reproduce los prejuicios racistas ha causado mucha polémica en los últimos tiempos, principalmente en Estados Unidos. Una investigación sobre el tema del periódico The New York Times señala que en Dallas en 2016 un robot policial mató por primera vez a una persona; era un hombre negro. El aparato llevó una bomba hasta donde estaba y la hizo explotar. El año siguiente la Policía volvió a utilizar una tecnología similar, para hacer exactamente lo mismo; esta vez en Maine.
Desde el primer caso, el NYT recuerda que algunos investigadores de robótica manifestaron su preocupación, alegaron que los robots que formaban parte de los escuadrones policiales antibombas se comercializan como herramientas para eliminar bombas de forma segura, no para matar gente. Lo mismo sucede con las otras tecnologías.
Pero cómo se usa la tecnología no es el único problema. Muchos de los algoritmos que se utilizan están sesgados contra las personas negras y otras que no son como quienes los diseñan: hombres blancos, ricos y saludables. En la última década se ha demostrado que las tecnologías de reconocimiento facial son más eficientes con los rostros de personas blancas que otras personas.
🇧🇷 Bachelet pide que el Gobierno de Brasil reconozca que el racismo es un problema
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"Es desconcertante que los robots pacificadores, incluidos los robots policiales y militares, en algún momento tendrán mayor libertad para decidir si tomar una vida humana, especialmente si los problemas relacionados con los prejuicios no se han resuelto", escribieron en la revista Science and Engineering Ethics Ayanna Howard, investigadora de robótica en Georgia Tech, y Jason Borenstein, un colega de la escuela de política pública de la misma universidad, según NYT.
No todo está perdido
Los investigadores de IA y robótica están militando para cambiar la forma en que se desarrollan y se utilizan las tecnologías. La organización Black in Computing lanzó una declaración y propuesta que, según NYT, han firmado casi 200 científicos negros en computación y más de 400 aliados (ya sean académicos negros en otros campos o personas no negras que trabajan en áreas relacionadas), para negarse a trabajar con o para los organismos de aplicación de la ley.
La declaración también pide reformas, incluyendo poner fin al acoso a los estudiantes negros por parte de agentes de policía del campus, y abordar el hecho de que los negros reciben recordatorios constantes de que otros creen que no pertenecen allí.

Un planteo similar realizó al NYT Odest Chadwicke Jenkins, robótico e investigador de IA de la Universidad de Michigan. "El problema más grande es, realmente, la representación en la sala, en el laboratorio de investigación, en el aula y en el equipo de desarrollo, en la junta ejecutiva". Aseguró que las discusiones éticas deben estar arraigadas en esa primera cuestión fundamental de los derechos civiles.
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Hay otros que consideran que no trabajar con las autoridades represivas sería un error. Tal es el caso de Williams, y de Cindy Bethel, directora del Laboratorio de Sistemas Sociales, Terapéuticos y Robóticos de la Universidad Estatal de Mississippi. Según NYT la investigadora cree que los robots pueden hacer que el trabajo policial sea más seguro tanto para los oficiales como para los civiles.
"Si las personas externas que tienen valores éticos no están trabajando con estas entidades de aplicación de la ley, entonces ¿quién lo está?", dijo a NYT Howard. "Cuando dices 'no', otros van a decir 'sí'. No es bueno si no hay nadie en la habitación que diga: 'Um, no creo que el robot deba matar'", agregó.
Sea cual sea la estrategia que tomen los desarrolladores, lo cierto es que por primera vez muchos robóticos y tecnólogos firmaron declaraciones asumiendo la responsabilidad de abordar el racismo desde los laboratorios. "Creo que las protestas en la calle realmente han tenido un impacto", dijo a NYT Jenkins.