"Cuando vi la intensidad de lo que estaba pasando, con compañeros enfermando sin sustitutos, con otros cientos muriendo y los hospitales sin dar abasto, así que no lo dudé, no me veía capaz de quedarme en casa con una mano sobre otra". El Doctor José Sorroche llevaba 5 años jubilado tras una vida ejerciendo como médico de familia, primero en las Alpujarras y finalmente en un centro de salud granadino. Decidió volver a tomar el hábito, junto con varios sanitarios "y de manera desinteresada", se coordinó con el Colegio de Médicos de Granada y se reincorporó a los efectivos del Servicio Andaluz de Salud en el Hospital Universitario Clínico San Cecilio de Granada.
"Yo ya me había ofrecido como voluntario junto a mi mujer y mi hijo en marzo, así que cuando nos han incorporado al Clínico estaba más que dispuesto" nos cuenta el cardiólogo Rafael Melgares, jubilado desde 2016 y con más de 40 años de trayectoria en la sanidad pública en la que ha ocupado todos los escalafones, llegando a ser Jefe de Servicio de Cardiología del Hospital Virgen de las Nieves.
"Para mí, es una vuelta a la vocación, a prestar servicio y sentir que haces algo que mejora la vida de los demás".
Estos médicos, junto a otros 10 compañeros procedentes de especialidades como Medicina Familiar y Comunitaria, Anatomía Patológica, Cardiología, Medicina del Trabajo u Otorrinolaringología conforma un refuerzo esencial para la respuesta sanitaria de una provincia que, a pesar de una leve mejoría, sigue ofreciendo los peores índices de España en los últimos 14 días, con 945 casos por cada 100.000 habitantes a 18 de noviembre.
La vuelta al tajo ha sido sorprendente para estos jubilados, "te impresiona encontrarte con una lista eterna de contagiados a los que tienes que llamar", nos cuenta Sorroche. Señala que además del rastreo y la trazabilidad, la primera función de sus llamadas es quitar miedo a los pacientes y después informarles. En ese sentido, más que su saber como médico y su experiencia "es muy valioso el tiempo que le dedicas a cada afectado. Cada minuto desempleado es un bien necesario, por eso es inadmisible que seamos tan pocos sanitarios".
Resiliencia sobre el terreno y no sobre el papel
El ejemplo de estos médicos es el de personas que han sabido adaptarse a las circunstancias desde la generosidad. "Estamos viviendo algo que nadie habría imaginado. Esta pandemia, por sus efectos e intensidad, solo la habíamos estudiado en los libros", dice Sorroche.
Cuando cuestionamos sobre la gestión de la pandemia, tanto a nivel gubernamental como autonómico, los voluntarios se desvinculan de la crítica y de la petición de la Asamblea del Consejo General de Colegios de Médicos de dimisión para Fernando Simón. "De esta situación solo saldremos arrimando el hombro, no me gusta la crítica exacerbada, echo de menos más espíritu colaborador y no lo veo cuando oigo a nuestros dirigentes", dice Sorroche. "No quiero hacer valoraciones políticas, pero ya son más que evidentes las carencias sanitarias. Seguimos con menos inversión de la que corresponde", apunta Melgares. Y sobre su papel en esta crisis, a ambos les sorprende la tardanza en contar con ellos, "había un consenso generalizado de la importancia del rastreo en los meses de verano. Me habría encantado hacer lo que hago ahora en julio. Entonces el confinamiento selectivo habría evitado el actual confinamiento general".
La vocación no envejece
El Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM) cifró en septiembre un registro de médicos jubilados voluntarios que ascendía a más de 2.000 profesionales en toda España, puestos "a total disposición para colaborar con las Administraciones". Destacan las bolsas en provincias como Sevilla, Cantabria, Pontevedra o Zaragoza. "No se puede lanzar un mensaje de que faltan médicos, cuando lo que falta son políticas de Recursos Humanos y cuando existen este tipo de iniciativas", reprochaba el 28 de septiembre el Secretario General del CGCOM, Dr. José María Rodríguez Vicente.
Pero, ¿qué lleva a un profesional que disfruta de su más que merecido descanso a involucrarse en una guerra mal gestionada y con escasos medios?
No hablamos de jubilados vacíos y tristes. No hablamos de existencias desnudas sin la responsabilidad de vestir la bata blanca. Sorroche vivía una jubilación feliz, "enfrascado en la pintura y en la música, estaba retomando la guitarra", al igual que su compañero que además, se había aventurado a aprender idiomas, "viajé 6 meses a Nueva Zelanda y a Australia como un mochilero, para aprender entre nativos", revela Melgares. "En la vida hay momentos para todo, para vivir distintas etapas, claro que no me imaginaba volver a trabajar, pero esta pandemia es la oportunidad para reencontrarme con mi vocación en el servicio público".
Los jubilados que se vuelven a enfundar las batas sin reproches ni miedos, un ejemplo de adaptación y empuje, un ejemplo que debería pesar más entre administraciones y despachos.