Inicialmente, este tipo de munición se utilizaba para el llamado tiro de reglaje. Se componen de un cartucho con bala junto con una mecha simple y una sustancia explosiva. Para diferenciarlo de otros cartuchos, las balas explosivas se marcan con la punta roja. Al alcanzar el objetivo, la bala explota aumentando significativamente la superficie de su impacto.
Durante la guerra, los francotiradores evaluaron las características únicas de estas municiones y las implementaron para destruir depósitos de materiales o combustible enemigos. Entre las desventajas de estos cartuchos destacan la baja sensibilidad en contacto con objetivos blandos. Además requieren mucho cuidado en el tratamiento.
Para asegurarse de que la munición explotara, durante la primera prueba colocaron dos placas de acero dentro del gel. Se ve que la bala penetra el cuerpo blando del cubo y al chocar con la placa produce una explosión.
Luego otra bala atraviesa la vela entera y explota al llegar hasta una colina de tierra que se encontraba detrás.
En la tercera prueba simplemente destrozó todo en su camino: el acuario con 40 litros de agua y el cráneo que se encontraba dentro.