En las pedregosas laderas de las sierras mineras de la provincia de Teruel, un hombre encontró una cantimplora tiempo atrás. Hasta aquí puede parecer una simple historia de campo. Un objeto perdido por algún excursionista. Sin embargo, el recipiente metálico llevaba grabado en un lateral la inscripción "Ejército Popular Regular 30ª División Transmisiones". Provenía de los años de la Guerra Civil, cuando la contienda partía Aragón. En el otro lado de la cantimplora, había un mensaje más. "Regalo de Enrique Álvarez Mellero", rezaba.
Su presidente, Emilio Silva, reconoce que en España no es fácil buscar a combatientes de la Guerra Civil. "En España la situación es muy precaria en los archivos históricos. Si existiese un buen censo, sería mucho más fácil", admite. Por eso, el lunes 2 de noviembre, la organización memorialista acudió a las redes sociales en búsqueda de ayuda. "Recuerdo en una exhumación en Guadalajara que el nieto de una víctima se acercó después de ver la foto de un documento en el que se veían dos nombres. Él reconoció el de un pariente y no tardó en llegar al lugar para colaborar en la investigación", afirma Silva a Sputnik Mundo.
Twitter hizo su magia. La foto se difundió a gran velocidad y pronto llegaron las pistas. Algunas desde Madrid. Otras desde Valladolid. Incluso, cruzaron el océano Atlántico. "Hubo personas en México que se dedicaron a buscar en las guías telefónicas por si aparecía algún indicio. La verdad es que la gente se volcó muchísimo", comenta el presidente de la asociación.
Según el centro documental para la Memoria Histórica, Enrique Álvarez Melero era natural de Madrid y soldado del Regimiento de Carros de Combate nº1. Pero, el primer rastro a seguir lo proporcionó el doctor en Historia por la Universidad de Barcelona Gonzalo Berger. Su tesis doctoral se centraba en las milicias antifascistas de Cataluña y entre los nombres que aparecían estaba el del propietario de la cantimplora. En su estudio, Álvarez Melero estaba registrado como miembro de la CNT y miliciano de la Columna Durruti, a la que se alistó el 24 de julio de 1936. Esto queda indicado en el certificado del cobro de un subsidio que daba la Generalitat de Catalunya a los combatientes diariamente. 10 pesetas que recoge su cuñada, Isabel Soler Depedre.
La mujer vivía en una casa del barrio de La Barceloneta, casada con el hermano de Enrique, Benito Álvarez Melero. Berger indaga en archivos nacionales e internacionales sobre Soler y descubre una petición de asilo formulada por ella, su marido y sus tres hijos ante la Embajada de México en Francia. En ningún momento se menciona a Enrique Álvarez Melero en la solicitud. Este documento muestra que la familia entera era madrileña, a excepción de la niña más pequeña, ya francesa. El último miembro nacido en Madrid lo hizo en 1932, lo que, según el historiador, indica que la familia se mudó a Barcelona entre 1933 y 1936 y desde allí marcharon a Francia. Pero, duda que cruzasen el Atlántico.
La respuesta llegó a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica desde el país vecino. Una investigadora francesa les señaló que la familia de Enrique vivió en la ciudad de Nevers, en la Rue de St. Valière, 40, actual Rue de Mademoiselle Bourgeois. En esa casa, esperaban la respuesta a la solicitud de asilo, tramitada en la primavera de 1940. Sin embargo, la ocupación de Francia por la Alemania nazi les sorprendió. El 17 de junio de 1940 llegaron los germanos a Nevers. Los Álvarez Soler no lograron abandonar Europa. "No me extrañaría que Benito trabajase como esclavo en la construcción de carreteras o vías de ferrocarril para los nazis. Es la historia de muchos españoles en la zona de Nevers", apunta Silva.
Pero, su descendencia sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial. Los tres hijos registrados en la solicitud de asilo a México murieron en Francia entre 1998 y 2008. La búsqueda se centra en la descendencia de los sobrinos de Enrique. Una se casó con un hombre llamado Narciso Prats.
"En Francia, se pierde el apellido femenino, lo que hace la labor más complicada. No obstante, ya nos hemos dirigido a varios Prats. De momento, ninguno ha dicho ser descendiente de Enrique, Benito o Isabel", lamenta el presidente de la organización.
La posibilidad de que Enrique sobreviviera
La ausencia de Enrique Álvarez Melero en los papeles trabajados hizo que se siguiera el hilo de su hermano Benito. El miliciano pudo morir en la contienda. O tal vez no. Según Silva, otro historiador les ha enviado un documento en el que se indica que el 12 de enero de 1939 estaba vivo. Se encontraba en Barcelona, donde había pasado a la reserva. Las fuerzas franquistas entraron el 26 de enero de 1939 en la capital catalana. Tal vez el combatiente huyó a Francia.
Esto no quiere decir que el miliciano sea uno de estos dos soldados. El joven pudo morir en la retaguardia. Igual, nunca salió de Barcelona. Son incógnitas todavía sin resolver. Tampoco se sabe a quién iba dirigida la cantimplora. Era alguien de la llamada 30ª División del Ejército Republicano, una facción que combatió cerca de la sierra de Teruel. En la comarca también actuó la Columna Durruti, por lo que no es de extrañar que Enrique Álvarez Melero hiciera amistad con algún miembro de la otra milicia. Lo suficiente como para regalarle el recipiente metálico.
80 años después, esa cantimplora se convierte en el punto de partida para descubrir el paradero de este miliciano madrileño. Una persona que combatió contra el fascismo en España y tal vez después en Europa. Pariente de una familia que intentó refugiarse de la persecución en México. Enrique Álvarez Melero tenía 22 años cuando marchó al frente.
"Es la historia de los primeros europeos y europeas que se enfrentaron militarmente al fascismo en el continente. De miles de republicanos. Es la historia de este país, contada por una cantimplora", sentencia.
La existencia de una persona casi sepultada por el peso de las piedras serranas. Y también de la historia.