Luego de un año intenso, el Movimiento al Socialismo (MAS) —que vio triunfar tres veces a su líder Evo Morales— retomó el poder en Bolivia. Su candidato, el presidente electo Luis Arce, obtuvo 55,1% de los votos y renovó la esperanza de la población por una mejora ante la golpeada economía de un país que este año decrecerá 5,2%.
Sin embargo, los retos actuales son diferentes. No solo deberá gestionar los cambios en política económica realizados por la presidenta transitoria Jeanine Añez, sino que tendrá que reactivar la demanda agregada tras su caída debido a la pandemia de COVID-19. Los planes son varios, aunque el más inmediato será la asignación de un "bono contra el hambre" por un valor de 1.000 bolivianos (145 dólares).
"El problema es reactivar la economía y para eso necesitas generar liquidez, o sea, lanzar plata por donde puedas, en formas convencionales y no convencionales. Con cierto apuro va a lanzar el bono contra el hambre, para que [el dinero] empiece a circular en la economía y sea un factor de incremento de la demanda", explicó a Sputnik el economista Héctor Luis Rojas.
La prestación ya fue aprobada a nivel legislativo y será financiada con fondos del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, a través de dos préstamos por la suma de 704 millones de dólares.
Además de esta medida, Arce dijo que sacará de las prioridades el pago de la deuda externa y que trabajará en encauzar las explotaciones de recursos naturales, con el fin de lograr el ingreso de divisas.
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