Mientras el conteo de votos oficial avanza y da la victoria al Movimiento Al Socialismo (MAS), su oposición política entra en crisis de nervios en todo el país. En ciudades como Santa Cruz de la Sierra, Cochabamba y Sucre, la noche del martes 20 de octubre se reunieron cientos de personas con banderas de Bolivia para reclamar por el supuesto "fraude" electoral, aunque no pudieron ofrecer ningún indicio como prueba de esa denuncia verbal.
Más de 25 puntos porcentuales debajo de Arce quedó el segundo, Carlos Mesa, de Comunidad Ciudadana (CC), con el 29,2%. Tercero se ubica el empresario cruceño Luis Fernando Camacho, de Creemos, con el 14,1%.
El golpe de Estado contra el expresidente Evo Morales, el 10 de noviembre de 2019, contó con gran apoyo entre la sociedad civil. Aproximadamente, un porcentaje similar al que Camacho y Mesa ostentan ahora en el electorado.
Aceptar la pérdida
Muchos de los derrotados de la jornada del 18 de octubre reconocieron la victoria del MAS. Entre otros, la presidenta transitoria Jeanine Áñez, el mismo Mesa y el Gobierno de Estados Unidos. Pero Camacho aún insta a mantener una "vigilia" en la entrada de los Tribunales Electorales Departamentales de Santa Cruz y Cochabamba, para controlar sus votos.
En las elecciones del 20 de octubre de 2019 acusaron al gobierno de Morales de "fraude". Para sostener esa versión, argumentaron que el MAS manejaba el Tribunal Supremo Electoral (TSE), encargado de realizar los comicios. Pero para las elecciones del domingo pasado, las autoridades del TSE habían sido designadas por Áñez en noviembre de 2019.
Entonces, ¿por qué un sector de la población se niega a reconocer el triunfo avasallador del MAS?
"Veo que esto es un tema bastante étnico-cultural, hasta un poco racial. Porque hablo con la gente en las calles para saber cuál es su problema con que haya ganado el MAS. Para ellos, el problema es que se sienten denigrados, vencidos. Me dicen: '¿Cómo es posible que los indígenas originarios campesinos hayan llegado al poder?'", comentó a Sputnik el psicólogo social Juan Carlos Alarcón.
"Es un tema también psicológico, de identidad, de autoestima, de no entender que en Bolivia una gran mayoría es proveniente de las culturas indígenas campesinas", agregó Alarcón, quien se desempeñó como director del Centro de Investigación y Promoción de Campesinado (CIPCA) en los departamentos de Cochabamba y Beni.
La familia de Alarcón, del pueblo Quechua, es del municipio rural de Anzaldo, a 60 kilómetros de la urbe cochabambina.

"En Bolivia siempre hicieron eso: comprar votos con un kilito de azúcar, un kilo de arroz, o por haberles hecho tomar un vaso de chicha. Pero eso era porque antes no había una conciencia colectiva. Los campesinos no tenían su propio instrumento político. Por eso, ahora los compañeros se han chupado la chicha, se han agarrado el kilo de azúcar, pero han votado por quien ellos han querido", dijo Alarcón.
En el municipio de Anzaldo, de un total de 3.000 electores, un 95% votó por el MAS. En Bolivia, el padrón es de 7.300.000 personas.
Performances de la derrota
En la ciudad de Potosí, al suroeste del país, el candidato de Creemos a vicepresidente Marco Pumari invitó a la población que lo rechaza para que lo encuentren en la plaza principal y le digan —y hagan- lo que les viniera en gana.
Esta acción performática rindió frutos. Miles de personas se juntaron en la plaza 10 de Noviembre con cáscaras de naranjas, bananas, monedas y un sinfín de objetos que, una vez lanzados al aliado de Camacho, lo decidieron a buscar refugio en la sede de una cooperativa.
Las obras de arte contemporáneo seguirán esta noche en la ciudad de Cochabamba, donde la Resistencia Juvenil Cochala (RJC) también convocó a la ciudadanía para decirles y hacerles lo que les saliera del corazón.
"Salvajes"
Durante el gobierno de facto de Jeanine Áñez, en varias ocasiones emitió comentarios en la prensa denigrantes para los pueblos indígenas. "Esa es una bronca muy jodida. Que nos hayan llamado 'salvajes', 'indios de mierda', 'ignorantes', ha jugado un rol importante. Eso no somos. Eso ya fue. Nuestros abuelos recibieron ese trato, nuestros papás, pero nosotros no lo podemos permitir más", explicó Alarcón.
Esta bandera de los pueblos indígenas de los Andes de Bolivia tiene rango constitucional desde 2009, luego de cientos de años en los cuales fue prohibida. Actualmente, la enseña tricolor (rojo, amarillo y verde) y la wiphala tienen el mismo rango entre los símbolos nacionales.
Que haya sido quemada y ultrajada durante los días golpistas de 2019, motivó una respuesta movilizada en las calles de la población que se sintió afectada. Según los últimos censos nacionales, el 60% de las y los bolivianos se reconocen indígenas. Esa es, aproximadamente, la proporción del electorado que votó por Arce el 18 de octubre último.
Según Alarcón, quienes están manifestándose en las calles denunciando "fraude" deben atravesar un proceso psicológico de duelo o pérdida, similar al que atraviesan las personas cuando pierden a un ser querido.
"El tema es que las oficinas de los tribunales departamentales se ubican justamente donde vive la gente que ha votado en su mayoría por CC o Creemos. Pero tienen que comprender que Bolivia llega más allá de su cuadra o de su barrio. Bolivia no es pues tu barrio o tu ciudad", dijo el quechua Alarcón.
Y agregó: "Mucha gente tiene que darse cuenta de que Bolivia es mucho más amplio, más diverso de lo que conoce. Y tienen que saberlo respetar".