Nacía entonces el rock subterráneo.
La movida de rock subterráneo, o movida subte, fue el primer movimiento juvenil contracultural que se originó en este país andino y el más importante por su impacto histórico. Se trató de una serie de bandas, apoyada por un grupo reducido de seguidores, que practicó diversos géneros musicales contestatarios como el punk o el hardcore —aunque no exclusivamente—, y que manejó un discurso cuestionador, con una fuerte carga política.
Origen bajo tierra
Como todo movimiento cultural, es difícil fijar su aparición en una fecha exacta. Sin embargo, la que quizá sea su banda más importante, Leusemia, logró editar su disco debut y epónimo en una disquera formal (la peruana El Virrey) en 1985, hace 35 años, en un caso único para grupos que apenas lograban grabar maquetas rudimentarias y con un sonido y habilidades musicales básicas.
A diferencia de los tiempos actuales, García afirma que esa necesidad de gritar "yo existo", muy propio de los jóvenes, no podía satisfacerse siendo un personaje en redes sociales, por lo que la creación de una comunidad artística y su consecuente circuito paralelo de adeptos, lugares de concurrencia o medios de difusión se hicieron de forma "analógica".
Si había una bandera que enarbolaba la movida de forma unánime, esa fue la de denunciar las distintas corrupciones de la época, además de crear algo distinto a lo que ofrecía la cultura oficial, pero también hubo otras razones. Hasta entonces, en Perú el rock se había caracterizado mayoritariamente por la presencia de bandas mediocres que cantaban covers de canciones en inglés.
Punk pero no tanto
Por otro lado, a los subtes se les asoció por mucho tiempo con el género punk, pero esto no fue así pues hubo bandas de ska, de rock fusionado con géneros folclóricos locales u otras influenciadas por el post punk inglés.
"A nivel de estética, definitivamente los subterráneos se inspiran en la filosofía punk del 'hazlo tú mismo'. Si se parecen en algo (al punk) sería en la precariedad de su infraestructura —tocaban con una misma guitarra o batería— y en que muchas veces no se molestaban en afinar sus instrumentos o aprender más de tres acordes. Esa expresión pura que negaba el virtuosismo del ejecutante también se empata con el punk. Pero de ahí cada banda tenía su propio sonido o fuente", afirma García.
Todo tiene su final
Más allá de alguna infiltración de Sendero Luminoso dentro de la movida para jalar adeptos a su causa terrorista, la movida subterránea no fue ni reconocida por la oficialidad y tampoco fue un asunto que inquietara a las fuerzas del Estado o al cuerpo social.
A finales de los 80, el movimiento comenzó a hacer implosión y a desaparecer. El crítico García explica que dentro de la comunidad se instauró un divisionismo sobre quién era "un verdadero subte", estableciendo de forma arbitraria y aleatoria que existía una única forma de ser, lo que separó a quienes diferían en criterios y causó fracturas en el movimiento.
Por otro lado, los músicos empezaron a buscar formas más sofisticadas de expresión musical, explorando géneros menos básicos y aspirando a mejorar su calidad artística, algo que viene usualmente con los años. "Al rock subterráneo lo mató la adultez", dice García. Sin embargo, su legado sobrevive en una actitud rebelde heredada por bandas de otras generaciones posteriores, quienes ya no cantan sobre los mismos problemas en un país que ya no es el mismo en muchos sentidos, pero en el que nunca faltarán motivos para gritar que las cosas andan mal.