Se trata de un vaso sanguíneo adicional que corre temporalmente por el centro de nuestros antebrazos para alimentar nuestras manos en crecimiento mientras todavía estamos en el útero.
En el periodo alrededor de las ocho semanas, esta arteria generalmente retrocede, dejando la tarea a otros dos vasos: el radial y las arterias cubitales, pero en algunos casos, permanece alrededor de un mes más o menos.
"La prevalencia fue de alrededor del 10% en las personas nacidas a mediados de la década de 1880 en comparación con el 30% en los nacidos a finales del siglo XX, un aumento significativo en un período de tiempo bastante corto en lo que respecta a la evolución", explicó Teghan Lucas, anatomista de la Universidad de Flinders.
"Si esta tendencia continúa, la mayoría de las personas tendrán una arteria mediana en el antebrazo para el 2100", añadió.
¿Beneficio o riesgo?
El hecho de que la arteria parezca ser tres veces más común en los adultos de hoy que hace más de un siglo es un hallazgo sorprendente que sugiere que la selección natural está favoreciendo a aquellos que se aferran a esta cantidad extra de sangre.
Los investigadores señalan que tener una arteria mediana persistente podría dar a los dedos o antebrazos un impulso confiable de sangre mucho después de que nacemos, haciéndolos más fuertes. Sin embargo, tener uno también nos pone en un mayor riesgo de sufrir el síndrome del túnel carpiano, una condición incómoda que nos hace menos capaces de usar nuestras manos.
No obstante, los científicos también admiten que precisar los tipos de factores que juegan un papel importante en los procesos de selección de una arteria mediana persistente requerirá de más investigación.