Para el mandatario, como para una parte de los políticos franceses, nombrar el problema era ya el principal problema. Por eso, el proyecto de ley que pretende combatir la creación de una "contrasociedad", según sus palabras, es púdicamente llamado plan contra el "separatismo". En la presentación de su proyecto, Macron dejó bien claro a lo que todo el mundo sabía que se refería: la lucha contra el separatismo islamista.
Un reciente sondeo señalaba que el 74% de los franceses musulmanes menores de 25 años respetan los preceptos del islam por encima de las leyes republicanas. Un 45% en esa misma franja de edad considera que el islam es incompatible con los valores de la sociedad francesa.
Esos datos deberían servir para poner en alerta a cualquier político de Francia, una sociedad donde el laicismo es una de las bases del contrato de convivencia. Pero sorprenderse a estas alturas lo que refleja es la ceguera autoimpuesta por unos responsables que han dejado pudrir la situación por intereses partidistas.
El fin de la escuela a domicilio
La "reconquista" anunciada por Macron empieza por la pequeña infancia. El presidente propone hacer obligatoria la enseñanza a partir de los 3 años, con la excepción por motivos de salud. Se acabó la enseñanza a domicilio. Al mismo tiempo, se estrechará la vigilancia sobre las escuelas islámicas clandestinas que florecen en todos los barrios de Francia a la vista de vecinos alarmados, pero temerosos de denunciarlas. Privar a los niños del sistema educativo francés es uno de los principales objetivos del islamismo.
En los barrios de Francia, donde las funciones del Estado han desertado, existen todo tipo de asociaciones (religiosas, deportivas, artísticas, etc) que reciben ayuda económica para paliar esos servicios. Son objetivos fáciles del "entrismo" islamista, que las utilizan para propagar su ideología a costa del erario. Un hecho que se conoce desde décadas, al que Macron quiere poner coto, ahora, con controles estrictos sobre su funcionamiento y fines. Si el adoctrinamiento es demostrado, serán cerradas y deberán devolver las subvenciones.
En algunas ciudades de Francia, chóferes de autobuses públicos se permiten vetar el paso a mujeres que consideran vestidas "indecentemente". La nueva ley será muy estricta contra esas actitudes y la norma se extenderá a las empresas de transporte privadas bajo contrato de las municipalidades. Ninguna empresa pública tolerará excepciones de tipo religioso en su funcionamiento.
Imanes "made in france" y control de la financiación exterior
Macron se propone formar en Francia a los imanes que van a ejercer en su país. Hasta hoy, las prédicas corren a cargo de 1800 religiosos procedentes en su mayoría de países como Marruecos, Argelia o Turquía. El Estado pierde así el control de los contenidos impartidos en las mezquitas, una aberración fruto de la ley de 1905, que prohíbe al Estado ocuparse de asuntos religiosos.
La nueva norma permitirá ejercer un control estricto, en teoría, sobre la financiación del culto musulmán, en especial el origen del dinero recibido para la construcción de mezquitas y el flujo de líquido que se genera al margen del fisco, como es el caso del llamado "negocio del peregrinaje" (a la Meca).
Otras medidas, como la creación de un instituto universitario de estudios islámicos o la posibilidad de aprender la lengua árabe en la escuela completan las herramientas de Macron para contrarrestar la penetración en Francia del islam político, vehiculado por las corrientes señaladas por el presidente: el wahabismo, el salafismo y los Hermanos Musulmanes.
"Islam de luces"
Intelectuales y expertos han dejado escrita su señal de alarma ante este fenómeno desde hace años. Los Territorios perdidos de la República (Georges Bensoussan), Los territorios conquistados por el islamismo (Bernard Rougier) o La Francia de las Mezquitas (Xavier Ternisien) son ejemplos de las advertencias documentadas que los políticos no han querido atender.
Emmanuel Macron sueña con crear un Islam de las Luces, una pretensión a la que su plan pretende contribuir. Antes, deberá convencer a sus propios ciudadanos. La derecha radical considera que su proyecto es demasiado tímido para eliminar el cáncer islamista; la extrema izquierda estima que con esta ley se criminaliza a todos los musulmanes. La habitual respuesta de los que ven a los franceses musulmanes como un bloque homogéneo del que sacar rédito político, sin querer admitir que son los musulmanes franceses —y en especial, las francesas musulmanas— las principales víctimas de los islamistas nacionales o importados.