El joven profesor vive en la comuna Palaiseau ubicada en los suburbios de la capital francesa. En la comodidad de su hogar, Sylvain Helaine mostró sus extensos tatuajes que le cubren casi todo el cuerpo.
Los ojos, las orejas, la lengua, las encías y hasta el paladar los lleva tatuados. A simple vista admite que pocos son los niños que se asustan, pero basta con hablar un poco con ellos y dejan de prestarle atención a su apariencia.
Sylvain cuenta que con los padres de algunos niños es más difícil porque suelen juzgarlo por sus tatuajes sin haber intercambiado una sola palabra con él, inclusive han llegado a quejarse al director para pedir que sus hijos no pasen clases con él.
El joven maestro confiesa que han tratado de impedirle enseñar y considera que ahora se ha convertido en un símbolo de tolerancia porque demuestra que las personas tatuadas que son discriminadas por su apariencia son tan capaces como cualquiera porque pueden ser útiles y realizar cualquier tipo de trabajo en la sociedad.