El imperio estadounidense parece no querer aprender de la historia. Ha extendido su poder militar a todos los rincones del planeta, con alrededor de 850 bases militares desplegadas en los cinco continentes, para controlar mares y océanos, cielos y tierras, incluyendo el espacio, intentando abarcarlo todo, sin dejar resquicios por donde puedan colarse otras potencias.

El abuso de la política de sanciones está dando resultados opuestos a los deseados por la Casa Blanca. La primera ministra del estado Mecklemburgo-Pomerania occidental, Manuela Schwesig, declaró días atrás: "Las amenazas de EEUU a los directores y empleados del pequeño puerto de Mukran, que no hicieron nada ilegal y se ocupan del tendido del gasoducto que es legal, así como el hecho de que las amenazas proceden de la nación amiga a la que debemos este año el 30 aniversario de la reunificación de Alemania, son terribles".
Extender en demasía las ambiciones imperiales y enemistarse incluso con sus aliados, forma parte de lo que el diplomático Alfredo Toro Hardy define en el Observatorio de la Política China, como falta de "consistencia estratégica". En su opinión, dicha consistencia pasa por "un curso de acción sostenido en la persecución de objetivos claros", que implica "la presencia de un mapa de ruta" y además "la capacidad para evitar la distracción y el desvío".
🇮🇷 Mike Pompeo había asegurado que todas las sanciones de la ONU a Irán habían sido restauradas, pero el presidente de Irán, Hasán Rohaní, ha demostrado que duda en que EEUU pueda conseguir su cometido
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) September 20, 2020
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Una de las distracciones innecesarias para quien está embarcado en una dura competencia estratégica, es la política hacia Irán, que el diplomático define como "absolutamente innecesaria". Después de diez meses de ausencia en el Golfo Pérsico, esta semana la Quinta Flota anunció que un grupo de ataque liderado por el portaaviones USS Nimitz pasó por el Estrecho de Ormuz, con los cruceros USS Princeton y USS Philippine Sea y el destructor USS Sterett.
La segunda cuestión es la fractura social de la sociedad estadounidense, que se viene agravando por la creciente e insostenible desigualdad y por la guerra entre demócratas y republicanos, que ganó varios escalones desde el triunfo electoral de Donald Trump en 2016.
Ya en mayo de este año, el Laboratorio Europeo de Anticipación Política (LEAP), sostuvo que existe un riesgo significativo de descarrilamiento del proceso electoral estadounidense, con el probable "bloqueo en el nombramiento del próximo jefe del Poder Ejecutivo de los Estados Unidos".
Desde aquel momento, los problemas se han agravado, estima el LEAP, en participar por la previsible masiva utilización del correo en el contexto de la pandemia de coronavirus. "Los demócratas ven en ello una oportunidad para modificar la base electoral en su beneficio, extendiendo el acceso al voto a poblaciones que fueron hábilmente mantenidas a distancia por sus antiguas características electorales; mientras que los republicanos creen que los servicios postales americanos no son suficientemente fiables, abriendo así el camino al fraude".
La guerra por el control de la Corte tiene estrecha relación con las elecciones. En la medida en que el voto por correo será muy disputado y no cuenta con garantías, "el papel de la Corte se acrecienta, como se demostró en la disputa de Florida en 2000, zanjada por una sentencia dictada por la propia Corte", que puede además anular leyes del Congreso y de asambleas estatales y forzar incluso al presidente a tomar determinadas medidas.
Una parte de la sociedad acusa a Trump de estar pergeñando un golpe de Estado durante la campaña electoral. En una conferencia de prensa en la Casa Blanca, se le preguntó a Trump si "se comprometería hoy aquí para una transferencia pacífica del poder después de las elecciones". Respondió: “Vamos a ver qué pasa. Sabes que me he quejado mucho de las papeletas. Y las papeletas son un desastre". El entrevistador insistió y le preguntó si habría una transición pacífica: "Francamente, no habrá una transferencia. Habrá una continuación".
Como señala Toro Hardy, "tales divisiones se han fusionado con las identidades partidistas, desatando una profunda polarización social. Dos sociedades enfrentadas coexisten lado a lado, demonizándose y buscando destruirse. El país evidencia, como resultado, una gigantesca fractura horizontal que está tornando cada vez más inoperativas a sus instituciones".
Mientras China tiene muy claro su objetivo estratégico y lo está transitando, EEU se ha convertido en una potencia impredecible y, según el diplomático, "crecientemente ineficiente".
En palabras del analista David Goldman en Asia Times, uno de los más lúcidos del momento, EEUU juega al Monopoly, "en el que los jugadores intentan extraer rentas". Por su parte, "China está jugando el antiguo juego de estrategia Go, con el objetivo de la supremacía tecnológica".