Colegas del líder opositor ruso Alexéi Navalni, que permanece ingresado en un hospital de Berlín, dijeron el jueves que habían hallado una botella de agua con restos del agente neurotóxico Novichok en su habitación de hotel en la ciudad rusa de Tomsk. Esta noticia coincidió con la decisión de Polonia de iniciar un procedimiento para el arresto de controladores de tráfico aéreo rusos, relacionados con el siniestro del Tu-154 cerca de Smolensk, en el que murió el presidente polaco Lech Kaczynski en 2010.
Curiosamente, los cargos contra los controladores de tráfico aéreo rusos se basan en la afirmación de los investigadores polacos de 2018, de que se encontraron rastros de explosivos entre los restos de la aeronave. Unos rastros que, por cierto, no fueron hallados durante la investigación original ni en las muestras de suelo recolectadas inicialmente.
Navalni se sintió indispuesto durante un vuelo entre Siberia a Moscú el pasado 20 de agosto, y más tarde fue trasladado en un avión medicalizado a Alemania, donde estuvo en coma inducido por más de dos semanas. El martes publicó en redes sociales una foto en la que aparece en la cama de un hospital de Berlín abrazado por su esposa y sus dos hijos. "El opositor Alexéi Navalni se recupera y planea regresar a Rusia", titula la edición en español de France24.
Poco después de que llegase la noticia de la recuperación de Navalni, sus colegas publicaron un vídeo que presuntamente muestra al equipo del opositor trabajando en su habitación de hotel en Tomsk antes de que abandonara la ciudad y se desmayara en un vuelo de regreso a Moscú el pasado 20 de agosto.
Aparentemente, el objetivo principal de esta publicación ha sido explicar de dónde ha salido la botella en cuestión. "Hallan restos de Novichok en botella en hotel de Navalni", titula la página web lavoz.com.ar.
Las explicaciones de los colegas de Navalni que supuestamente tendrían que aclarar la situación, en la realidad, no hacen más que provocar aun más confusión. Uno de los creadores del agente nervioso Novichok, Leonid Rink, dijo a RIA Novosti que "si se hubiera aplicado Novichok en una botella encontrada en el hotel de Tomsk donde se alojó Nalany, esto causaría no solo la muerte del activista, sino también la de todos aquellos que la tocaron".
Tenemos aquí un ejemplo clásico de dos realidades encontradas. Se calcula que entre la salida del opositor del hotel y de la supuesta llegada de sus colaboradores a su habitación hubieran pasado como mínimo tres o incluso cuatro horas. ¿Qué pasa normalmente en un hotel cuando sale un cliente? Normalmente llega una señora de limpieza para limpiar la habitación. No vemos nada parecido en el caso de la habitación de Navalni. Se pregunta ¿por qué? Y además ¿por qué a los colaboradores de Navalni la administración del hotel les dejó hacer este "registro improvisado" con grabación en una habitación que ya no era de Navalni?
Quedan muchas preguntas sin respuesta. Lo mismo se refiere a las acusaciones de Polonia que esta semana ha iniciado el procedimiento para el arresto de tres controladores de tráfico aéreo rusos, relacionados con el siniestro del Tu-154 cerca de Smolensk.
Según una crónica publicada en la página web de RT, los cargos actuales contra los controladores de tráfico aéreo rusos se basan en la afirmación de los investigadores polacos de 2018, de que se encontraron rastros de explosivos entre los restos de la aeronave.
"Polonia acusa a controladores de tráfico aéreo rusos de estrellar deliberadamente el avión del presidente en 2010 y busca su arresto", titula RT.
La clave para entender esta nueva realidad que apunta a la "provocación deliberada de un accidente aéreo" por los controladores rusos es el hecho de que el siniestro tuvo lugar en 2010. Desde entonces ha pasado ya 10 años. Y bien es cierto que las investigaciones iniciales de los funcionarios polacos y rusos no encontraron ningún problema técnico en la aeronave y apuntaron a un error del piloto.
La realidad es que el caso ya de hecho está archivado tras la investigación internacional con la participación de reputados profesionales de la aeronáutica. También es cierto que nadie puede impedir que se lleven a cabo investigaciones privadas, que se publiquen libros sobre el tema. Tenemos el caso del asesinato de John Kennedy como ejemplo. Pero las conclusiones que se hagan como resultado de esas investigaciones no serían más que versiones, es decir, que no cambiarían la realidad.
Sin embargo, como hemos ya, los políticos a menudo ponen la historia al servicio de sus intereses. Y el siniestro del Túpolev presidencial no es el único ejemplo en las relaciones entre Rusia y Polonia. "Rusia y Polonia se enfrentan por la interpretación de la II Guerra y Mundial", titula a uno de sus reportajes de este año la edición en español de Euronews.
Tenemos aquí otro ejemplo clásico de las realidades encontradas que nunca coinciden. Bien es cierto que los políticos a menudo ponen la historia al servicio de sus intereses. Por eso es importante saber de qué intereses estamos hablando. El caso de Bielorrusia que últimamente se ha convertido en una nueva manzana de la discordia entre Occidente y Rusia pone de manifiesto esos intereses. Algunos analistas europeos opinan que "el éxito de Ucrania y Bielorrusia supondría el fin de la idea caníbal del Mundo Ruso y del régimen de Putin".
Este fragmento, y sobre todo el comentario del exministro de Exteriores de Lituania es muy sintomático. Tanto en lo que se refiere a los objetivos de la política internacional de la Unión Europea, como en lo que se refiere a los métodos con los que se lleva a cabo respecto a Rusia. Pese a que la posición del exministro es totalmente antirrusa, es muy acertada su observación de que concentrarse en las sanciones "tranquiliza la conciencia y enmascara lo que hay que hacer en la realidad". Las sanciones no solo engañan la conciencia de los europeos, sino también encierran la Unión Europea en su realidad unilateral, donde el Mundo Ruso no es una herencia histórica, sino una idea caníbal del Kremlin. Y cuanto más tiempo Europa defienda semejante visión de Rusia, más impenetrable será el cinturón entre Rusia y Europa, este nuevo muro en el continente.