El centro de salud Vicente Soldevilla, en Vallecas, parece un vodevil. En la entrada, convertida en una trinchera de señales y centinelas, varias personas piden la vez como si estuvieran en la pescadería. Y en el vestíbulo se alternan médicos, celadores o administrativos para controlar el acceso y derivar a consulta.
- ¿Qué quiere?
- Mi mujer me ha mandado a por un papel.
- ¿Qué papel? ¿Una baja, un alta, los resultados de unas pruebas?
- Una baja, creo.
Otra asistente llama a silbidos a la médica —bata, gafas, dos mascarillas superpuestas— para contarle que en el trabajo de su marido ha habido un positivo de COVID-19 y preguntar si tiene que hacerse la prueba. "¡Para de soltarle el rollo y deja que nos atiendan a los que tenemos algo importante! Mi padre está ingresado y mi madre se ha empezado a encontrar mal. Le dan vértigos y está pálida como la pared", interviene a gritos una chica.
Junto con otros distritos de la capital de España, como Villaverde y Usera (1.157 y 1.155 por cada 100.000 habitantes), Vallecas responde a lo que Antonio Zapatero, viceconsejero de Salud Pública de la Comunidad de Madrid, ha catalogado como "zonas de alta incidencia". Las proclives a sufrir las medidas "drásticas", como "la restricción de la movilidad o la concentración de personas", que ha indicado el responsable.
Un anuncio que ha despertado las alarmas entre los vecinos y ha planteado un interrogante básico: ¿por qué aquí?. La respuesta, según coincide la mayoría de los consultados, es sencilla: mala situación laboral, que obliga a una habitabilidad precaria, y una gran densidad de población. En total, en esta superficie anexionada a la urbe a mediados del siglo pasado residen unas 355.000 personas. Madrid roza los cuatro millones.
"Cariño, la explicación está clarísima: nos contagiamos más porque somos clase obrera", dice Ana Cecilia Vázquez, enfermera de 43 años de origen peruano. Lleva en el barrio desde los 12 y enumera las dificultades económicas por las que atraviesan los residentes de la zona como factor clave. "Yo tengo suerte, pero casi todos los que viven por aquí están obligados a salir a la calle, a buscarse la vida. Y luego vuelven a una casa pequeña donde hay varios miembros de la familia", analiza a través de las rejas de su ventana, en un piso bajo situado en la zona de San Diego, donde más concentración de viviendas hay.
Irá en metro, medio de transporte popular en la zona. Sus vagones suelen lucir llenos casi todo el día, incluso siendo el principio o final de la línea que cruza la ciudad. En las paradas hay una muchedumbre que no se plantea otra forma de moverse: la renta media de Puente de Vallecas es de 9.706 euros, por debajo de los 13.948 de la media en Madrid, según datos del INE de 2016. Además, de los 209.549 parados que se registraron en Madrid en agosto, más de 30.000 pertenecen a esta zona.
Cómo no va a haber confinamiento en Vallecas y la zona sur si cada mañana a las 6,50 los andenes están así en Atocha⁉️
— Marta Ávila (@Martix_AL) September 16, 2020
Muy bien,@IdiazAyuso:Teatros cerrados o a medio gas; transporte público desbordado.
Pero queda muy cuqui decir que la zona sur está así por los inmigrantes🤬 pic.twitter.com/gitFHQuLIG
"La precariedad provoca que la incidencia del virus siga siendo enorme, claramente", resume Itahisa Borges, actriz y miembro del Centro Social La Brecha, donde mantienen desde marzo un banco de alimentos para quienes necesitan ayuda. "Hay necesidad de empleo. Tanto formal como informal. Los que tienen un contrato no se pueden permitir enfermar porque están en la cuerda floja. Y los que no, salen como sea para hacer algo de dinero", continúa.
Para hacerse una idea, el precio del metro cuadrado en viviendas de segunda mano es de entre 1.926 y 2.500 euros, mientras que la media madrileña es de 3.726. A pesar de la progresiva gentrificación por su cercanía al centro y de que florezcan multinacionales de ropa o comida en su arteria principal, la Avenida de la Albufera, Vallecas tradicionalmente ha sido lugar de inmigrantes. Cuenta en su población con un 20% de extranjeros frente al 15% de la ciudad.
De una de estas infraviviendas sale un chico que no quiere dar su nombre. "No tenemos ni agua corriente", sostiene, mostrando un salón en penumbra que da a un patio con escombros. En la fachada se ven las cicatrices del paso el tiempo y una segunda planta tapiada. Recuerda a otros problemas: la amenaza de la okupación ilegal y el surgimiento de narcopisos (para la venta de droga), que llevan denunciando durante años las diferentes agrupaciones vecinales.
Subraya Nacarino la coyuntura que atraviesa el barrio y critica las medidas tomadas desde la Comunidad de Madrid. A la crisis sanitaria, arguye, se le suma la económica. En España, el Producto Interior Bruto (PIB) ya ha caído un 18’5% en el segundo trimestre de 2020. Y el retorno a la actividad no parece halagüeño: se calcula que seguirá desplomándose hasta el 30% hasta final de año, incrementando el 15,3% de tasa de paro actual.
Díaz Ayuso estudia reabrir el “hospital” de Ifema.
— Pilar H. Lucas (@PilarHLuc) September 17, 2020
Sus amigos empresaurios se estarán frotando las manos.
La diputada @Monica_Garcia_G nos explica muy bien en este vídeo cual es “el milagro del Ifema”#AyusoVeteYa#AyusoLaIncapaz pic.twitter.com/D2J7DGNqLv
Y eso azota especialmente a Vallecas. Muchos negocios no han levantado la verja, los bares están a medio gas y en las terrazas cuelgan carteles de apoyo al personal sanitario o a los trabajadores esenciales, que abundan: mozos de almacén o de supermercados, mecánicos, cuidadores. No parece que el otoño haga leña del árbol caído: la savia del coronavirus sigue campando y la Comunidad de Madrid sigue sin reforzar la sanidad. Los centros de atención primaria permanecen con unos servicios limitados y las unidades de urgencias están cerradas. Además, los famosos rastreadores son residuales: la Comunidad de Madrid admitió tener uno por cada 47.000 habitantes, según recogió el diario El País.
Fernando Hortangas, responsable de sanidad del sindicato CSIF, insiste en estas razones. "Aunque es una respuesta que deberían dar los epidemiólogos y no un sindicato, creemos que si esta segunda ola de COVID-19 se ha cebado con los barrios más humildes del sur de Madrid es, en parte, por las características de muchas de las viviendas", incide, "se facilita la transmisión del virus: hacinamiento, espacios cerrados donde las personas suelen estar sin protección (mascarilla), sin guardar la distancia de seguridad, etcétera".
En la puerta de una farmacia se aglutinan varios clientes. Todos van con mascarilla, pero una de ellas confiesa que apenas se la cambia. "Debería llevarla unas horas, pero la uso todos los días porque no puedo estar comprando nuevas cada semana". Algo que ven en el sindicato de enfermería SATSE. "Ni se está haciendo el control previsto ni se están reforzando las plantillas", comenta Ricardo Furió, secretario de Madrid.
"No soy sociólogo, pero las cosas parecen bastante evidentes: si dejas de atender a la población y esta tiene que ganarse la vida, los casos van a multiplicarse", arguye.
Cifra entre 200 y 300 las pruebas PCR que se realizan a diario en cada uno de los 17 centros de salud del barrio. Su compañero Jorge Carlos Mora enumera desde el hospital Infanta Leonor los últimos números, del 16 de agosto: 183 pacientes ingresados por COVID, 10 más en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) y 23 en exploración. "Aquí hay tres salas para coronavirus y para todas las patologías hay unas 260 camas", apunta Mora, que recrimina la "falta de coordinación" administrativa, la tardanza en reaccionar y las circunstancias específicas del lugar.
"Todos estos pequeños factores derivan en la fórmula que nos ha traído a esto", resopla, poco después de las declaraciones de Zapatero.
La situación es tan flagrante que hasta los bukaneros, hinchada del club de fútbol Rayo Vallecano, han empapelado las calles de mensajes en apoyo a la sanidad. En este hospital pusieron un lema sencillo: Solo el pueblo salva al pueblo. "Combativos y barrionalistas, defendamos lo público", dice ahora otro cartel cerca de la Junta de distrito, donde nadie profiere una opinión oficial: se refleja ese caos con el que saltó la noticia de un posible confinamiento, desmentido por Isabel Díaz Ayuso.
Estas medidas, reflexionan desde la plataforma Vallekas Se Defiende, solo agrandarían la brecha con otras zonas de la ciudad. "Se nos señalaría como culpables. No servirá más que para seguir estigmatizando, castigando, reprimiendo y empobreciendo a los barrios del sur de Madrid", sentencian. Mientras, el centro de salud Vicente Soldevilla batalla por atender a todo el que se acerca, como un chico tambaleándose.
- Le ha dado un bajón, se ha mareado y le duele la cabeza.— relata la madre mientras le colocan en una silla de ruedas.
- ¿Va a tardar mucho? Es que tengo que recoger a los niños y hacer la comida.— se adelanta otra.