Hace meses que no se atisban carpas en el horizonte. Por ende, tampoco se escucha el ruido que invade su interior. Ni aplausos, ni risas, ni el crujir de las palomitas de maíz. Los camerinos en los que se preparan los payasos, trapecistas o contorsionistas también están en silencio. Las caravanas en las que viajan siguen aposentadas en algún aparcamiento a la espera de que el circo vuelva a ser bien recibido.
Según la organización, todas las empresas del sector han tomado medidas para poder recibir público. Incluso, varios circos estaban dispuestos a retirar su clásica carpa para realizar el espectáculo al aire libre. Pero, sus intentos de adaptarse a las circunstancias de la pandemia no acabaron de cuajar. "Muchos circos no se han podido abrir a pesar de establecer la normativa contra el coronavirus. Existe distancia de seguridad, se ha reducido el aforo al 50%, se desinfectan las instalaciones antes y después de la actuación, se han colocado puntos de desinfección… Además, se toma la temperatura a todos los asistentes y se obliga al uso de mascarilla. Incluso, se han contratado vigilantes para que se vigile el cumplimiento de todas estas normas".
"Sin embargo, los ayuntamientos siguen sin autorizar a los circos. Y no sé muy bien el motivo, ya que están permitiendo la realización de conciertos, mercadillos, ferias, teatros y todo tipo de eventos", asevera Pedrera.
El problema del circo, como de la mayoría de negocios centrados en la actividad cultural, es que, si no actúas, no cobras. La cancelación de funciones hace temblar a muchas entidades, independientemente de su tamaño. En junio, el buque insignia del sector, el Circo del Sol, se declaraba en bancarrota tras sufrir una parálisis total de sus ganancias a raíz de la cancelación de sus espectáculos alrededor de todo el mundo. Inmersa en un plan de restructuración, la compañía canadiense tuvo que despedir a principios de verano a unos 4.679 acróbatas y técnicos. Una cifra que equivale al 95% de su plantilla.
En España, la situación no es diferente. 10.000 personas viven del circo en el país. Miles de profesionales que, salvo excepciones, llevan meses sin trabajar. Según Circos Reunidos, unas 2.500 familias sin ingresos desde que los focos de las carpas se apagaron.
"Tengo compañeros que no saben que van a comer. Viven gracias a las ayudas de Cáritas y Cruz Roja y llevan meses tirados en los descampados", lamenta el portavoz de la asociación circense.
Pedrera también recuerda a todas aquellas personas que de una manera indirecta se benefician de la actividad de los circos y todo lo que conlleva. Habla de las empresas de seguridad que trabajan para garantizar el orden durante las funciones. De los fabricantes de los alimentos que ingieren los animales. De las imprentas que crean sus carteles y publicidad. Incluso de las gasolineras, que cobran una buena factura cada vez que para a repostar el convoy itinerante de uno de estos espectáculos.
Ante la situación desesperada del sector, algunos circos han empezado a tomar medidas para frenar la debacle de sus cuentas. Por ejemplo, en Alemania, el Krone Circus de Múnich comenzó a vender los excrementos de sus tigres y leones. A cinco euros el tarro, según la entidad, este es un repelente natural de otros animales. Iniciativa que goza de un relativo éxito, a pesar de las críticas de distintas asociaciones animalistas.
Peticiones al Gobierno
No obstante, en España, el mundo del circo no está para proyectos escatológicos. De esta manera, representantes del sector, impulsados por Circos Reunidos, se personaron a las puertas del Congreso de los Diputados para protestar ante "la pasividad del Gobierno". Pedrera remarca que no se sienten correspondidos por las actuaciones del Ejecutivo central. "Desplazados y olvidados completamente. Así nos sentimos en el circo. Parece que no existimos en la cultura".
Frente a los Leones, pancarta en mano, los asistentes a la concentración demandan medidas que les permitan volver levantar el telón o, al menos, aliviar su compleja situación económica. En concreto, el circo pide "ayudas urgentes" que aseguren su supervivencia.
"Pedimos al Gobierno de Pedro Sánchez que deje la pantomima. Que deje de engañar a la gente. Que las ayudas que prometió en abril lleguen al circo. El ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, se llenó la boca de palabrería y todavía nadie ha recibido ni un céntimo", exclama el portavoz de Circos Reunidos.
Protesta en la que no han estado solos. La vicesecretaria de política social del Partido Popular Ana Pastor, las diputadas del PSOE Mariló Narváez, Rafi Crespin, Tamara Raya y Elvira Ramón, el portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, o los diputados de Ciudadanos Edmundo Bal y Sara Giménez han sido algunos de los políticos que han acompañado a los integrantes de la concentración en señal de apoyo."Vamos a reunirnos con los partidos políticos. Esperemos que llegue a buen puerto la reunión. De esto dependen 10.000 personas y 40 circos que podrían irse a la quiebra", indica Pedrera.
Hoy mi compañero @BalEdmundo y yo hemos podido escuchar a las puertas del @Congreso_Es las justas reivindicaciones de la Asociación de Circos Reunidos. Mantendremos una reunión con ellos para trabajar juntos y mejorar la situación en la que se encuentran. pic.twitter.com/fkkLiUn6VB
— Sara Giménez (@SaraGimnez) September 16, 2020
🤹 El @gpscongreso escucha las reivindicaciones del sector del circo.
— PSOE Congreso (@gpscongreso) September 16, 2020
👉 Nuestras diputadas @MariloNarvaez, @rafi_crespin, @tamarayar y @ElviraRamon, hoy en el Congreso con la Asociación Circos Reunidos. pic.twitter.com/WmKHBDzeoI
Con ojos de esperanza mira el mundo del circo estas citas. Miles de personas que esperan poder salir de las caravanas en las que se encuentran. Volver a maquillarse y asombrar al público. Poner el pie en el acelerador y poner rumbo a la carretera. Parar en algún pueblo y decir de una vez: "¡Ha llegado el circo a la ciudad!".