Alemania, hasta ahora el principal defensor de la megaobra que proveería al país de la tan necesaria energía barata y limpia, está sufriendo en estos momentos unas presiones quizás sin precedentes para que el proyecto nunca se haga realidad.
El presidente norteamericano, Donald Trump, hasta se jactó de ser "el primero" en exigirlo, una postura que tiene sus adeptos también en suelo comunitario, entre ellos Polonia, Letonia o Lituania, llegándose a que la canciller alemana, Angela Merkel, quien inicialmente se negó a "vincular este proyecto económico con el caso de Navalni", pasara a barajar la posibilidad de imponer sanciones contra la construcción de la tubería.
Pese a que la presión es enorme, Enrique Refoyo consideró poco probable que el país germano entierre el gasoducto, "totalmente estratégico".
"Será malo tanto para Alemania como para Rusia. No parece que dentro del realismo político que hay en el poder aleman vayan a llevarlo a cabo", enfatizó.
Según el experto, lo más probable es que Alemania mantenga el proyecto, imponiendo a la vez algunas restricciones a Rusia con el fin de "intentar equilibrar la balanza y quedar bien con sus socios occidentales".