"La idea es impulsar la industria del cannabis medicinal y el cáñamo en general para buscar todo su potencial y que pueda tener una industria con más fuentes de trabajo y más inversión y que se destaque en el mundo como sucede con las carnes", deslizó el 6 de julio de 2020 el prosecretario de la Presidencia de Uruguay, Rodrigo Ferrés, durante una conferencia.
Para un país de profunda raíz ganadera como Uruguay, las palabras del número tres del Ejecutivo uruguayo no pasaron inadvertidas, ya que buscar equiparar el cannabis al principal producto de exportación del país constituye una apuesta política fuerte para el Gobierno de Luis Lacalle Pou.
El propio Ferrés explicó, en la misma declaración, que las carnes uruguayas tienen "una marca destacadísima en el mundo por su calidad". Para el prosecretario, así como para el Instituto Nacional de Carnes (INAC) que impulsa a las carnes uruguayas en el exterior, el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (Ircca) puede cumplir esa misma función con los productos cannábicos.
Sin embargo, algunas restricciones reglamentarias impidieron que muchos emprendimientos privados pudieran exportar cannabis medicinal al exterior. Con ese reclamo, una delegación de la Cámara de Empresas de Cannabis Medicinal de Uruguay se entrevistó a principios de junio con Ferrés para solicitar al Gobierno de Lacalle Pou las facilidades para exportar que no había encontrado con administraciones anteriores.
El encuentro fue próspero y el 6 de agosto Ferrés oficializó la firma de dos decretos autorizando las exportaciones de cannabis medicinal que correspondían a las zafras de 2018 y 2019. Entre las primeras empresas exportadoras estuvieron Cannabis Uruguay Ltda y Cplant, que en conjunto exportaron cerca de 500 kilogramos de cannabis a Suiza, donde es utilizado como materia primera para productos medicinales.
A la caza del mercado de cannabis
En diálogo con Sputnik, el ingeniero agrónomo y titular de Cannabis Uruguay Ltda, Eduardo Blasina, dijo que la nueva disposición del Gobierno uruguayo permite tener "reglas de juego claras" que aseguran al cannabis "no ser discriminado" en comparación con otras materias primas medicinales o alimenticias producidas por Uruguay.
Más allá de las palabras de Blasina, y las del propio Ferrés, el optimismo del Gobierno uruguayo parece quedar plasmado en un documento elaborado por el Instituto Uruguay XXI —un organismo público-privado dedicado a la promoción de exportaciones uruguayas— en mayo de 2020. En el documento, el instituto estima que el mercado internacional del cannabis medicinal puede rondar los 200.000 millones de dólares. Solo con atender el 20% de la demanda, el mercado de cannabis sería "de un tamaño similar al de la carne vacuna", proyecta el estudio.
Bajo esa misma premisa, Uruguay XXI señala que el cannabis medicinal "es potencialmente el principal rubro de exportación agroindustrial del país".
El mismo organismo da cuenta de que cannabidiol (CBD) —elemento no psicoactivo del cannabis—es la base del cannabis medicinal y que "ya hay laboratorios de Uruguay interesados en la compra de CBD para la formulación de productos". De hecho, en Uruguay ya se comercializa legalmente un medicamento basado en CBD: el Epifractán, indicado para tratar la epilepsia refractada en niños y adolescentes.
Los terpenos, otro elemento característico del cannabis, se vuelven fundamentales a la hora de pensar en la producción de perfumes y cosméticos.
Para Blasina, "el cannabis como alimento debería estar plenamente disponible" en el mercado uruguayo e internacional. En ese sentido, remarcó que el grano de cannabis "no tiene ninguna chance de ser psicoactivo y se ha utilizado como alimento por miles de años".
El empresario lamentó que las habilitaciones sanitarias para el cannabis como alimento se han demorado, por lo que habrá que tener "paciencia" para que el producto sea incluido en el codex alimentarius que contiene los alimentos permitidos internacionalmente.
Los que invierten en cannabis
De acuerdo a datos oficiales, a marzo de 2020 había en Uruguay 40 emprendimientos privados dedicados a la producción de cannabis no psicoactivo. Los registros del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) indican que, en total, Uruguay tiene 600 hectáreas dedicadas al cannabis no psicoactivo.
Blasina explicó que este fenómeno de asociación entre uruguayos y extranjeros se produce debido a que "cuando pensás en avanzar en plantas industriales, se trata de inversiones de varios millones de dólares".
En efecto, la necesidad de capital extranjero provoca que las compañías uruguayas se vuelvan "empresas mixtas" que puedan afrontar las inversiones que requiere el rápido crecimiento de la industria.
Otro de los escollos, puntualizó Blasina, es la falta de formación específica en las universidades uruguayas para dedicarse a la plantación de cannabis.
"Lamentablemente no hay una formación académica. En la facultad de agronomía no se enseña cómo cultivar cannabis. El aprendizaje es a partir de la gente que es cultivadora o que hizo agronomía en otras áreas", explicó el empresario y agrónomo.
Para Blasina, la estatal Universidad de la República uruguaya deberá "ponerse a tiro" con esa formación y afrontar la falta de docentes en ese campo para lograr "generar conocimiento propio" en una industria que, como quiere el Gobierno uruguayo, busca disputarle el lugar de privilegio a la carne.