La venta de gas lacrimógeno en todo el mundo no está regulada en gran medida y, como resultado, a menudo no está claro qué productos químicos existen en cada recipiente, cuán tóxicos son o incluso si han sido probados de antemano en cuanto a su seguridad, explican los investigadores.
Uno de los irritantes químicos más populares es el gas CS (2-clorobenzilideno malononitrilo), del que se dice que actúa como una "púa en polvo", causando una sensación de ardor en los ojos, la garganta y la nariz, tos, lágrimas y respiración restringida.
Se trata de infecciones virales que afectan a los pulmones, al igual que el COVID-19, señalan los investigadores de la Universidad de Toronto, lo que significa que el uso de gas lacrimógeno ahora mismo contra los manifestantes es especialmente preocupante.
El gas lacrimógeno también hace que la gente tosa violentamente, lo que podría propagar aún más el coronavirus.
Los expertos en salud de muchos campos diferentes están de acuerdo. En los últimos meses, en las protestas por el asesinato de George Floyd, la policía ha estado utilizando el gas lacrimógeno de forma rutinaria para controlar las multitudes.
En respuesta, 1.288 profesionales de la salud pública de EEUU firmaron una carta abierta en la que instaban a las fuerzas del orden a dejar de utilizar gas lacrimógeno, humo y otros irritantes respiratorios, ya que podrían aumentar el riesgo de transmisión de COVID-19, dejando al mismo tiempo los pulmones vulnerables a la infección.
El presidente de la Sociedad Torácica Americana también ha pedido una pausa en el uso del gas lacrimógeno y gas pimienta dada la "falta de investigación crucial, la escalada del uso de gas lacrimógeno por parte de las fuerzas del orden, y la probabilidad de comprometer la salud pulmonar y promover la propagación de COVID-19".
El impacto directo es solo una parte del daño. Incluso cuando se utilizan cantidades mínimas de gas lacrimógeno en el exterior, donde los productos químicos pueden disiparse más fácilmente, podría haber consecuencias peligrosas, según el nuevo informe.
Dado lo lejos que pueden filtrarse estos gases lacrimógenos, los investigadores de la Universidad de Toronto afirman que el uso de estos productos químicos cerca de hospitales y escuelas "es particularmente atroz".
Si una dosis de gas lacrimógeno es lo suficientemente tóxica, puede incluso provocar una insuficiencia respiratoria y la muerte, y este riesgo aumenta cuando los irritantes químicos se difunden en espacios cerrados.
"Aunque existen directrices internacionales, incluidas las de las Naciones Unidas sobre el uso de armas menos letales, estos documentos no vinculantes son vagos e ineficaces para reducir las violaciones, lo que da lugar a una situación en la que los gases lacrimógenos son sistemáticamente propensos a su uso indebido", sostiene el nuevo informe.
Las fuerzas del orden han abusado de estos peligrosos e indiscriminados gases durante demasiado tiempo, argumentan los investigadores, y la única manera de asegurar a los ciudadanos su libertad de expresión y de reunión es poner fin a su uso por completo.