Un grupo de investigadores de Australia, Bélgica, Alemania y Rusia estudió la estructura cerebral de 11 cosmonautas rusos que pasaron un promedio de 171 días consecutivos en la Estación Espacial Internacional (EEI).
Los científicos realizaron una resonancia magnética de difusión del cerebro tres veces a cada uno de los cosmonautas antes de que fueran al espacio, poco después de que regresaran y unos siete meses más tarde de su vuelta a la Tierra.
Sin embargo, el experimento mostró que la cantidad total de materia gris no se redujo, y siete meses después de regresar a la Tierra, se redistribuyó en el cerebro de la misma manera que antes del vuelo espacial.
Los autores concluyeron que el cambio temporal en la posición de la materia gris en estas áreas del cerebro se debió principalmente al comportamiento del líquido cefalorraquídeo, y no se observó ninguna neurodegeneración notable en este caso.
Tras una larga estancia en la EEI, el volumen de materia blanca aumentó en las áreas responsables de controlar el movimiento y de sentir la posición de las diferentes partes del cuerpo en relación con las demás.
Lo más probable, según los investigadores, es que no sea una consecuencia de la microgravedad en sí, sino una manifestación de la plasticidad del cerebro, su capacidad de adaptarse al funcionamiento del cuerpo bajo nuevas condiciones.
Además, antes y después del vuelo espacial, los científicos comprobaron la visión de los cosmonautas porque a menudo disminuye debido a la larga estancia en condiciones de microgravedad.
Curiosamente, los cosmonautas rusos no tuvieron síndrome neurocular, que incluye la disminución de la agudeza visual. Probablemente, esto se debe a las diferencias en los programas de rehabilitación posvuelo en distintos países.